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SIN HISTORIAS Y MÚSICA

NO IMAGINO LA VIDA HUMANA

 

Manuel Barroso

 

 

Pocas voces más contundentes bajo la cama que la de Verónica Murguía. Tres novelas y un libro de cuentos le han bastado para ganarse el respeto de los pobladores de la Hermana República de las Letras Mexicanas. De ahí que, sin más preámbulos, le cedo la palabra.

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El fuego verde parece una primera aproximación a lo que después fue el universo de Loba. Tomando en cuenta el tiempo entre ambos libros, ¿qué tanto cambió el proceso de creación entre Luned y Soledad?

En efecto, es el mismo universo, el mismo “momento” , aunque me tomé algunas libertades. Lo que cambió los procesos, el lenguaje y el acercamiento fue la escritura de El ángel de Nicolás, que fue un ejercicio muy exigente para mí, pues nunca había escrito cuento. A la fecha he escrito sólo una docena. La obligada restricción, el laconismo, la economía en las imágenes me dio impulso para escribir un libro más largo. Suena contradictorio, me estoy dando cuenta, pero así fue.

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El mundo fantástico es el mundo histórico en El ángel de Nicolás. Es, de tus libros, donde más claro se ve esta inquietud entre fantasía e historia. ¿Podrías ahondar un poco más en ella?

 

Fui una niña enfermiza con un aparato ortopédico. El librero estaba ahí. Leí —creo que es mucho decir, mejor debo contar que hojeé hasta que lo deshice— un ejemplar de Orlando furioso y otro de una Crónica de las Cruzadas de Michaud. Se me hizo bolas el engrudo: creí que el mundo en el que se arrojan cabezas con catapultas a ciudades sitiadas (en el sitio a la ciudad de Nicea, en donde los Cruzados se portaron como miserables) y el mundo en el que Orlando atraviesa a tres enemigos con una lanza eran el mismo. Allí comenzó mi curiosidad, la pasión que ha sido el eje de mi vida: la Historia. Cuando crecí y los separé, me di cuenta de que la realidad pide poco a la ficción, son absolutamente complementarias e inseparables.

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La magia está en la palabra, en el verdadero nombre de las cosas. Auliya es, creo, la cumbre de esta idea en tu obra. ¿Cómo te sientes respecto a esa idea, a ese libro, a 17 años de distancia?

Me siento igual. No puedo desprenderme de la idea porque está en la raíz de mi formación religiosa (el Verbo hecho carne, etcétera) y mi educación lectora. Amo La rama dorada y todos los libros de antropología y de historia de las religiones que hablan del nombre verdadero de las cosas. Mientras más se manosea, usa y jode el lenguaje, como lo hacen la propaganda, la publicidad y el periodismo brutal (El Gráfico, TV Novelas, etcétera), más me asombra, por ejemplo, el poder revelatorio de la poesía o de cierta forma de escribir Historia y temas científicos. El lenguaje, se ha dicho mucho, es una aproximación al mundo. Y se está contrayendo, agostando, porque el lector exige facilidad. Yo no quiero pedirla ni ofrecerla (excepto cuando escribo para niños pequeños, ahí cuido la precisión y la sencillez).

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Y como hilo conductor de todo —de tus personajes, de tus temas, de tu trayectoria— está el amor por las historias. Como si fuera la piedra angular de tu trabajo…

 

Es que sí lo es. Yo las necesito. Ahora mismo estoy leyendo un libro (Station Eleven de Emily Saint John Mandel) situado después del Apocalipsis, y un personaje tiene tatuada una leyenda que dice “Because surviving is not enough” o algo parecido. Es una actriz que va con una compañía poniendo Shakespeare, cuando ya no hay gasolina, ni ciertos animales, ni electricidad, ni medicina. Sólo hay desolación y la belleza de un mundo que se repone poco a poco de nuestra destructiva estancia en él. Se supone que la frase es de Star Trek. Es verdad. Sobrevivir no basta. Sin historias y música no imagino la vida humana.

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Un libro que te encante y que nadie pueda creer que te guste.

Millones y millones. Todos los libros de los gatos detectives de Lilian Jackson Braun, una viejita que escribía estos libros policiacos en los que no pasa nada aunque maten hasta al perico. Muy ingenuos, muy chistosos. Los gatos son los detectives. El lugar es inaudito, no es USA ni es nada: se llama Mooseville y no hay más que blancos de la tercera edad. Muchos libros malos me encantan. Los que detesto son los malos que se creen buenos. Los pretenciosos.

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IMG00330-20120517-2113-1Manuel Barroso nació, creció y murió antes de enterarse de ello. Por eso reseteó la consola y sigue aquí.

Lee como poseso, escucha rap y jazz de forma adictiva, escribe porque le duelen las historias. Odia las verduras.

Mañana comprará un rifle.

@manubch