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CANCIONES GUÍA PARA LOS NIÑOS RAROS

Manuel Barroso

 

Hace tiempo escribí aquí, en dos entregas, sobre ocho libros que mataría por ver publicados y que en aquel momento seguían inéditos (muchos de ellos lo siguen).

Uno de los que quería poner era un manuscrito de una escritora que se había hecho de un nombre en la literatura infantil con dos historias raras rerraras. ¿O alguien puede pensar que Nina Complot o La cosa horrible son textos infantiles ordinarios?

Son para niños extraños. Como Karen Chacek.

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Éramos varios los que decíamos que ella era una de las escritoras a las que había que ponerle atención, de la cual esperar algo choncho. Me alegra mucho decir que, modestia aparte, no nos equivocamos: ha ocurrido La caída de los pájaros.

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La novela, publicada en Alfaguara (que también albergó El beso de la liebre, del que ya hablé aquí), está narrada por Violeta, quien estuvo un largo rato en coma (o algo parecido) después de estar en un accidente en el metro en el que murieron todos los pasajeros menos ella.

Accidente que la puso en cama con todos los niños de la ciudad, que están en coma (o algo parecido). Quedaron así después de que, de la nada, los pájaros cayeran muertos del cielo. En ese mundo se genera la historia. Un universo donde los adultos se la viven escuchando predicadores, perdiendo el tiempo en los casinos y haciendo todas esas cosas que hacen los adultos.

Como encerrar y declarar locos a todos aquellos que pintan las paredes con los dibujos que solían hacer sus hijos. Y cómo no hacerlo, si a pesar de tener las manos llenas de pintura y crayones en los bolsillos, ellos insisten en que los hicieron los niños, que cómo es posible que nadie más pueda verlos, escucharlos, sentirlos cerca a pesar de que sus cuerpos sigan inmóviles en el hospital.

Violeta era de las que sentía lástima por esos antiguos padres hasta que, al despertar de su accidente, puede ver a una niña –que no es otra que ella misma de pequeña– que le dice que tienen que reunirse con el Fabricante de Aves, quien tiene una misión importante que encomendarles.

Si suena un poco enredado aquí es normal. La historia va construyéndose entre cantidad de detalles, personajes, pensamientos y acontecimientos extraños. Y tiene todo el sentido del mundo que así lo sea, que lo que quiere narrar Karen Chacek lo exige: ¿y cómo seguir cuando se deja atrás la niñez?, ¿cómo contarnos ahora, adultos?

Ejemplos hay varios. Ahí está el Fabricante de Aves, Ada y su esposo Enrique a cargo de la biblioteca, Magda y sus gogles de aviador, los “locos” encerrados. Aquellos que apoyan a Violeta en su travesía (excepto Daniel, de algún modo. Él es muy molesto, me cae mal) mantienen contacto con los niños, con las risas. Y parece ser ésa la única forma de enfrentarse a un mundo que ha madurado hasta pudrirse.

Quiero aclarar que no me refiero a una romántica pérdida de la inocencia y esas jaladas que suelen decirse cuando se habla, dentro del sistema, del “niño interno”. Hablo de la desaparición paulatina de la capacidad de maravillarse del mundo. Porque todo está organizado, pensado, esquematizado, agendado, vestido en traje sastre y acomodado con gel. Porque es lo óptimo, lo más eficiente, lo más productivo.

Y es, tal vez, de esa actualidad de la que habla Chacek desde el inicio de su carrera. Nina Complot es la semilla de La caída de los pájaros. Y vaya resultado que entregó esa semilla. Una buena novela, interesante y, sobre todo, iniciadora de caminos. Lo que queda ahora, entonces, es esperar, sacarse los mocos con descaro y ver a dónde nos llevan, cual flautista de niños malos, las historias de Karen Chacek.

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 IMG00330-20120517-2113-1Manuel Barroso nació, creció y murió antes de enterarse de ello. Por eso reseteó la consola y sigue aquí.

Lee como poseso, escucha rap y jazz de forma adictiva, escribe porque le duelen las historias. Odia las verduras.

Mañana comprará un rifle.

@manubch