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TORNASOL

de Alicia Mares

 

Irad Ramírez

 

Cada día el futuro se ve un poco más oscuro.

Pero el pasado, incluso las partes oscuras de él, siguen volviéndose más y más brillantes.

Allan Moore, Watchmen 

Tornasol es una colección personal y auténtica, conformada por nueve relatos que transitan de lo fantástico a lo gótico y donde prevalece algún elemento de extrañeza, ligado a formas alternativas de percibir el mundo.

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La protagonista del relato “Fotografías en sepia” es un espectro en vida, atada a la voluntad de sus antepasados, obsesionada desde pequeña con formar parte de un árbol genealógico; una serie de retratos que la observan en lo alto, sus ojos muertos parecen juzgar y decidir su destino. En el hueco destinado a su retrato ve una lápida prematura, un recordatorio de lo fugaz de su existencia o como si conociera su inevitable final. Esta fuerza invisible también parece atarla a la casa. Su obsesión la hace prisionera y carcelera, incapaz de relacionarse con el mundo exterior.

En “Los caminos del deseo”, una joven arquitecto purga sus frustraciones a través de caminar; acosada por la culpa, sigue los caminos invisibles que siempre están ahí, los que ignoran la traza urbana y son caudal de la voluntad de los peatones. Destroza sin sentido unas botas de trabajo, enajenada, es expulsada de la ciudad y entra en rincones residuales, invisibles para los que van de paso.

Una constante es que sus personajes son manipulados y se encuentran a merced de otra voluntad superior, que puede ser otra persona o una fuerza sobrenatural, que les impide vivir en plenitud. También la ausencia de un ser querido los mantiene en un letargo, pensando siempre en el pasado.

Hay un par de relatos un poco más desenfadados sobre lo desagradable que es convivir con la familia extendida, una verdad incómoda que contradice al modelo de familia mexicana explotada por la mercadotecnia. Alicia muestra el absurdo de reunirse con personas con las que no se tiene un vínculo más allá de la sangre y la ambición. Muchos se pueden identificar con las desastrosas cenas cada vez que hay una festividad grande, boda o quinceaños.

Un mismo recuerdo, dependiendo del ángulo que lo miremos, cambia de color mientras crecemos. Un trauma del pasado nos hace apreciar el no encontrarnos ahí o un recuerdo feliz puede ser motivo de tristeza por lo que perdimos y nunca volverá.

“Reflejos moribundos de agua” (relato con el que abre la antología) y “Las cosas que extraviamos” (con el que cierra) enmarcan y dan sentido al libro. Estas historias transmiten una nostalgia melancólica, como el de una fotografía que ha perdido su color con el paso del tiempo. Narran vínculos que van más allá del parentesco. La complicidad al compartir una afición, las vivencias y creencias son lo que hacen real a un lazo familiar. Memorias que podemos tener en común, pero con la transgresión de un elemento fantástico, que en la niñez se mezcla con lo real (juegos imaginarios donde dotamos a objetos de un poder sobrenatural), como alternativas reconfortantes al absurdo de la vida adulta.

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Irad Ramírez

Artista visual y Especialista en Promoción de la Lectura, egresado de la Universidad Veracruzana. Se dedica a la divulgación de la literatura fantástica y de horror.

Fundador de Los Antiguos y Abismales, comunidad que se reúne periódicamente desde el 2017 para la lectura, análisis y discusión de cine y literatura de horror.

También colabora en el Reflexionario Mocambo, espacio cultural dedicado a la promoción de la lectura y las artes vivas.

@antiguosyabismales

@igajuju

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