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ARTILUGIOS DE LO FANTÁSTICO

EN MARIANA ENRIQUEZ

 

Morgana Carranco

 

Tenía que dejar definitivamente de pensar

en términos de qué era posible y que no

“El desentierro de la Angelita”, Mariana Enriquez

 

Los acercamientos a la narrativa de Mariana Enriquez (Buenos Aires, 1973) son brutales. Provoca algo en nosotros, ya sea evidente —rechazo, incomodidad, miedo— o sutil —darse cuenta, al terminar la lectura, que durante ella se ha estado conteniendo la respiración—. Mucho se ha dicho de Mariana Enriquez, lo más evidente (pero no por ello trivial): que está reconfigurando la literatura de terror y fantástica de Argentina, que su poderosa prosa es también un reclamo social y político.

Sin embargo, menos se ha hablado de los instrumentos de los que se vale la autora para construir sus relatos. Así, mediante el cuento “El aljibe” del libro Los peligros de fumar en la cama (Anagrama, 2017; publicado originalmente por Emecé Editores en 2009), me adentro en algunas de las estrategias que construyen lo fantástico en Mariana Enriquez, el mecanismo que subyace su narrativa.

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Mariana Enriquez

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Una historia de miedo

Sin duda, el tema de “El aljibe” es el miedo:

Tenían miedo. Siempre tenían miedo. […] Josefina recordaba que su madre lloraba y llamaba a médicos y ambulancias de madrugada si ella o su hermana tenían unas líneas de fiebre. […] A veces Mariela lloraba de noche, diciendo que algo se movía debajo de su cama, y nunca podía dormir con la luz apagada (Enriquez 55-56).

Además, el cuento nos apunta hacia un cambio en la vida de la protagonista: “Josefina era la única que nunca tenía miedo, como su padre. Hasta aquel viaje a Corrientes (56, todas las cursivas son mías).

¿Pero qué es lo que pasa en Corrientes? Josefina tiene un encuentro con un personaje disruptor: una bruja —a pesar de que no la llaman así, sino La Señora— (56). Aunque Josefina se la pasa bien en la casa de doña Irene, y que “no podía recordar nada extraño, ni cánticos, ni humaredas, ni siquiera que tocara con las manos a su familia” (57), al salir, cuando trata de volver a mirar al aljibe, no puede: “era la primera vez que sentía miedo” (58).

De hecho, el pozo funge como indicio, como umbral, pues a los aljibes se les ha considerado “lugares sagrados, hogares de espíritus y fuentes de sabiduría y curación” a pesar de que también tienen ciertas connotaciones negativas, de “encuentros con dioses y monstruos”, de ahogamiento y contaminación (Ronnberg et al. 610). Esto se acentúa si pensamos que no sólo se trata de un pozo, sino de un reflejo: Josefina “quería ver si el agua reflejaba su cara, como siempre sucedía en los aljibes de los cuentos” (57). Un reflejo implica una visión opuesta, contraria, que es precisamente lo que le pasa a la protagonista: la posesión de los miedos se invierte dentro de su familia.

Ahora es Josefina la que tiene miedo, tanto que le impide llevar una existencia típica. Todo la sofoca, la oprime, la estrangula. No es sino hasta años después, gracias a unas nuevas pastillas, que puede salir un poco y que su hermana le confiesa la verdad:

—Buen, ¿te acordás que fuimos a una bruja? Mamá y la abuela fueron porque ellas eran como vos, así, tenían miedo todo el tiempo, y se fueron a curar. […] la bruja dijo que podían volver si les pasaba otra vez. A lo mejor podrías ir. Ahora que estás mejor (64).

Josefina siente volver la zozobra durante esta conversación, pero ahora la acompaña un enojo que la impulsa a viajar a Corrientes, donde doña Irene le explica que lo único que pudo hacer con los miedos de su hermana, madre y abuela fue pasarlos y que se los dio a ella, porque “el Santito decía que no te iba a atacar tanto, porque estabas pura vos”. Además, le comunica que no hay nada que pueda hacer para ayudarla, ya que: “A la foto, la tiré al aljibe. Pero no se puede sacar. No te los puedo sacar nunca porque los males están en la foto tuya en el agua, y ya se habrá podrido la foto. Ahí quedaron en la foto tuya, pegados a vos” (71).

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Entre lo fantástico y lo maravilloso

Hablar de “El aljibe” como fantástico es complicado porque pareciera que la realidad construida en el texto (paradigma de realidad) se amplía, y que la presencia de la bruja, sus poderes y los miedos como algo mágico terminan por aceptarse. Por momentos, el cuento aparenta encontrarse dentro de lo maravilloso, ya que “mientras en lo fantástico la alusión a la excepción, a la transgresión, amenaza el mundo, en lo maravilloso la descripción de la excepción lo completa y remodela” (Morales, “Transgresiones y legalidades. Lo fantástico en el umbral” 33n4).

No obstante, en “El aljibe” tampoco es claro que el paradigma de realidad se extienda para incluir los poderes mágicos de la bruja. No se sabe con certeza si la causalidad aparente entre los eventos en Corrientes y los miedos de Josefina es una amenaza o un cambio al sistema de reglas, y a continuación explicaré por qué.

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Estrategias en “El aljibe”

En el relato se construye un paradigma de realidad A que alude a espacios extratextuales como Buenos Aires y la provincia de Corrientes en Argentina, a una familia en la que la madre, la abuela y la hermana sienten miedo, en contraste con el padre y Josefina que no lo experimentan. El paradigma B se define con la llegada a Corrientes, con la visita a la casa de doña Irene. Cuando los personajes vuelven a Buenos Aires, también regresan de ese otro mundo correntino donde son aceptados los acontecimientos mágicos. Sin embargo, existe un cambio que pone de manifiesto la superposición entre los dos paradigmas: la inversión de las poseedoras de los miedos, pues Josefina es ahora quien siente un temor paralizador. Dicha inversión es un evento ilegal porque el que suceda constata “que las reglas existen, y el sistema legal no se puede intercambiar con otro ni permitir adecuaciones” (Morales, “De lo fantástico en México” xii-xiii).

Las reglas del paradigma de realidad A o, como yo lo llamo, preservador, se pueden inferir por los discursos de los personajes. De este modo, cuando Josefina escucha un relincho y piensa que es el Alma Mula, “el espíritu de una muerta que transformado en mula no podía descansar y salía a trotar de noche”, su padre le besa la cabeza y le dice que son pavadas, tras lo cual le reclama a su esposa: “¡Que tu vieja deje de contarle pelotudeces a la nena! ¡No quiero que le llene la cabeza, ignorante supersticiosa de mierda!” (Enriquez 59). En consecuencia, el sistema de reglas del paradigma preservador no permite acontecimientos del tipo sobrenatural, mágico o supersticioso.

Además, Mariela establece de manera definitiva que la idea de que la bruja sea capaz de hacer algo por Josefina, de ayudarla, es ilegal: “Y yo me acuerdo que la bruja dijo que podían volver si les pasaba otra vez. A lo mejor podrías ir. Ahora que estás mejor. Yo sé que es una locura, parezco la abuela con sus boludeces de la provincia, pero a ellas se les pasó, ¿o no? (63-64).

Existe, entonces, en el relato, una “irreductibilidad de sus fenómenos a ser aceptados como legales, incluso como excepción, dentro de los marcos de lo posible cotidianamente, es decir, su relación no sólo con la ilegalidad de su aparición, sino también con la desconfianza e inquietud que provoca en los personajes o narradores” (Morales, “Credibilidad, percepción y reacción: los vaivenes de lo maravilloso a lo fantástico” 157-158n6).

Además, y de acuerdo con la constatación de elementos ilegales en “El aljibe”, en el plano del discurso, el narrador cuenta que “años después, [Josefina] sentada frente a uno de sus tantos psicólogos, había tratado de explicarse y racionalizar cada miedo: a lo mejor le había escuchado contar esas historias a la abuela porque eran parte de la mitología correntina (Enriquez 59-60). Entonces, esas historias que cuenta la abuela y la madre de Josefina, incluyendo los poderes de San La Muerte y De la Señora, Añá, el Alma Mula, etcétera, son parte de una mitología, de ese conjunto de narraciones maravillosas, ajenas del tiempo histórico o de esa historia ficticia que representa ciertos aspectos de la condición humana (“mito”), reproducidas también en el cuento de Enriquez.

Asimismo, es necesario considerar al narrador: en tercera persona, con una focalización interna en Josefina. Por ello, la información narrativa posee “las limitaciones cognoscitivas perceptuales y espaciotemporales de esa mente figural” (Pimentel Anduiza 99), o sea, de Josefina. En consecuencia, se trata de un personaje (y narrador) no confiable, porque en el universo del relato se considera que la protagonista sufre un trastorno psicológico, que requiere tratamiento y, por lo tanto, lo que piensa es cuestionable. Así, si en el mismo relato se afirma que lo que está pasando no es posible, entonces “¿su realización tiene que ser atribuida a una verdadera subversión del orden natural, o a la percepción distorsionada del personaje […]?» (Campra 167).

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Portada de Cosas imposibles (2021), antología de cuentos fantásticos y de terror que incluye «El aljibe». https://librosycasas.cultura.gob.ar/libros/cosas-imposibles/

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Artilugios fantásticos

Hay, no obstante, un asunto que podría fisurar el concebir “El aljibe” como fantástico. Se trata de la explicación que da la bruja de cómo le pasó los miedos a Josefina. Porque “cuando la presencia de ejemplos sobrenaturales no provoca escándalo, se vuelve al ámbito de lo maravilloso” (Campra 160n10). Sin embargo, yo considero que sí se trata de un relato fantástico, porque “provoca una reacción representada (sorpresa por parte de algún personaje o el lector implícito, incredulidad, versiones diferentes entre narrador o personajes, etc.) que constituye la verificación de que lo sucedido se rige por un código de funcionamiento de realidad diferente o alternativo al expresado con anterioridad” (Morales, “De lo fantástico en México” xvi).

Además, como ya mencioné, resalta la manera en la que el cuento está narrado. Esto es clave porque a pesar de que se trata de una tercera persona que “normaliza” los acontecimientos, más bien se da a conocer el universo a través de la percepción de la protagonista, lo cual, dada su condición, desestabiliza todo el relato.

En este sentido, en “El aljibe” hay al menos dos artefactos que dificultaban su subscripción a lo fantástico. Primero, la transgresión fantástica en el texto está enmascarada como superstición, tradición oral o mitología. Así, el cuento, a través de la narración, se ve salpicado de diversas referencias de esa cosmogonía correntina, de esa visión de mundo. Como conviven los dos paradigmas, aunque el paradigma trasgresor, el de realidad mágica, sea siempre menospreciado e ilegal, es difícil distinguir que la superposición entre ellos es disruptiva.

Segundo, como una observación curiosa relacionada con los elementos extratextuales, se encuentra la proximidad del lector real con los paradigmas en el cuento. Por un lado, está una “realidad” representada muy parecida a la nuestra. Por el otro, una “realidad” que sentimos cercana, la de los mitos y tradiciones populares. Así, es inevitable que como lectores reales “nos dejamos arrastrar y juzgamos la veracidad o credibilidad de lo narrado por su «mayor o menor adecuación al mundo extratextual»” (Campra 199).

No obstante, como nos lo recuerda Ana María Morales, para que un relato sea fantástico, “sin que importe cuál es el horizonte de expectativas del lector real, el sistema cultural que engendra el universo textual siempre da testimonio en un texto fantástico de que lo sucedido es excepcional. Y por ese camino se pueden encontrar la visión de mundo que permite que, en el interior del texto, se debata sobre la veracidad o facticidad de lo sucedido” (Morales, “Transgresiones y legalidades. Lo fantástico en el umbral” 36).

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“El aljibe”, una historieta adaptada a partir del cuento homónimo de Mariana Enríquez. Coautoría de Chiara Barese e Isabella Franco, 2021. https://chiarabarese.tumblr.com/post/666781242547666944/embed

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Transgresiones

“El aljibe” es un cuento fantástico porque nunca remodela del todo —aunque pareciera estar muy cerca de hacerlo— el paradigma de realidad planteado inicialmente, así como por la existencia de diversos elementos en el relato que revelan ilegalidades, que indican una transgresión o “un escándalo racional, en tanto en cuanto no hay sustitución de un orden por otro, sino superposición”.

Y justamente eso es lo que hace que la literatura de Mariana Enriquez sea trasgresora, que en ella “nace la connotación de peligrosidad, la función de aniquilación —o agrietamiento, por lo menos— de las certezas del lector” (Campra 159-160).

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Hogarth, 2021

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REFERENCIAS

Campra, Rosalba. “Lo fantástico: una isotopía de la transgresión”. Teorías de lo fantástico, editado por Jaime Alazraki y David Roas, Arco/Libros, 2001, pp. 153–91.

Enriquez, Mariana. Los peligros de fumar en la cama. Anagrama, 2017.

Morales, Ana María. “Credibilidad, percepción y reacción: los vaivenes de lo maravilloso a lo fantástico”. Rumbos de lo fantástico: actualidad e historia, editado por Ana María Morales y José Miguel Sardiñas, Cálamo, 2007, pp. 155–77.

—. “De lo fantástico en México”. México fantástico: antología del relato fantástico mexicano; El primer siglo, editado por Ana María Morales, Oro de la noche, 2008, pp. VII–XLII.

—. “Transgresiones y legalidades. Lo fantástico en el umbral”. Odiseas de lo fantástico; selección de trabajos pres. en el III Coloquio Internacional de Literatura Fantástica; Odiseas de lo fantástico (Austin, septiembre de 2001), editado por Ana María Morales y José Miguel Sardiñas, Coloquios Internacionales de Literatura Fantástica, 2004, pp. 25–37.

 

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Morgana Carranco

Estudió la Licenciatura en Ciencias Genómicas, la Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas y la Maestría en Letras (Letras Mexicanas) en la UNAM. Actualmente es editora técnica y correctora de estilo en la Revista Digital Universitaria. Le interesa la figura de la bruja, la literatura fantástica, los virus y la comunicación social del conocimiento.

 

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