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el rescate de la ciencia en el cine

David Venegas

 

Desde hace algunos años, hemos estado bajo un incesante bombardeo de películas comerciales de ciencia ficción. En las producciones hollywoodenses se utilizan armas de producción masiva de efectos especiales: digitalización, renderización, animación y muchas otras “ción”, que se conjugan en las pantallas de los cines para que los espectadores recibamos nuestra dosis de diversión y/o aturdimento.

Cintas como Avatar (James Cameron, 2009), Titanes del Pacífico (Guillermo del Toro, 2013), Al filo del mañana (Doug Liam, 2014), sin mencionar a toda la nueva ola de superhéroes, salen a relucir en discusiones de sobremesa acerca de si son buenas, mediocres o pésimas. Para evaluarlas, rara vez se toma en cuenta la precisión científica, o el papel que ésta jugó en la trama.

Y es que a pesar de que todas estas películas tienen elementos que las catalogan dentro del género “ciencia ficción”, lo cierto es que no hay una mejor justificación científica para la existencia de los extraterrestres azules de Avatar, que para el dragón escupefuego de El Hobbit. ¿Acaso podemos juzgar y condenar a superproducciones (que se han convertido en el gusto culposo de muchos de nosotros) por no contar en absoluto con un sustento científico?

Algunos cineastas no saben (ni tienen por qué saber) de ciencia, por lo que no es raro que la mayoría de las cintas comerciales de ciencia ficción estén más cerca de la franca fantasía que del más mínimo nivel de precisión científica.

Sin embargo, para regocijo de los más exigentes, aún hay quien se arriesga a filmar películas con contenido científico suficientemente denso, como para ser tema de discusión tanto en una reunión de fanáticos de la ciencia ficción como en una clase de ciencia “dura”. Este es el caso de la cinta Interestelar, dirigida por Christopher Nolan, co-escrita con su hermano Jonathan e inspirada en el trabajo del físico teórico Kip Thorne (quien además fungió como asesor científico).

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Si bien en Interestelar no se explica la razón por la que la Tierra ya no podrá sustentar la vida humana a corto plazo, se estableció un escenario en el que la exploración del Espacio remoto adquiere una importancia crítica, obligando a los protagonistas a enfrentarse a los misterios del Cosmos para encontrar un nuevo hogar, en una galaxia distante para evitar la extinción de la humanidad.

Los problemas que los astronautas enfrentan en su viaje son un reflejo de lo que realmente conocemos de la física y hacen referencia a lo que nos falta por descubrir. Un ejemplo es la gravedad, que a pesar de experimentarla cotidianamente, aún no comprendemos cómo funciona en sitios como los agujeros negros. Sin embargo, el fenómeno de dilatación gravitacional del tiempo se ha logrado medir con precisión, e implica que mientras más intenso sea un campo gravitacional, el tiempo correrá más lento en la zona que afecte. Esto explica por qué mientras Anne Hattaway lucha por no ahogarse durante una hora en las cercanías del agujero negro Gargantua, en la Tierra pasan siete años.

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En la vida real, este fenómeno causa que el tiempo sobre la Tierra transcurra un poco más lento que en los satélites en órbita, lo que provoca un pequeño desfase de fracciones de segundo. Si este problema no se corrigiera continuamente, podría repercutir gravemente en los sistemas de GPS y las telecomunicaciones.

El anterior es sólo un ejemplo de los diversos temas científicos que se abordan. Dilemas que se relacionan con mecánica cuántica y las múltiples dimensiones del Universo son elementos que le dan forma a la trama de la película y también se discuten actualmente en los institutos de investigación. Así, queda claro que Interestelar es una película que se realizó teniendo especial cuidado en los conceptos científicos, pero también pone de manifiesto uno de los rostros menos reconocidos de la ciencia: las fallas y en muchos casos la incapacidad de los científicos para dar respuestas determinantes; o el modo en que se deja de lado el “método científico” para seguir la intuición de los investigadores. Dichos aspectos evidencian el carácter de la ciencia como actividad humana, tanto en la ficción como en la realidad.

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Por otro lado, Interestelar no está exenta de críticas, pues disimula algunos puntos débiles del guión con argumentos complicados que tienen poco que ver con la ciencia. Por ejemplo, el clásico final en que el héroe forma una pareja romántica con su coprotagonista femenina, no importa cuanto espacio y/o tiempo los separe. Para incluir este cliché, se requirió de un rescate muy forzado y por demás milagroso (fue necesaria una intervención cuasi divina).

Otra escena controversial podría ser la dimensión de detrás del librero. Ese escenario se planteó para salvar el hecho de que nada puede escapar de un agujero negro, ni siquiera la transmisión de cualquier tipo de mensaje, así que la única manera que tendría nuestro atribulado protagonista de salvar a la humanidad sería (nuevamente gracias a la ayuda de entidades superiores) aprender a viajar por el tiempo como si se moviera en el espacio, y así poder revelarle a su hija la clave de la supervivencia, muchos años atrás.

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Finalmente, la constante ayuda de “ellos”, que en un principio se interpreta como una intervención extraterrestre y luego se aclara que proviene de seres descendientes de la humanidad que aprendieron a vivir en más dimensiones de las que estamos acostumbrados, habría requerido de un mejor desarrollo para no evidenciar que la incluyeron como una salida fácil para las complicaciones o inconsistencias del guión.

Tomando en cuenta sus fortalezas y debilidades, Interestelar tiene el potencial para convertirse en una película de culto y en una referencia obligada para aquellos que gustan de la ciencia ficción dura, pues retrata muy bien nuestro nivel de conocimiento actual respecto a los temas científicos que aborda. También es importante recordar que no se trata de un documental, y si bien el rigor científico nos impide especular (demasiado), la ficción puede llenar los huecos en las teorías científicas y llevarnos a lugares muy distantes en el espacio-tiempo.

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davidDavid Venegas

Biólogo de formación, interesado en los monstruos del pasado, estudioso de reptiles acorazados y autor de un tratado sobre dragones de ríos y lagos. Actualmente me dedico a explorar los límites de la imaginación a los que la ciencia nos permite llegar. Esta labor me ha hecho desarrollar una adicción por convivir con investigadores y por narrar la crónica de sus exploraciones, ya sean teóricas o experimentales.