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LOS SONIDOS DEL ABISMO

sobre Magnetofónica de Iliana Vargas

 

Miguel Lupián

 

Conocí a Iliana Vargas, según Facebook, en mayo de 2012. Aunque realmente la conocí, es decir, cuando la leí por primera vez, el veintidós de agosto de ese mismo año: esperando mi viaje a Yuggoth, encontré Joni Munn y otras alteraciones del psicosoma en la librería del aeropuerto, y literalmente volé. A pesar de esta primera gran impresión y de la amistad virtual que mantuvimos, fue apenas hace dos años que logramos coincidir en las presentaciones de Bella y brutal urbe, antología donde ambos formamos parte. Digo “apenas” porque Iliana es de esas personas que crees conocer de toda la vida: tenemos muchos intereses en común (lecturas, escrituras) y, sobre todo, un halo de sincronía nos envuelve. Por eso me siento honrado de poder escribir estas palabras sobre Magnetofónica, su más reciente aventura.

Iliana Vargas y su libro/disco Magnetofónica. Foto de Lucero García.

Iliana Vargas y su libro/disco Magnetofónica.
Foto de Lucero García.

La literatura fantástica hecha en México está en muy buen estado. Los grandes maestros, los pioneros del resurgimiento de lo fantástico, siguen publicando obras de gran calidad, posicionándose en editoriales importantes; la segunda generación cada vez empuja con más fuerza, encontrando su voz; y la tercera está demostrando gran interés y pasión por el tema (en Penumbria lo atestiguamos mes con mes, con los más de cincuenta cuentos que nos llegan en cada convocatoria).

Y de todas estas voces, la de Iliana es la que suena y resuena con más fuerza.

La primera palabra que cruzó por mi mente al leer/escuchar Magnetofónica fue “riesgo”. Iliana corrió varios riesgos al crear este libro/universo:

C) Consideró que sus lectores poseen una gran capacidad intelectual y lectora.

D) Creó algo inclasificable, donde las definiciones de lo fantástico son insuficientes, provocando dolores de cabeza a los teóricos y libreros al no saber dónde acomodarlo: ¿en ciencia ficción, terror, fantasía?; ¿en cuento, novela?

E) Rompió varias reglas/consejos sobre cómo escribir cuentos, como aquellas que rezan: “a mayor complejidad de la historia, mayor simplicidad en la narración”, “mantener una estructura lineal”, “darle mayor peso a la historia que a los personajes”, “evitar a toda costa la prosa poética”…

F) Utilizó epígrafes de autores ajenos al “género”: Henry David Thoreau, Carlos Edmundo de Ory, Henry Michaux, Wislawa Szymborska…

G) Propuso un lenguaje híbrido, donde la terminología física, acústica y biológica se mezclan con la poesía, formando un corpus.

A) Jugó, en complicidad con sus editores, con la estructura de los textos, emulando ese continuo girar de la aguja sobre el acetato.

B) Creó, a la usanza de Lovecraft, Tolkien, Howard y Hora de aventura, su propia cosmogonía.

¿Acaso no es la buena literatura la que corre riesgos?

Me resultó inevitable pensar en la Kalpa imperial de Angélica Gorodischer o en los Cuentos de la región del polvo y de la región del moho de Alain Derbez. Sin embargo, la voz de Iliana es tan peculiar que no tiene comparación.

Por si fuera poco, nos propone (al menos) dos modos de lectura: la lineal/circular de pasar hoja tras hoja y separando la parte abisal de la diafónica (aunque ninguna podría subsistir sin la otra). En la parte abisal necesitamos sumergirnos más de dos mil metros para, en medio de la oscuridad, vislumbrar a esas extrañas creaturas/espejo que nos reflejan. En la parte diafónica la maravilla se cierne sobre nosotros, haciendo posible lo improbable.

Para la RAE, una diafonía es una “transferencia indebida de energía de un circuito de transmisión perturbador a otro denominado perturbado”, o la “perturbación electromagnética producida por un canal de comunicación por el acoplamiento de éste con otro u otros vecinos”.

Aquí hay dos acciones clave: perturbar e interrumpir.

El objetivo de toda literatura fantástica (terror, ciencia ficción, fantasía y demás subgéneros) debería ser, además de sorprender, perturbar. Aunque suena complicado, pues muy pocos lo logran, Magnetofónica es la prueba viviente de que sí se puede.

Nuestra vida, carrera inexorable hacia la muerte, es interrumpida por millones de situaciones. Magnetofónica, prótesis de Iliana, quien, a través de la palabra escrita/cantada nos toca, volviéndose un solo cuerpo con cada uno de sus lectores, es una interrupción significativa, una interrupción que resonará constantemente en cada parte de nuestro cuerpo.

Nadia Cortés, reflexionando sobre la obra de Jean-Luc Nancy, señala que “somos a través de lo que escribimos y esa escritura nos modifica radicalmente. La escritura se abre aquí como prótesis, desplazamiento del sentir extraño de un cuerpo hacia otros sentidos y de vuelta a la sensación inicial ininteligible. Trópica de la extrañeza que se columpia del texto a la vida, de la vida al texto. Indecidibles”.

Iliana Vargas, como en el maravilloso cuento “Cordelia” de Adela Fernández, creó un mundo/espejo y lo quebró, ofreciéndonos un trozo de cristal en cada ejemplar de Magnetofónica, donde una pequeña Iliana surgirá, buscando otro espejo para quebrar, y otras pequeñas Ilianas surgirán de cada trozo y así, hasta llenar el mundo con sus colores y sonidos.

A propósito de este juego acústico, Thomas Ligotti escribió algo muy ad hoc: “El consuelo del terror en el arte es que en realidad intensifica nuestro pánico, lo amplifica en la caja de resonancia de nuestros corazones ahuecados por el miedo, sube el volumen al máximo, tratando de alcanzar esa perfecta y ensordecedora amplitud con la que podamos bailar la música grotesca de nuestra propia desdicha”.

En el primer párrafo señalé que “un halo de sincronía nos envuelve”. Emiliano González, de quien Iliana también es  gran seguidora, lo llama “intuición y coincidencia”. En Magnetofónica se presentó una coincidencia mágica: en una parte, Iliana se refiere a “la ciudad del bosque, la ciudad de la neblina”. Hace unos meses edité una colección de cuentos de Emiliano (de pronta publicación) que llevará por título, precisamente, La ciudad del bosque y la niebla.

Magnetofónica es, además de un disparador de la creatividad, un libro que te motiva a seguir escribiendo, a pulir tu técnica, afinar tus voces: una esperanza sonora.

A manera de invitación, concluiré esta reseña/melodía con una cita de Iliana:

“Los umbrales no se cruzan sin consecuencias fatales”.

Iliana dedicando Magnetofónicas. Foto de Ana Paula.

Iliana dedicando Magnetofónicas.
Foto de Ana Paula.

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Lectura de «[diafonía 17] coordenadas» en la presentación de Magnetofónica (Casa del Poeta, 10 de marzo de 2015):

 

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Aquí para leer más de la autora.

Aquí para conseguir el libro.

 

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yocomicMiguel Antonio Lupián Soto

Ex alumno de la Universidad de Miskatonic, feligrés de la iglesia Cthulhiana y devoto de San Lemmy.

mortinatos.blogspot.mx

@mortinatos