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ME INTERESA EL ASUNTO

ABARCADOR DEL LENGUAJE

Manuel Barroso

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De todas las autoras que hay en el actual panorama de las letras mexicanas, Daniela Tarazona me parece la más interesante. Con sólo dos libros ha logrado hacerse de un lugar entre los lectores más exigentes.

Fotografía: Yvonne Venegas

Fotografía: Yvonne Venegas

Dos libros en tres años. No es un ritmo que suele verse en los autores que acaparan la mirada de la crítica y los lectores. ¿Con qué tiene que ver ese ritmo de creación?

Tiene que ver con la vida. Varios colegas que ya han publicado muchos libros versados sobre estas cuestiones me habían dicho que era muy difícil hacer una novela. Y yo no les creí hasta la mitad, más o menos, del proceso de El beso de la liebre. Y realmente me encontré con muchas dificultades personales: me cambié de país, me fui a vivir a Barcelona un tiempo y regresé casi al final. Hubo momentos en los que me parecía que la historia de Hipólita Thompson era realmente muy difícil de contar. Es un texto del que iba y volvía. Estaba muy inmersa y luego me alejaba queriendo mandarla a la chingada, no saber más de ella. Hubo momentos en los que dejé de escribir. Tuvo que ver con eso, con procesos emocionales, sobre todo. Pero también es que yo escribo cuando quiero. Y eso es bueno para ciertas cosas, pero para otras no tanto. La velocidad no es algo que me importe en lo más mínimo. Cuando veo que lo que estoy escribiendo tiene sustancia. Cuando no la tiene, de plano no me quedo sentada. No trato de buscar con la disciplina con la que quizá muchos escritores sí lo hacen. Todos los días machacando, dándole, dándole. Y también lo que me ha pasado hasta ahora es que siempre he escrito un solo libro a la vez. Ahora tengo tres proyectos de libro en mente, pero creo que voy a desarrollar uno y luego otro y luego otro. Creo. Tengo una relación muy difícil con la escritura, muy pasional. Una enorme satisfacción por escribir y un enorme repudio también porque me lleva a territorios de mi consciencia que me desagradan y no me relaciono muy bien con eso. Y ahora he podido compaginar ese gusto por escribir con la posibilidad de hacerlo. Y creo que un texto así es mejor para el lector porque tienen una condición vital. Yo busco eso cuando leo y me gustaría que mis libros lo tuvieran.

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En El animal sobre la piedra domina la transformación, en El beso de la liebre, la inmortalidad. Los temas parecen permear la forma de escritura, como si siguieras la idea de Pound de que la poesía –como poiesis– debe estar tanto en la forma como en el contenido.

Efectivamente me importa. Yo trabajo con el protagonista o la protagonista –ahora tengo un EL protagonista– y el mundo que empieza gestarse alrededor de ese personaje es una especie de bordado hacia afuera, como si el centro del bordado fuera el personaje y se fueran haciendo círculos alrededor de él. Como una especie de hongo vacío. Me interesa que todo haga sentido (porque así me lo enseñaron en la escuela). Es decir: cada movimiento del personaje y de los personajes secundarios, los incidentales, el antagonista o un personaje que complemente sea para apuntar a un mismo sentido. Lo que trato es que, durante la escritura, durante la construcción de la historia, es preservar una emoción. Puede ser, por ejemplo, la ira. Puede tener otras emociones relacionadas, pero esa es la central. Entonces yo trato que la escritura y su contenido siempre esté apuntando a esa emoción. Como si estuvieras caminando hacia un punto. Ves todo a tu alrededor pero estás yendo hacia allá. Es lo que yo trato siempre. Entonces al tener un personaje tan complejo como Hipólita Thompson, que una de sus cualidades es la resurrección, yo me pregunté cómo representar en el texto esta condición del personaje. Yo escribía de manera lineal y con capítulos largos, pero me parecía que no iba a tener el mismo efecto. Qué texto le corresponde al cuerpo de Hipólita que se reconstituye, que puede ser partida en muchos pedazos y pierde la cabeza. Entonces tenía que ser un texto así: que de pronto no tiene cabeza, que se parte, que cuando tratas de ponerle un orden queda un poco fuera de lugar. Tambien eso pasa. Cuando uno escribe, cuando uno lee, uno recompone. Quería que así fuera este texto. Y también pensaba mucho en la parte visual de un comic. Cómo una página de un comic puede ser una historia completa. Como si arrancaras una página y pudieras ver una historia cerrada. Trataba de que los capítulos fueran como viñetas y que las imágenes fueran como las ilustraciones de un comic. Y así se fue construyendo esta novela. Cada personaje y cada historia piden una estructura determinada y yo confío ciegamente en eso. Cuando tú le entregas a un personaje una estructura que no le corresponde puede hacer que un libro no sirva, que a las pocas páginas quieras dejar de leerlo porque no está siendo transmitido de forma correcta.

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Hay algo en tu trabajo de Clarise Lispector, Mary Shelley y mitos grecolatinos. ¿Qué otras influencias han marcado tu escritura?

A mí me acompañó Mafalda. Tuve unos años de niña en que me creía Mafalda y respondía como ella. Viví en ese mundo, el del comic, el de la manera más encantadora de sentir que uno no pertenece a un mundo que se está desmoronando. Por muchas razones biográficas yo tenía esas sensaciones desde muy pequeña. Después me encontré con muchos autores: Kafka, Emily Brontell, Virginia Woolf, las grandes lecturas que nos enjaretaron en la universidad. Madame Bovary, Dostoievski. Para mí la escritura siempre fue la posibilidad de fugarme y cuando me encontré con Lispector fue como “yo a usted la conozco de antes”. No sólo fue porque me asombra la capacidad que tiene para, en dos líneas, una verdad abrumadora y, al mismo tiempo contar una historia de una ama de casa que de repente tiene una revelación fascinante. Lo que quiero decir es que no me considero una autora ni de una escuela ni de “autores favoritos”. Tengo mis autores que me gustan mucho, que releo. Rulfo, por ejemplo. Procuro que mi escritura sea muy próxima, que aunque sean imágenes muy complejas, muy elaboradas, no sea una escritura que tenga una “elevación”. No me interesa escribir así tampoco. Me gusta mucho la economía del lenguaje y eso lo admiro en Rulfo. Me parece el mejor maestro para eso en mi idioma. Pero no soy una autora que le tenga culto a un libro. Me he encontrado con textos que me han dicho más que otros y mi escritura tiene que ver mucho con mi experiencia, con mi biografía. Eso está y es en lo que más trabajo. Creo que un escritor es una persona que está en continuo examen de consciencia y con una percepción muy aguda del mundo que lo rodea, de las personas, sus tics, su origen. Y no me interesa el hecho noticioso. No hay una ciudad determinada ni un espacio determinado: son espacios y ciudades. Me interesa más el asunto abarcador del lenguaje.

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Mujeres reptiles (que bien podrían no serlo), superheroinas inmortales, científicas prometéicas, ¿desde dónde has configurado este imaginario femenino?

En El animal sobre la piedra el punto de partida fue la pérdida de un ser querido. Entonces yo quería escribir un libro sobre la muerte. Me puse a escribir en tercera persona y era una historia de una mujer que viajaba asimilando la pérdida. Después surgió la cuestión de darle esa condición animal para poder representar de mejor manera su adaptación. Como si después de la muerte la única manera de sobrevivir fuera tener la piel más gruesa, soportar más el sol, tener la lengua dividida y todas las transformaciones. El caso de Hipólita fue otro. En las novelas que había leído, cuando había un personaje femenino que transgredía las leyes era condenada al final, caía en la desgracia. Platicando con una amiga yo le decía: ¿cómo podría hacer un personaje que pueda ser más que eso? Entonces se me ocurrió de forma muy literal: llevarla a la muerte y, después de la muerte, cómo se reinserta en el mundo. También tenía que ver eso con burlar la condición de víctima femenina. Hacer un personaje que después de quemada, desmembrada, asesinada, volviera a vivir una y otra vez. Entonces la condición de este personaje sería esa decadencia. Patética además porque tiene todas estas posibilidades y no encuentra el camino. No porque no sea capaz, sino porque no hay camino para que ella pueda salvar a los pobres y defender la justicia. Es también poner en duda eso: qué es la justicia, lo que una semidiosa consideraría como justo. Son preguntas que tienen que ver conmigo también. Finalmente me pregunto sobre cuestiones de mi género. Son cosas fundamentales para mí que no podría eludir. Y también había un gusto personal. Me facinaba La mujer biónica y La mujer maravilla cuando era niña. Cuando volví a ver la serie completa para escribir este libro me pareció ridícula. Fue preguntarme por todas esas cuestiones que tienen que ver conmigo que soy mujer. Sobre de dónde vienen estos personajes: la primera viene de la muerte y la otra parte de querer hacer un personaje femenino cuya construcción y actos transgredieran la desgracia, la victimización. Que fuera más allá.

Dime un libro que te encante leer y nadie piense que puede gustarte.

La primera vez que leí Los amantes de Elfriede Jelinek me desagradó profundamente. Con base en lo que te acabo de contar sobre Hipólita Thompson, quizá cualquiera pensaría que no me interesa porque es un libro con una enorme dureza hacia mucho de lo femenino. Sin embargo, creo que ahora lo revaluo. Creo que hay muchas cosas que ella ha visto sobre la situación de las mujeres. La construcción de estos personajes tan tremendos que me pregunto si es un buen recurso la manera en la que ella plantea esos personajes que de pronto lo que hacen es generarte un enorme conflicto. Es realmente cruda, realmente duele. Yo misma podría pensar que ese libro no me interesa, pero ahora me llama la atención ese modo de ver la condición femenina.

Los best sellers. El de Los hombres que no amaban a las mujeres. No me gusta, para nada. Siempre trato de leer uno de esos libros: el primero. Leí el primero de Harry Potter porque me intriga muchísimo qué sucede allí, qué encuentra en ellos una población altísima. Leí el de Larsson tratando de encontrar qué había en el personaje femenino que resultaba tan irreverente según la gente. Hay libros para todo. Hay libros como ese o como otros best sellers que de pronto pueden ser una buena compañía para estar sentado en la sala de espera del aeropuerto o cuando no necesitas nada y puedas estar al mínimo de tus capacidades mentales y leerlo. También me gusta que eso suceda, más que el libro en sí. No me gustó el de Larsson, no me gustó Harry Potter, pero me parece interesante, como escritor, estar leyendo esos éxitos editoriales. No sólo para preguntarse qué vio la gente en el texto, sino qué tiene que ver eso con el mundo, con el contexto. Eso es lo que te diría: también leo best sellers.

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IMG00330-20120517-2113-1Manuel Barroso nació, creció y murió antes de enterarse de ello. Por eso reseteó la consola y sigue aquí.

Lee como poseso, escucha rap y jazz de forma adictiva, escribe porque le duelen las historias. Odia las verduras.

Mañana comprará un rifle.