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ES MUY DESALENTADOR QUE EN MÉXICO

SIGAMOS EMPANTANADOS EN LA DISCUSIÓN

DEL MUNDO NARRADO Y EL MUNDO A SECAS

 

Manuel Barroso

 

 

Muy pocos escritores en México tienen la presencia de Alberto Chimal. Sale en la tele, habla en la radio, imparte cantidad de cursos y participa mucho en redes sociales, pero eso es lo más leve. Lo realmente pesado es que ha generado una obra vasta y, a base de trabajo y de historias, se ha ganado un lugar grande en las letras latinoamericanas.

Se entiende, entonces, que callemos para que su voz brote de lo más profundo de debajo de la cama y se pronuncie.

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Has comentado mucho sobre la idea de la literatura de imaginación (a veces tratada como literatura de imaginación fantástica (término que prefiero)). Es un subgénero, una etiqueta para desmarcarse de otras, un momento en la literatura contemporánea, una forma de entender las historias, ¿qué es?

En un primer momento quería ser un nombre, nada más: uno que incitara a leer con menos prejuicios de los que inspira el conjunto de los términos mercantilizados en boga que nombran formas de narrativa no realista: “ciencia ficción”, “literatura fantástica”, etcétera. También quería disipar un poco la confusión que se da entre todos ellos. Hay gente, incluso en los medios y en la academia, que dice ficción (a secas, sin adjetivos) cuando quiere decir ciencia ficción… y de hecho está pensando en una etiqueta para referirse a la serie de Harry Potter. Así de mal estamos en cuanto a términos. Otra confusión similar es la de “géneros” y “subgéneros”.

Dado que los prejuicios no parecen haber disminuido, ni siquiera entre mis propios “colegas”, tengo que agregar que, en el fondo, la imaginación fantástica no es más que un recurso literario, que se puede emplear dentro de los “géneros” (o “subgéneros”) narrativos conocidos como tales, pero también fuera de ellos.

Un ejemplo de la literatura mexicana que me gusta usar es el de Pedro Páramo. Evidentemente, Juan Rulfo no escribió dentro del “género” (o “subgénero”) del relato de fantasmas inglés del siglo XIX, ni tampoco dentro del horror sobrenatural estadounidense del XX, ni en ningún otro parecido a éstos, simplemente porque vivió, leyó y escribió en un contexto muy distinto del de Sheridan le Fanu o Lovecraft. Negarlo sería absurdo. Pero, por otra parte, en Pedro Páramo hablan los muertos. Un hecho que juzgamos imposible en el mundo real es verdad literal en el mundo narrado de la novela. Sin que Pedro Páramo deje de referirse a la vida rural, a la historia mexicana, a todo aquello por lo que suele elogiársele, también hay ciertos momentos de su texto que utilizan la imaginación fantástica: la descripción de algo imposible a sabiendas de que lo es. Esto no tendría por qué impedir que se elogien todas las virtudes del libro ni que se le ponga, como suele hacerse, en el tramo final del “género” (o “subgénero”) de la novela de la Revolución.

Hay que ver la cantidad de dificultades en las que se meten escritores y críticos cuando intentan “razonar” que los hechos narrados de forma realista en Pedro Páramo, o en los cuentos de Octavio Paz, o en Aura, sí son ciertos (cuándo y en dónde, me pregunto yo), pero los que recurren a la imaginación fantástica son “metáforas”… La narratología no es una especialidad nueva de los estudios literarios, pero esas lecturas la ignoran del todo al confundir a un mundo narrado –que es una representación– con el mundo a secas. Es frecuentísimo y sumamente desalentador, porque es otra forma en la que los prejuicios que mencionaba antes siguen existiendo.

Tengo que agregar lo siguiente: en este momento de mi vida me parece también muy desalentador que en México sigamos empantanados en esa etapa de esa discusión. Que a más de una obra aparecida en este país se le niegue el derecho de ser leída sin adjetivos por delante, sin prejuicios de por medio, me parece un signo de nuestro atraso: uno de tantos. No es sólo un problema literario, lo que en última instancia (la verdad) no sería tan importante: también es un reflejo de otros mecanismos de exclusión y de desigualdad que nos resistimos a reconocer y denunciar. He comentado mucho sobre este tema, como dices, pero francamente ya estoy cansado de hacerlo. Preferiría concentrarme en escribir, para los pocos o muchos lectores que pudieran llegar a mi trabajo y encontrar algo de valor en él, y nada más.

TodasLasEdiciones

En La ciudad imaginada tienes un cuento en el que le das el papel de dios al lector para que pueda montar, deshacer y rearmar el mundo que le otorgas. ¿Puede dicho juego verse como tu poética?

Me gusta esa lectura. Y sí, es al menos una parte importante de lo que me propongo. Debo reconocer que es una aspiración rara, dado que pone por delante al lector.

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La torre y el jardín es (creo), aparte de un clásico nuevo de la literatura en español, una historia de cómo amamos las historias. Es algo que, de algún modo, trazas también en Gente del mundo, en Grey y, de modo más sutil, en Los esclavos. ¿Es un tema que guía tu proceso de escritura?

Para mí no es un tema sino un afecto sincero. Un lugar común es que la ficción puede considerarse una especie de mecanismo, cuyo funcionamiento se contempla desde fuera y que se aprecia en función de cualidades, acciones y resultados que están siempre a un lado de nosotros, pero yo no creo en ese cliché. Para mí la ficción puede llegar a ser algo mucho más íntimo y cercano: algo como un órgano del cuerpo, como un sentido adicional a la vista, el oído, etcétera. Una forma distinta de investigar la vida y nuestro lugar en ella. Con esto nos acercamos a otro gran conjunto de clichés –los que en la actualidad se refieren sobre todo al proceso de escritura de la novela–, así que antes de chocar con ellos agrego que, por otro lado, sí me importa mucho crear cuentos y novelas en los que el lector pueda involucrarse de diversas maneras, escoger entre varias alternativas y hacer uso de su propia creatividad, a partir del reconocimiento de que, al menos en cierto nivel de la lectura, siempre está presente la idea de que el lector se relaciona con una representación. También se podría decir así: mi trabajo trata, entre otros temas, el de las representaciones.

Gracias por lo que dices de la novela, por cierto.

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En un ensayo dices que la literatura de imaginación fantástica descoloniza la imaginación. ¿Crees que su auge en la actualidad se deba a dicha capacidad?

Creo que la imaginación fantástica puede contribuir a esa descolonización, pero puede también no hacerlo. Lo digo porque el auge al que te refieres es de hecho el de un puñado de franquicias de historias controladas por grandes conglomerados globales cuyo fin es precisamente colonizar a sus posibles consumidores, atraerlos a sus mundos narrados y no soltarlos nunca. Lo que hacen es lo contrario de lo que yo defiendo como una posibilidad única de la imaginación fantástica. No hay nada de malo en sumergirse en mundos ficcionales amplios y detallados (y los más populares de esta época tienden a lo absolutamente inabarcable, al abrirse a la difusión en muchos medios o “plataformas” distintos). Pero lo que los hace populares no es que alienten a reexaminar o criticar la realidad: esto hay que reconocerlo. La causa de que esto sea así no es la herramienta (el recurso de la imaginación fantástica) sino el uso que se le da.

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Dime un libro que te encante y que nadie crea que pueda gustarte.

Con eso, en realidad, me estás preguntando por mi imagen pública o los lugares comunes a los que ésta podría reducirse… No soy la mejor persona para responder, dado que me miro desde adentro y con todas las dificultades del caso. Te puedo decir, eso sí, que hay libros y autores que me gustan mucho, que han influido en mí y a los que incluso he hecho referencia más o menos explícita en mi trabajo, y que ningún lector parece haber buscado en los textos, tal vez porque no son parte de la imagen de un “autor de género”. Hasta hace poco tiempo –que una persona lo mencionó en relación con La torre y el jardín en una red social– uno de ellos era Mario Levrero, a quien leo desde la adolescencia, cuando de veras era autor de culto. Otro es Emmanuel Lévinas. La huella del otro, que es un par de ensayos publicados en español por Taurus en 2000, me caló muy hondo.

ZR-Conejos

 

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IMG00330-20120517-2113-1Manuel Barroso nació, creció y murió antes de enterarse de ello. Por eso reseteó la consola y sigue aquí.

Lee como poseso, escucha rap y jazz de forma adictiva, escribe porque le duelen las historias. Odia las verduras.

Mañana comprará un rifle.

@manubch