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TRAS LA HUELLA DE
EL REY DE AMARILLO

Miguel Lupián

 

Si eres fan de las series televisivas (¿quién no?), seguramente ubicarás a El rey de amarillo gracias a la maravillosa True Detective de HBO.

El rey de amarillo es un libro, escrito por Robert W. Chambers en 1895, donde algunos de sus cuentos giran alrededor de un libro maldito, una obra de teatro llamada, precisamente, El rey de amarillo, que enloquece a todo aquél que ose leerla.

La publicación original (que puedes leer y descargar aquí) contiene diez cuentos («The repairer of reputations», «The mask», «In the court of the dragon», «The yellow sign», «The Demoiselle d´Ys», «The prophet´s paradise», «The street of the four winds», «The street of the first shell», «The street of our lady of the fields» y «Rue Barrée»), de los cuales sólo los primeros cuatro están relacionados con El rey de amarillo.

La versión en español de Valdemar, El rey de amarillo: relatos macabros y terroríficos, tomó de esa publicación original «El reparador de reputaciones», «La máscara», «El pasaje del dragón», «El signo amarillo» y «La demoiselle d´Ys» (que, aunque no se relaciona con El rey de amarillo, es fantástico); descartó los otros cinco por no ser fantásticos, y agregó «El emperador púrpura», «El mensajero», «La llave del dolor» (procedentes de The mistery of choice, 1897), «El creador de lunas» y «Una velada placentera» (de The maker of moons, 1896).

Así abre el libro:

Along the shore the cloud waves break,
The twin suns sink beneath the lake,
The shadows lengthen
In Carcosa.

Strange is the night where black stars rise,
And strange moons circle through the skies
But stranger still is
Lost Carcosa.

Songs that the Hyades shall sing,
Where flap the tatters of the King,
Must die unheard in
Dim Carcosa.

Song of my soul, my voice is dead;
Die thou, unsung, as tears unshed
Shall dry and die in
Lost Carcosa.

Cassilda’s Song in «The King in Yellow,» Act I, Scene 2.

Versión de Valdemar:

A lo largo de la orilla rompen olas turbulentas,
los soles gemelos se hunden tras el lago,
las sombras se alargan
en Carcosa.

Extraña es la noche donde brotan las negras estrellas,
y extrañas lunas orbitan a través de los cielos,
pero aún más extraña es
la perdida Carcosa.

Las canciones que las Híades han de entonar,
donde flamean los andrajos del Rey,
deben morir sin haberse escuchado
en la sombría Carcosa.

Canción de mi alma, mi voz está muerta,
muere tú, sin ser cantada, como lágrimas derramadas
se secará y perecerá en
la perdida Carcosa.

La canción de Cassilda en El rey de amarillo.
Acto 1, Escena 2.

(Este poema lo retomaré más adelante cuando me refiera a la serie.)

En “El reparador de reputaciones” encontramos pistas sobre la historia del libro:

Cuando el gobierno francés incautó las copias traducidas que acababan de llegar a París, Londres, por supuesto, sintió mayores deseos de leerlo. Es bien conocido cómo se propagó el libro como una enfermedad infecciosa, de ciudad en ciudad, de continente en continente, prohibido allá, confiscado acullá, denunciado por la prensa y en los púlpitos, censurada incluso por los anarquistas literarios más modernos. Ningún principio concreto había sido violado en aquellas páginas perversas, ninguna doctrina promulgada, ninguna convicción ultrajada. No podía ser juzgado por ningún criterio conocido; sin embargo, aunque se reconocía que se había logrado pulsar la nota suprema del arte en El rey de amarillo, todos intuían que la naturaleza humana no podía soportar el esfuerzo de su lectura, ni desarrollarse con palabras en las que acechaba la esencia del veneno más puro. La banalidad e inocencia del primer acto tan sólo permitiría que el golpe cayera después con un efecto aún más terrible.

También el efecto en sus lectores:

Durante mi convalecencia me compré y leí por primera vez “El rey de amarillo”. Recuerdo que tras terminar de leer el primer acto pensé que sería mejor que dejara de leerlo. Me levanté y lancé el libro a la chimenea; el libro golpeó el enrejado frente a la chimenea y cayó abierto sobre las llamas alumbrado por el fuego. Si no hubiera leído por casualidad las palabras iniciales del segundo acto, jamás lo habría acabado, pero, cuando me incliné a recogerlo, mis ojos se clavaron en la página abierta, y con un grito de terror, o quizá de una alegría tan conmovedora que me dolió en cada uno de mis nervios, saqué el libro de las brasas y me arrastré titiritando hasta mi dormitorio, donde lo leí y volví a leerlo, y lloré y reí y temblé con un terror que en ocasiones todavía me asalta. Esto es lo que me perturba, porque no puedo olvidar Carcosa, donde estrellas negras flotan en los cielos; donde las sombras de los pensamientos de los hombres se alargan al atardecer, cuando los soles gemelos se hunden en el lago Halí, y mi mente sufrirá para siempre el recuerdo de la Máscara Pálida. Ruego a Dios que maldiga al escritor, así como el escritor ha maldecido al mundo con esta bella y magnífica creación, terrible en su simplicidad, irresistible en su verdad… un mundo que ahora tambalea ante el Rey de Amarillo.

(Aquí puedes leer y descargar una hermosa edición ilustrada.)

En “La máscara” presenciamos otro atisbo de la enloquecedora obra:

CAMILLA: Usted, señor, debería quitarse la máscara.
EXTRAÑO: Ah, ¿sí?
CASSILDA: Sí, ya ha llegado el momento. Todos nos hemos quitado el disfraz menos usted.
EXTRAÑO: No llevo ninguna máscara.
CAMILLA: (Aterrorizada, en un aparte a Cassilda) ¿Ninguna máscara? ¡Ninguna máscara!

El rey de amarillo, Acto I, Escena 2.

(No te preocupes, léelo sin reparo, lo que realmente enloquece es el Acto II.)

En “El pasaje del dragón” escuchamos la voz de El rey de amarillo:

¡Es terrible caer en las manos del Dios vivo!

En «El signo amarillo» vemos el símbolo de El rey de amarillo:

Abrí la caja. Sobre el algodón rosa del interior había un broche de ónice negro en el que había tallado un extraño símbolo o letra en oro. No era árabe ni chino, ni tampoco pertenecía a ningún tipo de escritura humana, como más tarde averigüé.

Y más pistas y sugerencias, pero ¿por qué elegir el amarillo como un color para representar la locura?

Jesús Palacios, en el prólogo de la edición de Valdemar, apunta:

El amarillo es el color de la luz solar, uno de los colores primarios, si bien el ojo humano percibe la mezcla del rojo y el verde como amarillo. Su nombre procede del latín amarus, que significa amargo, triste, posiblemente debido al tono amarillento que producen enfermedades como la tisis, el paludismo (o fiebre amarilla) y las afecciones hepáticas, que dan a la piel del paciente un tinte ictérico cercano al amarillo. Sin embargo, el amarillo es además, lógicamente, un color alegre, fuerte, optimista y viril, que se identifica con el Sol y con arquetipos masculinos de poder y dominación. El amarillo es el color de la realeza china, cuyo emperador vestía una túnica tradicional de este color, si bien también representa entre los chinos la crueldad y la traición, de forma quizá muy coherente. En el mundo teatral, una tradición bien arraigada asegura que el amarillo da mala suerte, y existe la prohibición tácita entre los actores de llevar prenda alguna de este color sobre el escenario. Se cuenta que esta peculiar superstición procede de la muerte de Molière, quien vestía de amarillo cuando falleció sobre las tablas, representando su propia obra El enfermo imaginario… El amarillo fue también para Chambers el color del éxito, del dinero, el poder y la inmortalidad… tanto como del amargo olvido al que relegó el resto de sus obras, a las que el fulgor dorado de El rey de amarillo ha dejado sumidas en la oscuridad, enterradas para siempre en las catacumbas del tiempo perdido.

Por supuesto, Chambers conocía todas las implicaciones del color amarillo, y las amalgamó con varios referentes literarios, siendo el más claro Ambrose Bierce. Chambers ubicó a su rey de amarillo en la mítica ciudad de Carcosa, que apareció por primera vez en el cuento corto de Bierce llamado “Un habitante de Carcosa”, publicado en 1893 (y que dio pie a la construcción de otras ciudades fantásticas como R´lyeh de Lovecraft y Cariona y Penumbria de Emiliano González). Asimismo, el rey de amarillo es una referencia al cuento (de los favoritos de Guillermo del Toro) “El rey de la máscara de oro” de Marcel Schwob (1892), donde el rey, y todos sus antepasados, han tenido que portar una máscara de oro para cubrir sus rostros deformes, pues son leprosos (este detalle es de suma importancia en la serie True Detective). Otro referente es “La máscara de la muerte roja” de Poe (1842) y la obra de Wilde (uno de los personajes en “El reparador de reputaciones” se llama Wilde). También es un guiño a The Yellow Book, revista literaria decadentista editada de 1894 a 1897, con portadas de Aubrey Beardsley y textos de Max Beerbohm, Barón Corvo, Henry James, Arthur Symons y Yeats, entre otros.

Seguramente existen muchas más, pero también sucedió a la inversa. El rey de amarillo, libro maldito que conduce a la locura influyó en la creación del Necronomicón de Lovecraft y en Dark Chambers (clara referencia al apellido del autor), antología imaginada por Emiliano González en “El discípulo” (Casa de horror y de magia, 1989) que incluía cuentos de Machen, Fitz-James O´Brien, Maupassant, Blackwood, Stenbock y Aurelio Summers.

La banda setentera Blue Öyster Cult menciona al rey de amarillo en su canción ETI:
I’m in fairy rings and tower beds
«Don’t report this», three men said
Books by the blameless and by the dead
King in yellow, queen in red.

El rey de amarillo no sólo eclipsó la vasta obra literaria de Chambers (escribió muchísimos best-sellers de historias detectivescas, romances sobrenaturales, ciencia ficción, biografías de personajes históricos, novelas sentimentales, sátiras, poemas, historias para niños, libretos de operetas…), sino también su carrera como ilustrador (estudió en la prestigiosa New York Art Student´s League), que es prácticamente imposible de rastrear… A excepción de la ilustración utilizada en la portada original de El rey de amarillo, que fue obra del propio Chambers.

True Detective pertenece a la camada de series televisivas que apuestan por temas diferentes, controvertidos y por un formato breve de 8 a 10 capítulos (característica que les quita la sensación de telenovela y las acerca más al cine).

Con sólo ver los créditos iniciales presentí que estaba por ver algo diferente, memorable:

Creada y escrita por Nick Pizzolatto (escritor de Nueva Orleans de apenas 39 años), dirigida enteramente por Cary Fukunaga (director californiano de apenas 37 años y que, se rumora, dirigirá el remake de It) y protagonizada por Woody Harrelson y Matthew McConaughey (cuyos dos últimos años han sido impresionantes), este noir gótico sureño se aleja de los convencionalismos de las abundantes series que tratan sobre asesinos seriales, dándole un toque sobrenatural, de terror cósmico. Por supuesto, ese toque corre a cargo de Robert W. Chambers. Por ejemplo, en el episodio 2, Martin y Rust (Woody y Matthew, respectivamente) encuentran el diario de Dora Lange, prostituta asesinada de forma ritual, donde se puede leer un fragmento del poema con el que abre El rey de amarillo:

(Michael M. Hughes encontró otros ejemplos aquí.)

Pero no todo es Chambers. Resulta inevitable pensar en Lovecraft, en específico en Cthulhu, cuando un niño dibujó al sospechoso con la cara cubierta por espagueti y las orejas verdes (“Spaghetti monster”); sin embargo, me parece, una referencia más exacta sería el rey leproso de Schwob.

Lincoln Mitchel elaboró una lista/guía para entender las referencias de la serie y para buscar literatura similar. A pesar de que coincidimos en las principales, una que me encantó, que intuía pero no estaba seguro, fue la de Thomas Ligotti. A Ligotti lo descubrí recientemente (pues lo anunciaban como “el nuevo Lovecraft”) con Noctuario y Teatro Grottesco, impresionantes colecciones de cuentos. El pesimismo filosófico de Rust me hizo recordar al personaje principal de “The clown puppet”, que se avienta un discurso filosófico sobre el sinsentido. Pues resulta que sí, Pizzolatto declaró en esta entrevista que en el episodio 1 Rust parafraseó un fragmento de The conspiracy against the human race de Ligotti. Mitchel lo encontró:

Rust: We became too self-aware; nature created an aspect of nature separate from itself. We are creatures that should not exist by natural law.
Ligotti: We know that nature has veered into the supernatural by fabricating a creature that cannot and should not exist by natural law, and yet does.

Por cierto, el nombre de la serie probablemente es una referencia a True Detective Magazine, revista donde, en 1933, Charles Addams (sí, el creador de las viñetas de la Familia Addams), trabajó retocando fotos de cadáveres.

El símbolo del signo amarillo, diseñado por Kevin Ross en 1989 para un juego de rol sobre Cthulhu, es reinterpretado en la serie como una espiral, que se tatúa en las víctimas de los asesinatos rituales y que Rust observa en una parvada de aves al llegar a una iglesia derruida donde encontrarán algunas pistas.

Justamente ahí se encuentra una de mis secuencias favoritas de la serie: cuando entraron a la iglesia noté algo raro, enorme, dorado sobre una viga. Mi primera reacción fue gritar “¡el rey de amarillo!”, pero después de volverla a ver y detenerla en el justo momento, me di cuenta que era un búho. Como ni Rust ni Martin reaccionaron ante su presencia, pensé que se trataba de una alucinación de Rust, pero recordé que en “Un habitante de Carcosa” hay un búho:

Sobre la rama de un árbol seco un búho lanzó un siniestro aullido y otro le contestó a lo lejos.

Por cierto, Emiliano González hizo una referencia fenomenal a este cuento: “Un habitante de Carcosa” termina así: Tales son los hechos que comunicó el espíritu de Hoseib Alar Robardin al médium Bayrolles. “El hombre embozado” (Los sueños de la bella durmiente, 1978) inicia así: La voz de un espíritu llamado Anna dictó al médium Bayrolles el siguiente relato…

Regresando a la serie, Pizzolatto declaró aquí que para el hombre de la máscara de gas, Reginald Leroux, se basó en la obra del Bosco. Esto me hizo recordar el perturbador video de Buckethead:

Al igual que El rey de amarillo, True Detective merece (y requiere) ser visitada y revisitada para poder encontrar todos esos detalles que la están convirtiendo (si no es que ya) en una obra de culto.

¡Revivamos el terror cósmico y el pánico interestelar!

 

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Miguel Antonio Lupián Soto 

Ex alumno de la Universidad de Miskatonic, feligrés de la iglesia Cthulhiana y devoto de San Lemmy.

www.mortinatos.blogspot.mx

http://www.mortinatos.tumblr.com