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SANTIAGO CAMINA A LA RAYOTÓSFERA ESPAÑOLA

Manuel Barroso

 

 

Debo admitir que retomar la escritura de estos monstruos me ha costado trabajo. Vamos, un año de libros y un ensayo que abarcó muchos de mis favoritos hacen que las reservas de libros empiecen a decaer (y si a eso le sumamos que muchos de los que más me gustan siguen inéditos andamos jodidos).

Por suerte, siempre hay joyas tiradas por aquí y por allá. O escondidas en Era, que es lo mismo.

Tal es el caso de El camino de Santiago de Patricia Laurent Kullick.

camino

Esta novela –la única que ha publicado la autora hasta donde tengo entendido– narra la historia de Lilia, quien nos guía como narradora de su propia historia (porque a veces no hay peores guerras que las personales). Nuestra guía sufre desde chica, sin saber bien a bien cuándo pasó –a pesar de que le muestran fotografías de ello (¿pero cómo confiar en la memoria del usurpador?)–, a causa de la invasión de Santiago en su cabeza. Verás, Santiago es una voz que reprime y reprende, censura y prohíbe. Es sensato, calculador y cruel.

Sobre todo, es la voz de “la cordura” (que de algún modo, y eso me gusta, es, al mismo tiempo, el olvido).

Es a través del conflicto entre dueña del cuerpo e invasor de la cabeza que se tejen los 29 fragmentos en los que está dividido el libro. Así nos enteramos del conflicto entre la familia de Lilia y los González (pobre perrito), del cuerpo destrozado de Cuco, del (¿engañoso?) faro que es Lucio y de la pequeña Mina, otrora habitante de la cabeza de Lilia que vive en la oscuridad.

Si le creemos a nuestra protagonista, claro. Si le creemos a Santiago, todos allá afuera son unos monstruos de los cuales debemos cuidarnos y Mina es un nombre sacado de la nada, un ser que nunca existió.

En parte de eso va el libro. La doble versión –y visión– de los hechos, el doble mensaje viniendo de la misma voz, el doble

                                                           el doble, de ahí va todo el asunto.

Patricia Laurent KullickLaurent Kullick lleva la idea de “la voz dentro de mi cabeza” a otro plano (uno carnoso y ciego) en donde la cotidianidad con la que se narran todos los acontecimientos hace que aceptemos de inmediato una lectura descomunal por el tratamiento de su tema.

Otra cosa que es digna de mención en lo que respecta a El camino de Santiago es la prosa. Es transparente. Y con ello me refiero a limpia, bien trabajada, cálida. Es extraño decirlo, pero es una prosa sincera. Desde los cuentos que forman Ésta y otras ciudades y El topógrafo y la tarántula, la nacida en Tampico ha dado forma a una voz narrativa que transmite verdad a sus historias (eso suena más raro aún, lo sé. El problema es que no encuentro otra forma de decirlo. Tal vez convendría decir que hay magia en su escritura, pero es más difuso decir eso (tal vez)).

Para cerrar, hay algo que me gustaría mencionar aquí, un detalle mínimo que no me gustaría dejar pasar: hay otras dos novelas escritas por narradoras mexicanas contemporáneas que tratan el mismo tema y –podría decirse– con la misma estrategia. Una es La murallak de Natalia Padilla. La otra es El huésped de Guadalupe Nettel. No son ni la mitad de buenas que El camino de Santiago. Léela y compruébalo, buen Lector.

¿Nunca te dije qué era la rayotósfera española, verdad? Tampoco ahora te lo voy a decir.

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IMG00330-20120517-2113-1Manuel Barroso nació, creció y murió antes de enterarse de ello. Por eso reseteó la consola y sigue aquí.

Lee como poseso, escucha rap y jazz de forma adictiva, escribe porque le duelen las historias. Odia las verduras.

Mañana comprará un rifle