Seleccionar página

Bitácora de navegación del Nautilus 33

MITO

 

Marina Ortiz

 

Esta columna inició en un momento particular de mi vida del que ya han pasado casi tres años. Siento que es inevitable pasar por un cambio. Una metamorfosis diría. Es mi intención, motivada por la intriga, dedicar estos pensamientos textuales al estudio, sin rienda ni rumbo exacto, de lo mítico, tan omnipresente y omnisciente en nuestras vidas.

En parte sucedió por influencia de los autores a los que siempre refiero (Campbell, Dolezel, Carvalo, Le Guin, Tolkien, Ocampo), que coinciden en la búsqueda por comprender, apreciar y extender los grandes ritmos, o movimientos, de la narrativa y la ficción. La materia que conforma nuestra subjetividad. Para mí, eso es lo mítico. Gracias a ellas y ellos he podido acercarme a cualquier obra y atisbar una parte de su composición y un consecuente efecto en sus receptores. Entiendo mejor el impacto de nuestras figuras heroicas y trágicas, el legado de una imagen en una cultura particular y el alcance de una emoción (que siempre es universal).

Las artes literarias intentan, y a veces logran, sondear el Abismo que es la existencia misma. Queremos acercarnos a él; consolarlos con, desde y de él; cambiarlo, borrarlo o (re)descubrir algo de él. Es nuestro esfuerzo por esclarecer, conciliar, fortalecer, aprovechar, discutir o disfrutar de la vivencia humana, de la relación entre nuestra esencia imaginativa y la material. ¡Ay, el problema del cuerpo-mente nunca nos deja en paz! Pero más que resolverlo, creo que tratamos de darle un propósito, una salida, o una ligereza, a un problema que nadie eligió: vivir y pertenecer a la raza humana. Es una condena estar vivo. Así como Eru Ilúvatar, en El Silmarillion, castigó a los humanos por quebrantar sus designios redondeando la Tierra para que no pudieran escapar más que con la muerte (que es otro Abismo que resolver).

*

*

Los mitos, pienso yo, son procesos y creadores semióticos: producen signos, significados y sentidos. O más bien: los mitos son nuestra creatividad semiótica manifestándose: creamos signos, significados y sentidos para crearnos a nosotros mismos. Crearnos o entendernos, es casi lo mismo.

Cada objeto que existe o ha existido en la realidad, cada espacio, ruido, fenómeno puede devenir en mito en algún momento. Eso incluye la inconmensurabilidad de la experiencia virtual y subjetiva de la imaginación. Es inevitable hacerlo. No podemos escapar de nuestra propia naturaleza (¡Ay, Eru Ilúvatar!). Y qué difícil es definir eso en primer lugar, como si la naturaleza fuera algo fijo, estable y confiable; los mitos no son fijos, estables y confiables.

Lo más común, lo que solemos decir, es que los mitos son explicaciones que se formularon en el pasado para entender el mundo, lo desconocido o lo extraño. Pero no me satisface del todo esta idea. Las cosmogonías pueden “dar una idea” de cómo surgieron las cosas, pero: ¿Por qué se necesitó la muerte de cinco soles para crear el mundo según la mitología mexica, por qué no tres o diez? Tal vez querían  explicar la constancia cíclica que se observó en el entorno, y cómo la muerte alimenta a la vida y la vida a la muerte. Muy bien. ¿Y qué explicación existe en la procreación de Ymir, gigante primigenio de la mitología nórdica, concebido en la unión del frío de Niflheim y el calor de Muspelheim (que son lugares y no personas)? Tal vez para aprehender un proceso químico o geológico. Y Deméter está triste la mitad del año porque Perséfone no está y la flora se marchita con ella (el invierno) para retoñar junto con su diosa cuando su hija la visita (la primavera). La explicación de lo natural no me dice mucho sobre las inherentes y complejas emociones que dan vida a estos mitos: el universo nace del sacrificio, de la unión o de la tristeza. Sería arrogante pensar que las sociedades del pasado creían solamente en la interpretación literal de estas historias, como si nosotros fuéramos los únicos capaces de desentrañar la narrativa, de ver al hombre detrás de la cortina jalando los hilos de la maquinaria.

*

*

Y esto sólo viendo los mitos originarios. ¿Qué me está explicando el mito de Tántalo, qué fenómeno se entiende gracias a la muerte de su hijo, Pelope, sacrificado para retar la divinidad de Zeus? ¿Qué explicación existe en la furia de Sekhmet, en la borrachera que la calmó y su eventual calma? ¿Por qué Orfeo miró detrás de sí para reafirmar su amor por Eurídice? ¿Por qué la liebre es la amiga de la Luna? ¿Por qué Garwain decapitó al Caballero Verde? ¿Por qué Gilgamesh intenta revivir a Enkidú? ¿Por qué Krishna es juguetón y a la vez protector?

El mundo, nosotros, los mitos, no existen sólo para entender o explicar el mundo. Hay algo inefable en la existencia misma, que nunca se podrá definir.

Por eso reinventamos mitos. ¡Qué Fortuna nunca tener un destino absoluto para nuestro corazón e imaginación! Nadie y nada es ajeno a los mitos. Ni la ciencia ficción ni la serie de Rápidos y furiosos (cada vez se acerca más a ésta). Frankenstein es, después de todo, donde su actuar (y las consecuencias terribles) se dirigían hacia lo “divino” que él entendía como la Iluminación, la ciencia y la Verdad; su debacle consiste en su error, en que lo divino no es lo que él quería y pensaba. La Criatura es el fuego robado, ¡que este Prometeo abandonó!, y también es Zeus que decide el castigo adecuado y el águila que devora sus entrañas. ¡Qué reformulación tan profunda! ¡Qué imaginación tan más excelente la de Mary Shelley para tomar una historia de heroísmo y trágico triunfo para ponerla patas arriba, quitarnos nuestras certezas y entendimientos, e instaurar una nueva forma de pensar!  ¡Un nuevo rostro! ¡Un nuevo mundo! Como dice Miranda, en La tempestad de Shakespeare (ignorando la ironía de su declaración ):

¡Oh, maravilla! ¡Cuántos seres admirables hay aquí! ¡Qué bella humanidad! ¡Ah, gran mundo nuevo que tiene tales gentes!

*

John William Waterhouse

****

Ana Marina Ortiz Baker

(Monterrey, Nuevo León)

Soy Licenciada en Letras y Maestra en Literatura Hispanoamericana.

Los temas que me apasionan son la fantasía, la ciencia ficción, el cyberpunk, el cuerpo, la mujer, los espacios, los mitos y la naturaleza.

Me encanta indagar en los significados que sostienen un mundo ficticio y últimamente me siento muy cautivada por la sabiduría que lo mítico nos devela.

Me gusta mucho tejer, visitar ríos y arroyos, leer, el color beige, El señor de los anillos, Star Trek, los pulpos, los tornados y el melodrama.

¡COMPÁRTELO!

Sólo no lucres con él y no olvides citar a la autora y a la revista.