Bitácora de Navegación del Nautilus 33
CADA PERSONA, UNA POETA
Marina Ortiz
Un concepto
En la columna anterior hablé sobre el propósito de los mitos y su presencia fundamental en la ficción y la narrativa. Con esto no quiero decir que todo lo escrito e imaginado son repeticiones insulsas de lo que ya se ha dicho, ni pretendan serlo. Sólo pienso que la literatura en su gran conjunto (indefinible de verdad) participa de un acto, del concepto de la mitopoiesis. Quiere decir “creación de mitos”. De nuevo hay que ver al mito no como una explicación científico-religiosa, sino como la capacidad creativa de hacer significado y sentido para la existencia. Dar propósito, devenir, dirección, valorización, profundidad, extensión o como queramos llamarlo.
También se refiere a la creación de mundos alternos con su propia lógica y jerarquía (el llamado worldbuilding), que también es fascinante en tanto expande la diversidad de significados y sentidos en la vida real. Cualquier entusiasta de Star Wars podrá enunciar el impacto emocional y hasta moral que ha tenido en su vida. Pero, por el momento, esto no nos compete.
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Tolkien y su poema
J.R.R. Tolkien estudió y entendió bien de este tema. Llegué a su poema “Mitopoeia” por casualidad al ver una publicación en redes sociales sobre un seminario sobre la mujer en la fantasía y el mito organizado por The Mythopoietic Society (¡un sueño asistir!). El nombre de la asociación me intrigó, pues desconocía a qué se referían con una palabra tan sonora y floral como mythopoietic. Y encontré algo maravilloso. Algo que me reencantó[1]: insufló mi vida de nuevo, saturó mi visión de color y música y me (re)despertó a la curiosidad y admiración por el mundo. Suena dramático, pero mentiría si no dijera que el poema me hace llorar.
Lo escribió como respuesta a una discusión intelectual con su amigo C.S. Lewis sobre la verdad en los mitos: que él afirmaba, mientras que el otro la negaba. Empiezan los versos hablando de las percepciones del ser humano que proveen de datos precisos e indistintos sobre la realidad: los átomos en las estrellas mueren, sin que ello implique nada para entender nuestra vida. Y entonces el poema vira hacia el Lenguaje. ¡Ah, ya entramos en el terreno de la creación! Nos dice que no se trata de un mero registro, que corresponde más a la “adivinación, el juicio y la risa”, “extendiendo el espíritu fuera de la razón” (las traducciones son mías). La forma de concebir nuestro entorno y sus objetos tiene más que ver con lo mítico que nos permite nombrar más allá de la descripción. No veríamos el “firmamento” si no fuera por el rostro que le hemos forjado con las eras y las historias, si no sólo veríamos su “verdadera” esencia de mero vacío atmosférico.
Pasa a hablar del honor de ser sub-creadores (en un sentido material y religioso, pues ningún ser humano es el originario de lo existente, y Tolkien adjudica tal poder y responsabilidad al Dios católico), en el sentido de que si bien no somos la luz blanca original, somos los colores que brotan cuando atraviesa un prisma; una imagen muy bella y de gran implicación. Creados a “imagen y semejanza”, somos creadores también. Después pasa a un argumento crucial, más explorado en su ensayo “On Fairy Stories”: la imputación escapista de la fantasía y reafirma la grandeza del Escape (¡no el escapismo!) frente a la maldad y el sufrimiento. Para Tolkien, la respuesta ante la desgracia no es la abnegación del prisionero, sino la esperanza y el consuelo del rebelde: “¡No! ¡No acepto tu genocidio ni tu violencia! ¡No acepto tu desigualdad! ¡No acepto que el mundo sea así! ¡Yo pienso en lo que puede ser, un mundo mejor que existe en nosotros y que podemos crear juntos!”
Sigue luego con una bella emulación del sermón de la montaña para enaltecer lo pequeño y lo tímido, lo que lucha con el Mal desde el interior y teje (en esta columna amamos las metáforas textiles) con torpeza un futuro distinto. Y maravillosos son los versos donde critica los engaños del “Progreso” industrial, materialista y utilitarista, otrora caminos hacia la muerte. Es buen momento para recordar que Tolkien es de la misma estirpe (europea) que sobrevivió la Primera Guerra Mundial, y tiene más en común con Adorno y Horkheimer o Camus de lo que parecería a simples vistas. Finaliza volviendo a esa valentía del pequeño individuo frente a esta máquina de destrucción, y que el Paraíso consistirá en la contemplación de una Verdad libre y, justamente, en que cada poeta podrá cantar, su cabeza enardecida, para siempre poder elegir del Todo.
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Mitopoiesis mundana para cada individuo
Este poema y mi intención de explorarlo proponemos una idea muy poderosa y bella: todos podemos formar una mitología propia con historias, símbolos y eventos. Nos es innato e inevitable. Como Tolkien intuye, somos poetas. Hilamos lo sucedido para darle un poco de luz a lo que vendrá. Es cierto lo que defiende: los mitos no son mentiras bellas para sobrellevar o moralizar la vida, son herramientas, colores, notas, flores, ingredientes o escalones que necesitamos para seguir viviendo. Son verdades humanas. Son realidades profundas. Yo también soy de esta vena existencialista que elije la rebeldía frente al Absurdo. Y es un proceso de mitopoiesis: percibimos el mundo y vamos más allá de eso. Pequeños dioses-poetas que crean por amor y cuidado, que resisten y esperanzan. Crear mitos no es solamente escribir historias entretenidas o inventar mitologías, es el acto de proclamar el rumbo de nuestra vida, un rumbo de canto, ceniza, danza y pintura, lejos y fuera de la Maquinaria Cruel. Cada quien es un hermoso tapiz, y tenemos el poder de elegir nuestro entramado, apropiarnos de los significados y darnos un nombre propio: Héroe, Amor, Dios, Naturaleza, Justicia, Cinismo, Ironía, Mundano, Pequeño, Dinero, Guerra.
El mío, hasta el momento, contiene los nombres de: Agua, Tristeza, Sueños, Otoño, Amanecer, Amor, Verde, Compasión e Incertidumbre.
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AQUÍ puedes leer (en español e inglés) «Mitopoeia».
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[1] Este concepto, también de Tolkien, siempre vuelve a mí.
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Ana Marina Ortiz Baker
Soy Licenciada en Letras y Maestra en Literatura Hispanoamericana.
Los temas que me apasionan son la fantasía, la ciencia ficción, el cyberpunk, el cuerpo, la mujer, los espacios, los mitos y la naturaleza.
Me encanta indagar en los significados que sostienen un mundo ficticio y últimamente me siento muy cautivada por la sabiduría que lo mítico nos devela.
Me gusta mucho tejer, visitar ríos y arroyos, leer, el color beige, El señor de los anillos, Star Trek, los pulpos, los tornados y el melodrama.
Organizo el proyecto independiente de La (cíclica) Sociedad del Fruto y el Mito (Ig y X).
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