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EL SEÑOR DE LOS CEMENTERIOS

Bernardo Monroy

I- DIMANCHE

 

II

LUNDI

 

La pareja de asaltantes llegó al banco alrededor de las 12:45 de la tarde. Vestían trajes sastre negros, corbata y usaban lentes oscuros. El hombre sacó su Smartphone y reprodujo “Misirlou”, tema musical de Pulp Fiction.

—¡Todo mundo quieto, esto es un asalto!

—¡Y con que un jodido cabrón de mierda se mueva, cargaré hasta el último cartucho en ustedes!

El Barón Samedí y yo estábamos a la entrada del banco, mirándolo todo. Le pregunté si los asaltantes eran enviados suyos, y si estaba usando sus poderes divinos para influir en ellos, porque se me hacía muy sospechoso que fueran como personajes sacados de una película de Quentin Tarantino. El Barón respondió con una sonrisita casi infantil.

La cajera intentó presionar el botón para llamar a la policía, pero la mujer disparó en su mano, volándosela. Después le voló la cabeza. El hombre disparó a una mujer que sostenía a un bebé. Éste cayó al suelo, descalabrándose. Todo el mundo se agachó, mientras el guardia de seguridad era bañado con balas. Entraron a la bóveda y sacaron todo el dinero. Salieron disparando a quemarropa. Apuntaban como deben hacer los personajes tarantinescos: sosteniendo las armas horizontalmente.

—Te amo, bizcochito —dijo ella.

—Te amo, conejita —dijo él.

Se dieron a la fuga en un coche descapotable.

Definitivamente los asaltantes eran fanáticos de Tarantino y los había enviado el Barón Samedí. Dato que, evidentemente, quedaría como extraoficial.

Recopilé la información y tomé fotografías, como siempre. Ese es el único trabajo valioso de un reportero de nota roja. Llega al lugar de los hechos, cubre el crimen, toma fotografías, se dirige a la redacción, escribe, envía las imágenes y se larga a su casa a tomarse una cerveza, un chocolate o los fluidos de su pareja, dependiendo el estado de ánimo y de cachondez. Por lo general es así de monótono. Aunque hay que expresarse con la verdad: en México ha habido excelentes reporteros de nota roja. Entre los fotógrafos, destacó Enrique Metinides, quien durante 50 años se encargó de fotografiar los crímenes más espeluznantes de la Ciudad de México. El talento nato de Metinides hacía que las más horrendas acciones tuvieran un sentido estético. Supo hacer arte de la violencia. Entre los reporteros, quizás el más famoso de México ha sido Eduardo “El Güero” Téllez, que consiguió exclusivas de los peores crímenes de su época, como el asesinato de Leon Trotsky, el suicidio de Miroslava Stern o el asesino serial Goyo Cárdenas. Por cada gigante, habemos millones de hormigas en esa sección.

En el camino, cubrí una nueva nota: un niño víctima de bullying enterró una navaja en el ojo de su agresor.

Regresé a la redacción de “El Último Minuto” y me quedé mirando las fotografías de los cadáveres. A mi lado se encontraba el Barón Samedí, que siempre me acompañaba.

Llegué a la oficina y encendí mi computadora. Reproduje jazz, la favorita del Barón Samedí. La noticia principal era de Diana y Francisco: “ALCALDESA GASTA 5 MDP DEL ERARIO EN DILDOS”. Sobra decir que me pareció una noticia muy amarillista. Digo, no está bien que gaste dinero del erario, pero cada quien se puede introducir lo que quiera donde guste. ¿No?

Lo grotesco del caso era que La parejita del Baile de la Prepa del Periodismo presumía su integridad, principios, valores, ética y otra charlatanería que repiten reporteros fantoches que iban desde López-Dóriga hasta Larry King. En Estados Unidos le dicen bullshit, aquí en México les decimos puras pinches mamadas.

José estaba intentando redactar —infructuosamente, como de costumbre— una noticia de 141 caracteres, y el pobrecillo se estaba quebrando la cabeza. Escribía frases hechas y lugarcomunescas, como “al joven le donaron órganos para seguir en el camino de la vida”, mientras que Leonardo estaba muy ocupado especulando si ganarían las Chivas o las Águilas, y descubriendo con inmenso asombro que son animales, y no sólo equipos de futbol. Óscar se vanagloriaba por retomar una nota del New York Times sobre una rueda de prensa en la Casa Blanca, pero se encontraba en un predicamento, ya que no sabía suficiente inglés y había pasado una hora y media traduciendo el encabezado.

¿Quién no odiaría su trabajo con semejante hatajo de imbéciles?

—Ash, siempre que llegas hace frío, y aparte apestas a ron —dijo Diana.

—¿YA SUBISTE AL PORTAL LA NOTICIA DEL ROBO AL BANCO? —me gritó Javier, con un tono déspota que pretendía ser J.J. Jameson regañando a Peter Parker, pero se quedaba como el profesor barco que dirige el periódico escolar de la “Escuela Secundaria William Randolph Hearst”.

—Al ratito. Ahorita lo que voy a hacer será meterme al baño a masturbarme con fotos de cadáveres —dije, bien campante.

Se creó un silencio en toda la sala de redacción. Roto únicamente por la carcajada del Barón Samedí, a quien solamente yo escuché.

Continuará…

 

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MonroyBernardo Monroy nació en 1982 en México D.F. y actualmente vive en León, Guanajuato. Es periodista y ha publicado el libro de cuentos “El Gato con Converse” y la novela “La Liga Latinoamericana”; así como la novela electrónica “Slasher”, disponible gratuitamente en el portal Zona Literatura. Es aficionado a los videojuegos, los cómics y los géneros de terror, fantasía y ciencia ficción, y escribe porque está frustrado, ya que nunca pudo ingresar a la Escuela de Jóvenes Dotados del Profesor Xavier. Sus textos han sido traducidos al klingon y al élfico.