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THE BOYS

con un gran poder viene una gran corrupción

(Garth Ennis, Darick Robertson, John McCrea, Russ Braun & otros, Dynamite Entertainment, 2006-2012)

 

Pok Manero

 

 

Es muy sonado el hecho de que el poder corrompe, así como la teoría de que el poder absoluto acabaría por corromper totalmente. Teniendo esto en mente, ¿qué ocurriría en la realidad si existieran los poderes que vemos en los comics de superhéroes? ¿Qué ser humano sería capaz de trascender sus limitantes morales y mostrarse realmente incorruptible? Tal vez ninguno. Ahora imaginemos un mundo en que los supers, ya sea héroes o villanos, corren libremente por ahí sin que nadie los regule, sin capacitación alguna, sólo haciendo lo que les da la gana y sin rendirle cuentas a nadie. Sería necesario que alguien vigilara de cerca a estos individuos, más si resultan ser unos cínicos desgraciados. También, de vez en cuando, sería bueno darles una lección o, incluso, deshacerse de ellos cuando se pasan de la raya. Para eso están “los muchachos”, un grupo auspiciado por la CIA que se encarga precisamente de eso.

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De la mente enferma de Garth Ennis llegó The Boys, una obra de largo aliento que cumplió su promesa de superar a su anterior trabajo más memorable (pues Ennis prometió que “it will out-Preacher Preacher!”), al menos en cuanto a duración se refiere. La serie protagonizada por el predicador Jesse Custer constó de 66 números mensuales, 5 especiales y una miniserie de 4 capítulos -sumando un total de 75 entregas- y la del equipo clandestino de control de supers acumuló 72 números mensuales y 3 miniseries de 6 capítulos cada una -llegando al gran total de 90 ejemplares. Pero no sólo la superó cuantitativamente, también excedió el precedente en cuanto al uso de violencia, sangre y obscenidad. Con esto podríamos pensar que se trata de una obra cuyo peso principal reside en el mero shock value, pero el escritor irlandés -a diferencia de, por ejemplo, Mark Millar- está por encima de eso.

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No es ningún secreto que a Ennis no le gustan los superhéroes. Creció leyendo comics de guerra y descubrió a los justicieros enmascarados a una edad más avanzada de lo acostumbrado, encontrándolos francamente ridículos. Es por esto que en la mayoría de sus obras se ha alejado de ellos o los ha satirizado descarnadamente, como consta en su trabajo en títulos como Hitman y Punisher, para DC y Marvel respectivamente. Con esto en mente, se propuso contar una historia de venganza en la que varios individuos cuyos orígenes trágicos fueron propiciados de un modo u otro por el involucramiento de los mentados supers, con altas dosis de violencia y mucho humor. Agregando a la mezcla un elemento de conspiraciones corporativas y un poco de política, creó una obra por demás controversial.

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Los primeros seis números fueron publicados por Wildstorm, el ahora extinto sello de DC (que en su momento fuera uno de los estudios independientes de Image, hasta que Jim Lee lo vendió a la Time Warner), pero la editorial “madre” sintió una gran preocupación dado el fuerte tono anti-superhéroes que permeaba cada capítulo dado que los vigilantes superpoderosos son quienes les dan de comer mes a mes, decidiendo cancelar la serie. Por fortuna, tuvieron el decoro de devolver los derechos a sus co-creadores, Ennis y el dibujante Darick Robertson, permitiéndoles migrar a otra editorial. Y aquí es donde Dynamite hace su entrada triunfal. Una compañía en ciernes que apenas llevaba dos años publicando materiales, decidió echar toda la carne al asador y arriesgarse con el título. Dudo que se hayan arrepentido.

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Todo comienza en el volumen 1, The name of the game, en el cual conocemos a Billy Butcher, ex marine británico que vuelve a unir al disuelto grupo tras recibir un mandato ni más ni menos que de “Dakota Bob”, el presidente de los EEUU. Así vamos conociendo a Mother’s Milk -un negro masivo oriundo de Harlem-, al Francés (Frenchman o Frenchie, para los cuates) -un completo desquiciado- y a la Fémina (the Female) -una japonesa que no habla y de la cual no se sabe gran cosa. Para completar el equipo falta un quinto integrante, pero el otrora líder Mallory no es llamado por motivos que conoceremos mucho más adelante. Entonces Butcher encuentra al pequeño Hughie, un joven escocés cuya novia fue literalmente apachurrada contra una pared como resultado de un superhéroe abatiendo a un villano a toda velocidad. Hughie es introducido de este modo a un mundo en que los superhéroes celebran sus victorias con orgías, los poderes provienen todos del Compuesto V -un químico desarrollado en la Segunda Guerra Mundial que, mezclado con cocaína, da resistencia a las prostitutas que atienden a los campeones- y algunas personas gustan de introducir roedores en su recto. Al igual que el resto de los muchachos, el escocés recibe una inyección de Compuesto V en su estado más puro, lo cual le dará la fuerza necesaria para enfrentar a sus oponentes. Pero no contaban que al no saber medirse, terminaría matando a un héroe adolescente en su primer enfrentamiento. Espionaje, chantaje, sexo oral triple, sangre, vísceras y un hámster son sólo el comienzo de la saga.

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(Cabe mencionar que la apariencia física de Hughie está basada en el actor Simon Pegg, así que si son fans de Shaun of the Dead o cualquier otra de sus películas se divertirán al ver su viva imagen todo el tiempo.)

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En Get some, un símil de Batman lidia con su adicción a coger con lo que sea, incluso objetos inanimados, y la subsecuente caída de gracia al perder el control, cosa que nuestros protagonistas aprovechan en la investigación de un homicidio gay. También conocemos al héroe retirado ruso Vasili Vorishikin, antes llamado Love Sausage (por su enorme pene), quien hace labores de inteligencia para el equipo de la CIA.

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El tercer volumen es Good for the soul, en el que se explica cómo es que los superhéroes regresan de la muerte como suelen hacer -otro efecto del Compuesto V- y Hughie descubre cómo la empresa Vought-American, que estuvo tras la manufactura de armamento defectuoso en varias guerras, pretende vender sus héroes para la defensa nacional. De hecho, fue en una especie de prueba de campo de los Siete -una especie de Liga de la Justicia- que estos seres con pretensiones de armas vivientes meten la pata en grande y no logran impedir que uno de los aviones secuestrados el 11 de septiembre de 2001 se estampe contra el puente de Brooklyn, segando miles de vidas en el proceso.

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We gotta go now es la cuarta colección en la que conocemos a los G-Men, la franquicia que más recauda con sus miles de grupos y conflictos internos (cualquier parecido con los X-Men es mera coincidencia). Hughie debe infiltrarse para plantar micrófonos en su mansión, descubriendo una red de secuestros de menores y pedofilia.

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El volumen 5 corresponde a la primera miniserie: Herogasm. ¿Han notado cómo cada año la mayoría de los personajes de las grandes compañías unen fuerzas para enfrentar una amenaza descomunal? Bueno, eso es lo que le dicen a los medios. La realidad es que todos acuden a una orgía anual en donde todo está permitido. Y descubrimos que Vought-American controla al vicepresidente, con vistas de llegar a la oficina oval en las próximas elecciones con un títere que les permitirá introducir su plan para la defensa del país.

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En The self-preservation society, la corporación maligna manda a Payback -una especie de Avengers– a terminar con los muchachos: sobra decir que no logran más que hacer el ridículo. La brutalidad con que se defienden nuestros antihéroes es nada menos que feroz. También aquí se revelan por fin los orígenes de Mother’s Milk, Frenchie y la Fémina.

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Hasta aquí la historia es divertida, sobre todo si se tiene conocimiento de las figuras a las que se parodia. Pero para el volumen 7, The innocents, las cosas empiezan a ponerse serias. Una conspiración dentro de otra, agendas secretas y secretos revelados alteran drásticamente el status quo de la serie -además de unos cuantos chascarrillos sobre el involucramiento de los supers con movimientos religiosos que nada tienen de salvación y todo de negocio. Si de por sí Hughie siempre ha cuestionado los métodos extremos de Butcher y compañía, al conocer al grupo Superduper -que sería algo así como la liga de los ñoños- se aliena más de la idea de que todos los supers son malos, lo cual hace que al final se separe de los muchachos y se tome un tiempo para pensar las cosas.

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Esto da pie a la segunda miniserie (y volumen 8), Highland laddie, en la que regresa a casa para reflexionar pero algunos aspectos de su pasado lo siguen hasta Escocia.

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Para el volumen 9, The big ride, por fin se revelan los hechos que llevaron a la disolución del grupo unos años antes y al retiro de Mallory, a la vez que se va engrosando la trama conspiratoria.

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La tercera y última miniserie es Buchter, baker, candlestick maker, la cual se centra en el actual líder de la célula anti-supers y nos relata su tragedia a detalle, dándole al ya de por sí entrañable psicópata una dimensión más humana. Aquí Ennis hace gala de su gusto por los comics de guerra, mostrándonos parte del conflicto en las Malvinas dentro del pasado de Butcher.

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La venganza, de una forma u otra, se consuma en Over the hill with the swords of a thousand men, que contiene batallas campales al por mayor conforme las piezas caen en su lugar y se desencadenan las consecuencias. Se revela el secreto tras Homelander -que es una cruza entre Superman y Captain America- y Butcher logra parte de su cometido. No obstante, ahí no acaba todo: Ennis aún nos tiene reservadas varias sorpresas.

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Donde ya nada más quedaría por hacer o decir, las semillas plantadas a lo largo de toda la serie dan fruto de la manera más escalofriante y visceral posible, con desenlaces crueles y tristes en The bloody doors off, donde Butcher pierde la sádica sonrisa que lo caracteriza y demuestra lo monstruoso que puede llegar a ser; también conocemos finalmente el papel que desempeña Hughie en todo esto.

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El arte inicialmente corrió a cargo de Robertson, con su estilo realista pero de líneas gruesas y un tanto sucias, que le restan atención al detalle. En las primeras dos minis, John McCrea (ayudado por Keith Burns) da vida a los personajes, con un dibujo más bien simple y que se siente apresurado. Algunos artistas invitados colaboran, como Peter Snejberg en la aventura en Rusia, John Higgins en los algunos capítulos sobre los G-Men y Carlos Ezquerra (co creador de Judge Dredd) en el enfrentamiento con Payback. Para mediados del volumen 7, Robertson ya no pudo continuar con la periodicidad mensual, de modo que sólo siguió contribuyendo con las portadas y la dupla de McCrea y Burns apoyaron de manera emergente, puliendo al mismo tiempo su estilo y logrando mejoras considerables (aunque todavía no de mi agrado). Por fortuna, también desde ese volumen se unió al equipo creativo Russ Braun, cuyos trazos que mezclan en dosis iguales realismo y caricaturización (de manera similar a Chris Sprouse) levantaron la última parte de la serie de excelente forma, terminando como el artista regular de la misma. Robertson volvió para ilustrar por completo la mini de Butcher y el epílogo de la serie, para terminar con lo que comenzó de la mejor forma posible.

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Como puede leerse, están disponibles los 12 trades o hardcovers, aunque si los primeros son caros, los segundos lo son más. Es lo malo de Dynamite, sus valores de producción son elevados, mas, al ser una editorial independiente, supongo que no pueden costear libros más económicos. Pero vale la pena, definitivamente. Más si uno es seguidor de Garth Ennis o si quiere divertirse un buen rato leyendo comics donde la expresión “Fuck me rigid!” es de lo más normal. También recientemente se empezó a publicar en español, por parte de Panini. Espero que publiquen la serie completa y no se vayan a quedar a la mitad, dejando con el Jesús en la boca a quienes estén siguiendo el título. Entonces ya saben, si quieren ver sangre a chorros, mucha irreverencia, sexo al por mayor y una buena historia, corran a conseguir The Boys.

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pokAdrián “Pok” Manero, tras años como lector asiduo, decidió que el siguiente paso en su manía consistía en elaborar sus propias ficciones. Se dedica compulsivamente a leer comics y libros y a ver películas, quisiera ser como los gatos y disfruta escribiendo sobre sí mismo en tercera persona.

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