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ME GUSTA MEZCLAR GÉNEROS,

Y LA NOVELA SE PRESTA PARA ESO

Manuel Barroso

 

 

El feliz (y terrorífico) día que tenga un hijo (o una hija), la arrullaré como buen(a) niñ@ de paja: con historias terroríficas, con sangre-muertos-y-aplastados.

Sus palabras para dormir serán las de Bernardo Esquinca. Palabras con la voz del Centro Histórico, el miedo y el misterio. Voz que, ahora, surge de debajo de la cama para mostrarse.

Bernardo Esquinca (foto tomada de Yaconic).

 

Carretera perdida. Un paseo por las últimas fronteras de la civilización es un libro interesante, ameno y bien pensado. ¿Qué ha pasado con tu producción ensayística?

Hago mucha más ficción que ensayo porque prefiero la narrativa. Sin embargo, he seguido haciendo de vez en cuando textos ensayísticos y, algún día, se juntará otro libro. A diferencia de las piezas de Carretera perdida, que son muy de coyuntura y por lo tanto caducaron muy rápido, los textos que he estado trabajando ahora son atemporales, y ligan ideas y lecturas en torno a lo siniestro con una intención más perdurable. Algunos de ellos pueden leerse en el sitio web de Mórbido.

¿Cómo fue el trabajo de creación y compilación de Ciudad Fantasma?

Muy gozoso, porque fue un trabajo hecho desde una perspectiva de fanáticos del género, sin intenciones academicistas. Tanto Vicente Quirarte como yo nos guiamos por nuestros gustos personales, por los cuentos que nos marcaron como lectores y escritores, y acudimos a nuestros libreros más que a la hemeroteca. Al mismo tiempo yo, que nunca antes había fungido como antologador, descubrí que es otro tipo de felicidad, la de reunir y poner el trabajo de otros ante los ojos del lector. Ahora está el proyecto de hacer País fantasma, con leyendas de toda la república, pero ese libro llevará más tiempo.

S. Eliot afirma que un escritor debe aportar algo a una tradición, a partir de su trabajo, para pertenecer a ella. Los niños de paja y Demonia (y seguro Mar negro también) son ya parte importante de la tradición de terror en México. Sin embargo, tienen rasgos notables del terror estadounidense. ¿A cuál de las dos crees deberle más?, ¿dónde están tus mayores influencias?

Mis influencias están en diversas partes, lo mismo en la literatura mexicana que en la anglosajona, en el cine que en la televisión. Puedo decirte, por ejemplo, que dos libros fundamentales en mi formación fueron El libro de la imaginación de Edmundo Valadés y El principio del placer de José Emilio Pacheco, al mismo nivel que las lecturas de Edgar Allan Poe y Ray Bradbury. No sé si existe una “tradición” de terror en México, porque se ha escrito muy poco al respecto, pero sí de lo fantástico. Para mí la única escritora mexicana que consagró la totalidad de su obra al género de terror es Amparo Dávila.

Por otro lado, tus cuatro novelas juegan con el género policiaco. ¿Te sientes más cómodo en esa tradición para tus textos largos (pensando en tus dos noveletas de terror)?

No es que piense de antemano “esto va a ser una novela de tal género”. Mi cabeza no funciona así. Pienso en la historia, en sus posibles ramificaciones, y generalmente cuando hago novela desarrollo misterios. Así ha sido desde Belleza roja. Los cuentos me salen más terroríficos. Curiosamente, no he hecho una novela exclusivamente de terror. Quizá porque me gusta mezclar géneros, y la novela se presta para eso.

Dime un libro que te encante pero que nadie pueda pensar que así sea.

Panorama mexicano 1890-1910, que son las memorias de Ciro B. Ceballos.

 

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Manuel Barroso nació, creció y murió antes de enterarse de ello. Por eso reseteó la consola y sigue aquí.

Lee como poseso, escucha rap y jazz de forma adictiva, escribe porque le duelen las historias. Odia las verduras.

Mañana comprará un rifle.

@manubch

 

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