CELEPHAÏS
lo onírico como otra vida
Roberto Carlos Garnica Castro
Lovecraft escribió “Celephaïs” en 1920 y fue publicado por primera vez en 1922 en el periódico The Rainbow.
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En este breve relato, Kuranes[1], último sobreviviente de una familia noble, ha perdido sus tierras y riquezas. Desde niño aprecia más la vida onírica que la vida ordinaria y está obsesionado con Celephaïs, ciudad a la que sólo puede acceder mientras duerme. Recurre a las drogas para acrecentar sus horas de sueño y tiempo después se convierte en rey y dios supremo de aquella ciudad mística, mientras las olas estrellan su cuerpo contra las rocas del acantilado.
Sin duda es fascinante acercarse a este texto desde una perspectiva literaria, pero también es revelador minar sus apuntes filosóficos.
Algunos de los tópicos que se abordan en “Celephaïs” son la diferencia entre sueño y vigilia, la contraposición entre niñez y edad adulta, la multidimensionalidad del tiempo y el espacio, etc.
En una entrega anterior (Garnica, 2024a) ya abordamos el tema de lo onírico y destacamos que para Lovecraft los sueños y lo que denominamos realidad tienen el mismo peso ontológico: “toda la vida no es más que un conjunto de imágenes en nuestro cerebro, y no hay ninguna diferencia entre las cosas reales y las engendradas por nuestros sueños” (Lovecraft, 2005b). El relato que ahora analizamos sostiene la misma metafísica y proporciona otros elementos para sugerir que en lugar de oponer los sueños a la realidad es más adecuado hablar de vida o mundo oníricos versus vida o mundo ordinarios.
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Más aún, si bien los dos planos de existencia tienen el mismo peso ontológico, desde la perspectiva experiencial y estética el mundo onírico es más rico que “la pobre vida real”: a Kuranes “le traían sin cuidado las vidas de las gentes que le rodeaban, ya que prefería soñar” y “cuanto más se alejaba del mundo que le rodeaba, más maravillosos se volvían sus sueños” (Lovecraft, 2005a).
De igual modo, también se postula la superioridad cognitiva y existencial de las etapas tempranas de la vida: “cuando no encontraba la manera de revelar la verdad y la experiencia, se sumergía en la fantasía y la ilusión” que permanecen en “los recuerdos brumosos de los cuentos y sueños de la niñez”; “pocas son las personas que conocen las maravillas ocultas en los relatos y visiones de su juventud”, pues conforme crecemos “nos convertimos en personas torpes y prosaicas, cargadas por el veneno de la vida” (Lovecraft, 2005a). En suma, hemos sacrificado la intuición y la belleza por el saber y la infelicidad.
Esta concepción tiene también implicaciones literarias: mientras que los escritores modernos “se esforzaban por despojar de sus vidas todas las envolturas adornadas de mitos y mostrar con fea desnudez la inmunda realidad, Kuranes sólo buscaba la belleza” (Lovecraft, 2005a)[2].
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Otro tópico que recorre el texto es el tiempo. Se específica, por ejemplo, que la duración es muy diferente en el mundo onírico y en el mundo ordinario: la primera vez que Kuranes, en su infancia, soñó con Celephaïs, su espíritu moró allí “toda la eternidad que albergaba una hora de aquel atardecer veraniego” y sus habitantes no tenían “consciencia del tiempo transcurrido” (Lovecraft, 2005a). Se habla también de la reversibilidad del tiempo y de manera radical se señala incluso que allí “el tiempo no existe” (Lovecraft, 2005a), “there is no time” (Lovecraft, 2011), cuestión que se contrapone a la física aristotélica que plantea que el tiempo es la condición del movimiento y del cambio.
En consonancia, se habla de “una zona del espacio en la que no existen las formas” y se encuentra “fuera de las fronteras de lo que él llamaba infinito”. Se trata de una dimensión en la que habitan otros seres, “gases luminosos [que] estudian los secretos de la existencia” y a los que les es difícil pensar en el ser humano, pues “el gas nunca había oído hablar de planetas u organismos, y definía a Kuranes como una simple existencia del infinito, donde se mezclan materia, energía y gravitación” (Lovecraft, 2005a)[3].
Hay, por último, una cuestión provocadora asociada con el desenlace de esta historia: al parecer Kuranes accede de manera definitiva a su añorada ciudad sólo con la muerte. ¿Es con dicho salto que el individuo se libera y alcanza la auténtica vida onírica? Parafraseando a Platón: igual que el filósofo, ¿el soñador experimenta la vida ordinaria como una prisión y, por ello, se esfuerza en morir?
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[1] Éste es en realidad el nombre con el que se le conoce en el mundo onírico pues, como especifica Lovecraft (2005a), “cuando estaba despierto se le conocía por otro nombre”.
[2] Esto coincide con lo que desarrollamos en “Lo innominable como categoría ontológica y estética”: en contraposición con los que consideran que sólo la vida cotidiana, “las experiencias normales y objetivas poseen un valor estético” (Lovecraft, 2005c), el genio de Providence sugiere que es “más interesante y placentero evadirse de la rutina y elaborar originales y dramáticas recombinaciones de imágenes” (Garnica, 2024b).
[3] Aunque por falta de espacio no lo desarrollamos, al menos sugerimos dos cuestiones: 1) este apunte de Lovecraft evoca la reflexión cantoriana en torno al transfinito y 2) estos gases luminosos que hablan nos obligan a discurrir en las posibles características heterogéneas que podrían tener otros tipos de vida.
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AQUÍ puedes leer «Celephaïs».
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REFERENCIAS
Garnica, R. C. (2024a): “The Silver Key de Lovecraft, la superioridad estética de la vida onírica”; Penumbria. Revista fantástica para leer en el ocaso. Recuperado de https://www.penumbria.mx/la-superioridad-estetica-de-la-vida-onirica/
Garnica, R. C. (2024b): “The Unnamable de Lovecraft, lo innominable como categoría ontológica y estética”; Penumbria. Revista fantástica para leer en el ocaso. Recuperado de https://www.penumbria.mx/lo-innominable-como-categoria-ontologica-y-estetica/
Lovecraft, H. P. (2005a): “Celephaïs”, en Narrativa completa/Vol. I; Valdemar.
Lovecraft, H. P. (2005b): “La llave de plata”, en Narrativa completa/Vol. I; Valdemar.
Lovecraft, H. P. (2005c): “Lo innominable”, en Narrativa completa/Vol. I; Valdemar.
Lovecraft, H. P. (2011): “Celephaïs”, en The Complete Works of H. P. Lovecraft.
Platón (1988): “Fedón”, en Diálogos III; Gredos.
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Roberto Carlos Garnica Castro
Poseído por múltiples pasiones como la filosofía, la antropología, la historia y la literatura ha desarrollado una mirada caleidoscópica y rizomática que se funda en un principio muy simple: abordar cada cosa desde el otro extremo. En ese sentido considera que toda filosofía tiene un trasfondo poético y toda obra literaria una base filosófica… y la mortal vida es la fuente de todo.
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