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FUNESTAS PROFECÍAS

Amaranta Monterrubio

 

Proveniente del Valle de Teotihuacán, mi familia ha tenido una relación complicada con la magia. La tierra de nopales, tunas y tolvaneras —sin mencionar la presencia de las Pirámides— brinda el ambiente propicio para el pensamiento mágico. Algunas nos hemos entregado a él, hemos decidido estudiarlo, consultarlo, ejercerlo, pero no se nos olvida que preguntando a los oráculos hemos conocido la angustia.

Recuerdo una lectura de cartas de tarot en casa de la abuela en la que el aire cambió de pronto. La tarotista, muy nerviosa, cerró la lectura y de inmediato salió a fumar, pidiéndole al consultante que la acompañase. Los demás nos quedamos confundidos en el comedor, sin entender qué había pasado. Meses más tarde nos enteramos de que la cartomante había descubierto una infidelidad en la tirada. Cuando salió a fumar fue para pedirle al consultante que arreglara ese asunto o pronto se conocería. Él no hizo caso, resultando en un tremendo dolor y una ruptura insalvable dentro de la familia. Aquella tarotista, amiga de mi madre, jamás volvió a visitar la casa y anunció que prefería no guardar relación con nosotros.

A partir de entonces, la consulta de las cartas del tarot se volvió una constante. Mi abuela y una de sus hijas buscaron a una tarotista con la que no hubiera una relación previa: la señora Elisa. Era una intérprete atinadísima. En sus lecturas la familia conoció con anticipación pérdidas de empleo, enfermedades, embarazos inesperados y matrimonios fallidos. Sus predicciones certeras asustaron tanto a las tías y tíos que prefirieron no verla más. No fue así con la abuela.

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Tarot de Leonora Carrington

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En su cuento “La piedra” (El ángel de Nicolás, 2003), Verónica Murguía reconstruye el mito de Juan el Bautista desde el punto de vista de la familia real. Muerto su esposo Filipo, Herodías se casa con su cuñado, Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande, quien mandó matar a los niños de Belén buscando interponerse a la profecía del triunfo político de Cristo. Herodías se va a vivir junto con su hija Salomé al palacio de Herodes en Jerusalén. El rey le hace saber a su esposa que él mismo dio muerte a su hermano por la espalda para casarse con ella. «Perdí mi alma por ti», le confiesa.

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Mientras tanto, corre el rumor de un profeta que sabotea los tributos para los sacerdotes, alebresta a los habitantes de Galilea y se dedica a hacer abluciones en el Jordán. Más por curiosidad y presión política que por ignominia, Herodes aprehende a Juan el Bautista.  

En su primer encuentro dentro del palacio, Juan señala a Herodías y advierte a Herodes: «No debes poseerla; ésta es la mujer de tu hermano», haciéndolo palidecer. Antes de ser encerrado, Juan el Bautista hace una profecía para Herodías: «Las piedras son la muerte decretada para la adúltera».

Desde ese día, el profeta irrumpió en las mentes de Herodes y Herodías, removiendo sus miedos, sus fantasmas más oscuros y profundos. ¿Por qué, sabiendo que el futuro es algo completamente desconocido, las profecías calan tan hondo?

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Verónica Murguía

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La abuela hacía viajes a la Ciudad de México para preguntar por el destino de sus hijos. El consultorio de la tarotista era el único lugar a donde no permitía que nadie la acompañase. Argumentaba que esas visitas las realizaba para prevenir tragedias. En una ocasión, acudió a una lectura de cartas para preguntar por una de sus hijas, pero a mitad de la tirada la señora Elisa la interrumpió: «¿Usted sufrió recientemente un accidente?» La abuela se quedó atónita. Jamás había consultado su propio destino y quien lee el tarot sabe que cuando las cartas expresan con claridad algo sin que se les pregunte se trata de acontecimientos contundentes. No había tenido ningún accidente en días anteriores. El accidente estaba en el futuro.

Después del presagio de Juan el Bautista, tanto Herodes como Herodías recurren a actividades desesperadas para encubrir sus verdaderos pensamientos. Herodes busca la compañía Juan el Bautista a pesar de que el profeta no tiene más que insultos para él. Se hunde en preocupaciones de su quehacer político y en pensamientos hacia Salomé, pero lo que subyace es el recuerdo de su hermano cuando era niño y la culpa por la traición a su sangre. Por su parte, Herodías se obsesiona con la pérdida de su juventud. Utiliza los menjunjes más extraños buscando recuperar su belleza, pero en lo único que piensa es en un sueño que se le presenta cada noche: una piedra roja, inmensa, cayendo sobre ella. 

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The Apparition / Gustave Moreau (1876)

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«Las piedras son la muerte decretada para la adúltera» puede ser una predicción obvia, si se quiere, pensando que la lapidación era el destino de las mujeres en Jerusalén cuando se les descubría en una infidelidad. Tan obvio como predecir que la abuela tendría un accidente. Cualquier persona vive un accidente en algún momento de su vida, ¿cierto?

Para regresar a Teotihuacán, la abuela tomó el autobús de siempre. Iba pensando en el vaticinio de la señora Elisa y, cuando por fin lo desestimó, se quedó dormida. Un golpe en la cabeza la despertó. Al abrir los ojos sintió escurrir sangre por su rostro. Tenía la mirada nublada y le punzaba un dolor agudísimo en la entreceja. Un cuadro de bicicleta le había caído encima, descalabrándola. Uno de los pasajeros había puesto aquel fierro en el maletero, justo arriba del asiento de ella. En un movimiento brusco del autobús el cuadro cayó sobre su frente. 

Cuando advirtieron la sangre, los pasajeros le hicieron saber al conductor que había «una persona accidentada». Se veía tan aparatosa la herida que el conductor detuvo el autobús para esperar a los servicios de emergencia y a la policía. El dueño del cuadro de bicicleta dijo que simplemente no tenía dinero y no pagaría ninguna indemnización. Fue imposible llegar a un acuerdo con él.

La abuela estuvo con el descalabro en medio de la carretera a pleno sol por varias horas. Llegado el ocaso, el conductor del autobús se ofreció a pagar los servicios médicos. La abuela recibió varias puntadas y se juró a sí misma jamás volver con la señora Elisa.

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Tarot de Leonora Carrington

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Después de la muerte de Juan el Bautista, años después, Herodes y Herodías por fin descartaron la profecía y lograron dormir tranquilos. Igual que a la abuela, durante el sueño, el presagio les cayó encima en la más literal de sus acepciones.

A la fecha, la abuela nunca pregunta por el futuro en las cartas del tarot. Eso sí, pide consejo o pregunta por posibilidades y por peligros. Dice que es porque descubrió que anticiparse sólo le causaba angustia, tenía discusiones fuertes con sus hijas por tratar de entrometerse en sus asuntos e incluso propiciaba el cumplimiento de los vaticinios de la señora Elisa.

Se dice mucho que los y las profetas predicen el futuro, pero creo que no es así, pienso que los profetas, al igual que los tarotistas, leen. Leen el destino en el libro de los signos: el tarot, las velas, la mano, el espejo, los ojos de quien consulta. Al leer el destino, lo condicionan con su palabra, con su presencia constante pendiendo sobre los hilos del tiempo. Entonces, los presagios no son una adivinación, son una lectura. Profeta no es quien adivina, es quien lee y labra el destino con su interpretación. 

Ninguna consulta de oráculo es inofensiva y quien interpreta tampoco lleva un papel inocuo. Preguntar el futuro no tiene por objetivo principal saber si los oráculos son fraudes o si los intérpretes mienten. Leer aquello que no ha ocurrido es consultar el libro de lo numinoso y cargar con la consecuencia. El costo a pagar suele ser la angustia.

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Tarot de Leonora Carrington

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En este punto quizás es ocioso preguntarse por las «profecías autocumplidas», todas lo son: al pronunciarse comienzan su cumplimiento, tal como lo hacen las maldiciones o las sentencias de los padres hacia sus hijos. Sin embargo, una buena profecía depende de una aviesa lectura del pasado y del presente, lo suficiente para calar e introducirse en la mente del consultante hasta cumplirse.

Parece que la señora Elisa labró por un tiempo el destino de la familia y quien pagó el costo de angustia fue la abuela, hasta que un descalabro le oscureció la vista, pero le aclaró la razón. Más de un reino ha caído por la sentencia de un profeta.

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Amaranta Monterrubio

Ha sido sonidista, diseñadora sonora y editora de video sólo para descubrir que su vocación era preparar café para sus invitados y escribir.

Publicó el libro de cuentos Llegará el silencio (Cuadrivio Ediciones, 2020).

Dirige la productora audiovisual Gatanegra.

@nemitlazohtla

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