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BATMAN: GOTHAM BY GASLIGHT

El Batman victoriano

(Brian Augustyn, Mike Mignola & Eduardo Barreto; DC; 1989, 1991)

 

Pok Manero

 

Siempre es divertido imaginar historias nuevas con personajes viejos o preexistentes, no por nada hay tantos fan-fictions por ahí (algunos incluso se vuelven franquicias exitosas en sí mismas, si no pregúntenle a E. L. James con su Fifty Shades of Grey). Si bien seguramente hay cientos, si no es que miles, de fanfics con personajes de comics (como el notable y reciente ejemplo de The Deal, por Gerardo Preciado y Daniel Bayliss), este medio cuenta con la peculiaridad de una vertiente distinta: la realidad alterna «oficial». Desde hace mucho, las mismas editoriales de comics se dieron cuenta del potencial de contar historias que no estén ligadas a su esclavizante continuidad. Es así que Marvel comenzó a publicar en 1977 el título What If… ?, en el cual escritores y dibujantes diversos se ponían a especular sobre cómo tal o cual historia ocurrida en el Universo Marvel se hubiera desarrollado si los sucesos se hubieran desenvuelto de otra manera.

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Si bien DC contaba con sus Imaginary Stories

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…no fue sino hasta 1989 que lanzó el sello editorial Elseworlds, para el cual se creaban realidades completas en las que los personajes tenían aventuras fuera del canon. Y este sello surgió a consecuencia del éxito de una historia de Batman en la época victoriana.

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Con guión de Brian Augustyn, lápices de Mike Mignola y tintas de P. Craig Russell, esta novela gráfica original presentada inicialmente como un one-shot (número único sin más ejemplares subsecuentes y con un número de páginas superior al habitual) nos plantea la ya familiar historia del Caballero Nocturno pero con una diferencia: ocurrió cien años atrás. Las primeras dos páginas nos narran el fatídico asesinato de Thomas y Martha Wayne, dejando huérfano a su pequeño hijo, Bruce. Años después, en 1889, éste recorre Europa con el fin de hacerse de las habilidades y talentos necesarios para combatir el crimen una vez que regrese a Gotham. Como parte de este entrenamiento, conoce al mismísimo Sigmund Freud en Viena (la intención era aprender a analizar la mente criminal, mas podríamos inferir que el psicoanálisis no sirvió de mucho para que el joven Wayne superara su trauma). De regreso en América, alguien más llegó junto con él y empezó a hacer de las suyas: Jack el destripador.

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De este modo, la historia hace las veces de Batman: Year One (Frank Miller & David Mazzucchelli, 1987) ambientado en la era victoriana, pues nos narra los principios en la carrera heroica del Señor de la Noche. Resulta importante su status como un vigilante fuera de la ley, puesto que lo convierte en el principal sospechoso de los crímenes del destripador. El arte de Mignola corresponde a su etapa temprana-superheroica, en la que ya empezaba a mostrar su afición por el uso de sombras, por dibujar cementerios y por prestar atención a detalles arquitectónicos y escultóricos; mas a pesar de que ya contaba con un estilo reconocible y propio, aún no manifestaba las características que hoy en día lo hacen inconfundible, como su manejo de la anatomía humana de una forma un tanto abstracta. Si bien el comic es interesante como una curiosidad, en lo personal no me parece indispensable ni entiendo el porqué de la relevancia del mismo: la historia detectivesca se resuelve muy fácilmente y carece de corazón, a ratos incluso se vuelve un tanto aburrida y desde el principio es completamente predecible.

Mike Mignola

Mike Mignola

Afortunadamente, la actual edición de esta obra incluye también su secuela, Master of the Future, escrita una vez más por Augustyn pero con arte del uruguayo Eduardo Barreto, y que fue publicada dos años después. Alejándose bastante en tono, curiosamente podríamos decir que sirve como contraparte a The Dark Knight Returns (Frank Miller, 1986), puesto que nos presenta a un Batman que sale del retiro salvo con una diferencia crucial: aquí no se trata de un Bruce Wayne maduro (por no decir anciano) y fatigado, sino de uno que tras resolver el caso del destripador decidió que Gotham no lo necesitaba más (tal vez la psicoterapia sí funcionó, después de todo) y se dedica a disfrutar de la vida como todo un dandy. Todo hubiera seguido así, pero, mientras se planean las festividades para recibir al nuevo siglo, un pirata aéreo y tecnófobo que se hace llamar Alexandre LeRoi irrumpe en la escena y amenaza con destruir Gotham si no dejan atrás sus planes de modernizar la ciudad y recibir con brazos abiertos al progreso. Es así que Wayne decide volver a portar el manto del murciélago, pero esta vez alejado de las sombras y apareciendo en plena luz del día.

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Es precisamente la distancia a lo que normalmente acostumbramos ver en Batman lo que le da frescura a este relato, pues nos muestra a un Bruce Wayne con un interés romántico auténtico, a un villano rimbombante que poco tiene que ver con los psicópatas de Arkham y una motivación más altruista de salvar a la ciudad de una amenaza general en lugar de la ya acostumbrada búsqueda personal de venganza. Barreto, por su parte, también sobrepasa las expectativas. Con un estilo claro y limpio, lleno de color y luz, nos demuestra por qué fue un artista completo y exitoso (lamentablemente falleció en 2011). Su arte es un deleite de contemplar por su sencillez y la aproximación más clásica que tiene a la narración secuencial: parte de la historia involucra una pelea de esgrima sobre las vigas del interior de un dirigible gigante y rebosa dinamismo y claridad en su forma de mostrar la acción. Y el antagonista, salido más de una novela de Julio Verne que de las oscuras y retorcidas callejuelas de Gotham, le debe tanto a Robur el conquistador como a Errol Flynn. De este modo, tenemos una emocionante aventura en el más puro estilo de espadachines, con todo y el elemento de Ciencia Ficción victoriana (sin ser steampunk), protagonizada por Batman. Incluso, para romper más con la tradición, tiene lo que nunca vemos con este personaje: un final feliz.

Eduardo Barreto

Eduardo Barreto

En resumen, aunque no se trate de una obra fundamental en la historia del personaje, es un buen ejemplo de cómo al liberar a un personaje (y a los narradores) de su entorno habitual podemos obtener resultados de gran calidad, muy entretenidos y a la vez interesantes de leer. Yo desde hace mucho había querido leer este comic, más que nada por la participación de Mignola en el mismo. Me decepcioné un poquito al terminar de leer la primera parte y no me quedaban ganas de leer la secuela, pero me llevé una grata sorpresa al hacerlo.

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pokAdrián “Pok” Manero, tras años como lector asiduo, decidió que el siguiente paso en su manía consistía en elaborar sus propias ficciones. Se dedica compulsivamente a leer comics y libros y a ver películas, quisiera ser como los gatos y disfruta escribiendo sobre sí mismo en tercera persona.

@PokManero