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Bitácora de Navegación del Nautilus 9

RECALIBRANDO

 

Marina Ortiz

 

Este mes el Nautilus necesita recalibrar sus computadoras y engranes, ya que hemos encontrado un nuevo instrumento de navegación. Cuando esto sucede, necesitamos suspender nuestro viaje y hacer una revisión general. Nuestra nave se ha construido —y se mejora— gracias al andamiaje, sistemas y motores de autores y autoras como Mijaíl Bajtín, Lubomír Doležel, Joseph Campbell, Ursula K. Le Guin, Luz Aurora Pimentel, Darko Suvin, Ramón López Castro y otros tantos más.

Nuestro nuevo instrumento refiere a Susan Carvalho, encontrado en una expedición conjunta con otro navío hacia la conocida, extensa y turbia zona de la “distopía”. Nos preguntábamos sobre su geografía, su principio y su fin. ¿Cuándo podemos identificar que termina una distopía y se vuelve un derrumbamiento apocalíptico? ¿Qué diferencia hay de éste a lo postapocalíptico?

Concluimos que, si bien podemos identificar cada género, sus fronteras son convergentes. El asunto con los “géneros literarios” es que las posturas varían por diversos motivos. Hay quienes defienden que necesitamos definiciones precisas, diferenciaciones claras, mientras que otros abogan por una conceptualización más libre e imprecisa. En el Nautilus somos de la idea de no inmovilizar a los géneros o a la ficción según sus categorías o explicaciones: queremos profundizar nuestro conocimiento y entendimiento, no estancarlo. Los nombres nos ayudan, pero reconocemos que el lenguaje es una cosa viva, una corriente que se bifurca: más que un organismo, el lenguaje es como un planeta —lleno de ecosistemas, evoluciones y misterios— que alberga millones de vidas creativas que re-definen, re-significan y se re-apropian de las palabras y las historias. Por eso es que los géneros no tienen un principio y un fin claro y nuestro análisis de una obra cambia, porque el lenguaje sobrepasa nuestros esfuerzos por domarlo. Y todo explorador sabe que hay que respetar aquello que es imposible de domesticar.

La brújula de Carvalho consiste en lo siguiente:

“Otra clave para entender este acercamiento geográfico es la relación recíproca entre los individuos y las fuerzas sociales. Nosotros construimos los espacios, pero a la vez estos espacios nos construyen a nosotros (Mitchell xii). El mecanismo central que maneja la dialéctica entre la autonomía y las fuerzas sociales es el manejo del Poder, que interfiere continuamente cuando las voces disonantes se enfrentan con las fuerzas hegemónicas del control social (p. 142, las itálicas son nuestras)*.

Susan Carvalho

Si revisamos nuestros engranes veremos que es muy similar a Bajtín, quien argumenta que la base de todo mundo ficcional (cronotopo) consiste en esa fuerza que provoca los sucesos de la trama; esta fuerza proviene de una concepción particular del espacio, recíproca a una del Individuo. Entender la una nos permite definir los otros, o viceversa.

Hemos bosquejado un atlas para visualizar el plano que Carvalho nos propone. En la parte superior vemos unas preguntas que Carvalho establece para entender cómo se relacionan el Poder con el espacio y los Individuos. Abajo están algunos géneros ya explorados, y vemos cómo cada género apunta a un mundo diferente según las relaciones de poder que dan forma a la trama. El Nautilus considera que la pregunta más importante en la tabla es la segunda —“¿Quién controla los movimientos?”—, pues refiere al mismo concepto de fuerza de Bajtin:

Gracias a este instrumento podemos trazar un mejor mapa (cronotopo) de la distopía. En ellas, el tiempo y el espacio están sujetos por la Institución, porque este gran constructo humano ha salido victorioso en su esfuerzo por gobernar el mundo. El espacio le pertenece y no existen lugares propios para los individuos; el tiempo se ha paralizado, el pasado se mitifica y el presente se vuelve totalitario, pues el futuro —que les daba dirección y movimiento a ambos— se ha borrado por la Institución. El futuro es peligroso porque significa una abertura en el presente, una posibilidad de cambio, y la Institución no permite otra realidad más que sí misma. El espacio no es concebido ni vasto o pequeño, eso no importa, su tamaño y propósito son los que la Institución elija: es el medio y la materia con la que la Institución manifiesta su Poder. Éste se encarna en el espacio, por lo tanto todo suceso proviene de Ella. Su Voluntad es la única “permitida”, la única que puede y debe existir. El tiempo se detiene, no es autónomo, la Institución lo dictamina, eliminando una noción verdadera de “futuro”, porque éste no es aquí ni ahora, y la Institución es el aquí y el ahora.

Los Individuos son a la vez pequeños y fundamentales. El Individuo en la distopía tiene la definición crucial de también encarnar a la Institución, ser parte de su cuerpo y funcionamiento. Cualquier dejo de autonomía o insubordinación es más que inaceptable, pues apuntan a una vida posible que la Institución niega y destruye: ella edifica y controla a las voluntades individuales, y cualquier alternativa es imposible. Las luchas de poder, las fuerzas sociales, se concentran en una sola “persona”, abstracta y feroz. El “porqué”, los valores-motor que motivan la fuerza de una distopía, amerita su propia expedición.

Kirk Wallace

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*»La geografía del poder en la novela contemporánea mexicana», incluido en Confluencias en México: palabra y género (Ramírez & González, 2007).

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Ana Marina Ortiz Baker

Soy de Monterrey, Nuevo León, México.

Desde la licenciatura estudio la ciencia ficción y la fantasía, y estoy por terminar una maestría en Literatura Hispanoamericana.

Mi tesis de investigación fue sobre el cyberpunk mexicano, en específico el tema del espacio y su relación recíproca con los personajes.

Me gustan los temas del cuerpo, la mujer, la ciudad, los mitos, la magia y la naturaleza.

Los conocimientos que tengo, que son un tesoro para mí, aún tienen mucho que crecer.

Twitter: @maro_baker

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