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El DIABLO ESTÁ EN LOS DETALLES

reseña de Tristes sombras, de Lola Ancira

 

Ariel Alejo

 

 

Ay, mija, si vamos a caber en el infierno,

¿cómo no vamos a caber aquí? No hay de otra.

“Vidas ajenas” / Tristes sombras

 

Existen proverbios que señalan a la perfección la relevancia que poseen las cosas mínimas: esas piezas microscópicas de un rompecabezas que determinan, con su ausencia o integración, la materialización de una imagen, dibujo o forma que, en caso contrario, quedaría incompleta, fragmentada.

“El diablo está en los detalles” es un viejo adagio importado desde tierras anglosajonas que ejemplifica, contundente, la maravilla de lo ínfimo, el mostrar mucho diciendo poco como parte intrínseca del complejo acto narrativo y la maestría en el manejo de las minucias y visos de la documentación que confluyen, de forma muy correcta, en la creación de universos paralelos y siniestros, contextualizados principalmente en dos espacios geográficos que se ubicaron en el corazón de nuestro país; muros olvidados y malditos que delimitaron en su momento los alcances de la locura, la infamia y la miseria humana.

Tristes sombras (Editorial Paraíso Perdido, 2021, 200 pp), o lo que es lo mismo el diablo está en los detalles, son doce oscuras y hermosas narraciones —en justa proporción y equivalencia— que integran la más reciente obra escrita por Lola Ancira, autora originaria de Querétaro.

El precedente del trabajo de la autora lo encontramos en su libro titulado El vals de los monstruos: relatos con temática siniestra que rozan de manera sensual los diversos ángulos del horror y lo sublime, donde la escritora puso de manifiesto —ganándose una creciente legión de seguidores— la facilidad innata que domina y utiliza para involucrarnos en sus atmósferas opresivas, melancólicas y, si se desea, malsanas. En este mismo tenor, la cuentista, que comenzó el proceso de planeación de las sombras que reseñamos hoy desde el año 2016, continúa en este volumen con el derrotero de impresionarnos, conmovernos y, en definitiva, dejarnos afectados con sus historias.

Tristes sombras es un libro de narraciones dividido en dos partes consagradas al infierno y la decrepitud —que se van transformando, mediante una especie de alquimia literaria con el desarrollo del ejercicio lector, en nostalgia, crónica y empatía hacía esos espectros que todavía deambulan por los pasillos en nuestro imaginario colectivo— de dos lugares malditos y ambiguamente significativos en los pasajes de la oscura historia mexicana: el hospital psiquiátrico de La Castañeda y el palacio negro de Lecumberri. Sitios donde el concepto de tragedia humana se hizo tangible para miles de personas que, arrastradas por sus bajas pasiones, la necesidad económica, los prejuicios de una época posterior a la revolución, las traiciones familiares, los accesos de emoción violenta o simplemente por la casualidad, se encontraron, de pronto, alienadas, desproveídas de lo más básico para la subsistencia en condiciones de hacinamiento, maltrato, corrupción y expuestas a cualquier ejercicio que la maldad humana —ya sea por sus mismos compañeros de desgracia o con la mano de las autoridades correspondientes— quisiera, en cumplimiento de un deseo o por simple tedio, practicar con ellos.

Son seis los relatos que le corresponden a cada uno de esos agujeros geográficos que se ubicaron en la capital mexicana. Cada uno de ellos transforma al lector en un bálsamo que, depositado en una filosa jeringuilla, se inyecta e incrusta en los ojos de los personajes, para que podamos atestiguar y caminar con ellos los círculos del espiral en su camino hacia el infierno. Personalidades que desde el inicio de sus vicisitudes dan muestra de querer aferrarse con todos los medios posibles a su condición humana, a sus vidas, sueños y rutinas antes de terminar abandonándose al olvido y el ostracismo trágico e invisible de la ruina.

En el primer apartado —dedicado de lleno al psiquiátrico La Castañeda— es la locura quien protagoniza las páginas de estos cuentos. Historias bautizadas con títulos espléndidos como “La muerte niña” o “Espejos de mercurio” nos producen desazón y nostalgia por el devenir incierto de sus personajes, impotencia ante los prejuicios y costumbres de un México más cercano a la Inquisición que al progreso; tristeza, enojo, decepción y sorpresa al no sabernos tan distintos en nuestra realidad inmediata.

Algunos de los tópicos que la pluma de Lola Ancira desenvuelve y explaya para ir construyendo sus atmósferas y narraciones (el horror, lo sobrenatural o lo fantástico) plasmados en sus trabajos anteriores de manera bastante correcta, en Tristes sombras, de entrada, no son tan evidentes. Lo cual no resta en absoluto y moldea un trabajo destacable que permanecerá indisoluble en la mente del lector. Un trabajo artístico cualitativo, que privilegia los trazos leves, sutiles, en el lienzo de las historias que nos conducirán hacia los infiernos de los desamparados.

La riqueza de esta colección de cuentos estriba, precisamente, en que sus tramas se van construyendo mediante el tejido a detalle de vivencias, dramas y eventos suscitados dentro de estos inmuebles construidos en el siglo anterior; dramatizaciones bellamente caracterizadas del pasado mexicano, retratos de un país moralista en el que lo estratos sociales más vulnerables e ignorados, la mayoría de los casos, son el caldo de cultivo perfecto para lo inquietante: un terror menos paradójico y más real, por lo cercano.

Mientras avancemos en sus páginas y nos convirtamos en arrendatarios de esas grises y furiosas habitaciones, nos daremos cuenta de que, en efecto, Tristes sombras es perturbador, escalofriante y que, en definitiva, el diablo está en los detalles. Por ejemplo, en esos párrafos del cuento “Furor Impius”, ambientado en la fuerte corriente del espiritismo en el siglo diecinueve, donde asistimos a una sesión en la que un ente se manifiesta desde los abismos lanzando frases dolorosas y cargadas de bilis a los que buscaban, en su guía, alguna especie de consuelo: ¿Sabes por qué te lo quitaron? ¡Porque era un hijo de Satanás, un niño que no debía nacer!

Encontraremos niños fallecidos retratados en fotografías post mortem; seremos testigos mudos de la auto inmolación en fuego de una mujer, triste intento para acallar los demonios de su concupiscencia: de un instante a otro, se convirtió en una mujer ígnea que se consumía en vida junto con su calor mal disfrazado.

Nos convertiremos en turistas de lo extraño y de los crímenes violentos, haremos una visita breve a la famosa “Ogresa” de la colonia Roma, Felicitas Sánchez, personaje fatídico, real y cruento; uno de tantos que hacen estremecedoras apariciones/cameos en los cuentos de Lola Ancira, así como otras reverberaciones que van entrelazando sus historias y desarrollándose simultáneamente, ya sea en Lecumberri o La Castañeda.

La segunda parte de Tristes sombras está ambientada en el Palacio Negro: construcción malsana, con forma de panóptico, que ejercía el poder en oleadas de enfermiza vigilancia sobre todas las crujías en las que se hacinaban los presos, corría la sangre, la violencia estrecha, se creaban lazos cómplices, como en el cuento “La nave va”, y se desarrollaba, inevitable, el influjo de la muerte.

Los relatos que corresponden a este apartado también poseen títulos sublimes: “Venganza de marfil” —que en su estructura y elementos argumentales es el relato que más coquetea con el género fantástico—, “De qué eres memoria”, íntima y esclarecedora narración donde conoceremos a uno de los personajes más entrañables de toda la obra: La Jarocha.

“Puedo soñar que ocurrió” es la historia de un hombre frágil y obsesionado que, tras las constantes lecturas a un libro, comienza a creer que sus líneas lo señalan como el elegido que terminará con la encarnación oscura del poder. Un cuento ubicado en el contexto de la masacre de Tlatelolco y que desarrolla una historia conspirativa a partir de un hecho doloroso y sangriento en la historia del país.

“¡Crimen nunca visto!” es otro relato que a los apasionados de la criminología y el derecho penal les va a encantar. Crónica protagonizada por un estudiante de criminología con algunas apariciones de doctrinarios históricos en la materia como Alfonso Quiroz Cuarón, quien fuera el responsable de capturar al asesino de León Trotsky y que perfiló los rasgos homicidas de Goyo Cárdenas, y Carlos Roumagnac, fundador de la criminalística y representante de la escuela antropometrista, heredada del italiano Césare Lombroso. Un cuento que nos dota de perspectiva para entender cómo es que se trataba de interpretar o analizar las mentes criminales en el siglo XIX y XX, que además nos regala un final inesperado.

En la oscuridad, en la ausencia de luz, miles de cuerpos opacos caminan en círculos y restriegan —en el muro amarillento plagado de pintas, frases vulgares e incluso poesías— los rostros macilentos y manchados de melancolía hasta terminar convertidos en borrones indistinguibles, sin expresión, sin sueños o esperanzas. Entes amorfos, despojos de vidas que se enfrentaron a la poderosa zarpa del destino y terminaron perdiendo: arrojados al apando o a la terapia del electroshock, perdidos en la vastedad de sus mentes y olvidados por el fluir de un tiempo que para ellos dejó de transcurrir, quedando inmóviles en alguna crujía o tina de hidroterapia.

Lola Ancira

Tristes sombras es un trabajo literario que conjuga el talento narrativo con la minuciosidad de la documentación histórica; un trabajo monumental y preciso que transita por los abismos de la locura, el crimen, la tragedia y el drama del ser humano.

Lola Ancira ha dado un salto de calidad enorme y sus registros como cuentista en este compilado la califican como una de las mejores escritoras jóvenes en la actualidad.

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Ariel Alejo

(Xalapa, Veracruz. 1981)

Reside en Cuernavaca, Morelos. Es abogado, rocker y maestro de música de nivel preescolar.

Coordinador del proyecto “El informe bestia”, cohost e investigador del podcast El día de los bestias.

Adepto de Stephen King e Irvine Welsh, lector constante, apasionado de los temas paranormales y

seguidor de autores independientes que practican la escritura de los géneros fantásticos y del terror.

Actualmente en proceso de escritura de su primer volumen de cuentos.

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