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UNA BREVE -NO TAN BREVE- HISTORIA DEL TERROR (II):

El terror moderno y sus demonios

Maya Jurado

 

 

 

El miedo y sus formas han evolucionado al paso de la raza humana; a la llegada del siglo XIX  el horror tenía nuevos rostros, las pesadillas cambiaban, la literatura y sus lectores también. Había llegado el terror moderno.

POEtry-edgar-allan-poe-33126755-900-1042La nueva camada de escritores no sólo trajo un segundo aire al género, también se ocupó del estudio de sus métodos. El escritor moderno dedicaba sus esfuerzos a analizar cómo funcionaba un texto en relación al lector, qué le hacía reír, excitarse, llorar… qué le hacía temblar y por qué. Edgar Allan Poe es, quizá, el primer nombre que llega al hablar del terror; el escritor llevó buena parte de su producción al cuento, una forma narrativa que Poe empleaba en función de su brevedad retomando el principio de la “unidad o totalidad de interés” de Schlegel (aquel cínico convertido en puritano que explicaba que el efecto de mayor impacto que se produce en el espectador es el de aquella obra que logra ser asimilada en un lapso breve, evitando las pausas que fraccionan la emoción). Uno de los grandes talentos de Poe fue saber cómo manipular los «Phobic Pressure Points» (disparadores que trabajan -según nos dice Stephen King- a partir de los miedos colectivos de cada generación) para traer a flote los terrores dormidos en la memoria social; usando recursos como el narrador omnisciente (generalmente en primera persona, una voz que identifica al lector con los horrores que vive el protagonista), el aislamiento físico y psicológico (el primero logrado por la vaga ubicación del escenario ficticio, el segundo cercando el inconsciente del lector) o el soliloquio, ese monólogo interno en el que el narrador transmite al lector sólo su perspectiva presente, borrosa y subjetiva, impidiendo al lector distanciarse del terror.

Párrafos atrás hablábamos de la evolución del terror, pocos ejemplos mejores que el miedo que acompaña al hombre desde sus primeros pasos: La muerte. En siglos anteriores la muerte había sido -en cierta forma- domesticada: hombres, mujeres y niños sabían bien lo que pasaba después de muertos; se les había hablado de cielos, infiernos y lo que les esperaban ahí. El terror no estaba en la muerte sino en la posibilidad de cometer un error que  les ganara no ser dignos de la vida eterna. Para el siglo XIX la ciencia retaba lo sagrado cada día y la respuesta a ¿Qué pasa después de la muerte? era incierta. Los miedos sociales se traducían en nuevos monstruos; pronto la muerte física ya no era la única sombra que acechaba, también estaba la alienación, la corrupción de la chispa divina -el alma- que hacía al hombre humano, la condena a la muerte en vida. Ahora el escritor no sólo ideaba historias con que amenizar las veladas: pasaba de ser cronista de lo imaginario a explorador de los confines de la psique humana.

maupassantGuy de Maupassant fue uno de sus más célebres visionarios, aterrado ante la maldición de la locura que se cernía sobre él. Flaubert fue su segundo padre y mentor, lo inició en la literatura y de él vino la escuela del naturalismo que Maupassant mantuvo aun cuando descubrió que la realidad que intentaba reproducir necesitaba otra realidad -alterna y siempre quimérica- para poder ser aprehendida. La locura y sus fantasmas fueron el terreno de Maupassant; el escritor intentó un exorcismo tan honesto que sus cuentos resultaban una confesión entre el narrador penitente y el lector, todo sin resultado alguno. El escritor murió no sin antes haber visto el heraldo de su propia locura y posterior muerte en el fallecimiento de Hervé, su hermano menor.

bram-stoker-dracula-1Sería absurdo intentar hablar en totalidad del terror moderno en las pocas líneas que nos quedan. No hemos mencionado la «Ghost Story» y a Joseph Sheridan Le Fanu, padre del «cuento de terror realista» y antítesis del gótico con su propuesta de brevedad, humor y realismo. A Le Fanu también le debemos la figura del parapsicólogo moderno, el detective de lo oculto que lucha contra lo sobrenatural desde la razón (desde su Martin Hesselius hasta el Dr. Van Helsing) y el perfil claro del género vampírico que Polidori inauguraría y Le Fanu trazaría con «Carmilla», su encantadora vampiresa. El género vampírico fue retomado por autores dentro y fuera del círculo fantástico, nombres usuales como E.T.A. Hoffmann o poco comúnes, como Dumas (Padre). Bram Stoker y su Drácula merecen un párrafo aparte: aún con la exitación de los asesinatos de Jack «El Destripador» y el miedo a la sífilis y la tuberculósis (enfermedades que solían acabar en la locura y que guardaban cierta aura dramática) Stoker recrea al vampiro como el seductor que conjuga en la sangre el eros y el thanos, despertando la pulsión erótica y el deseo de muerte dormidos en una doncella virginal. Curiosamente, Stoker planeaba una crítica a la mujer victoriana: el final original -que el editor pidió cambiar- relataba que Mina se entregaba a Drácula y elegía la inmortalidad del príncipe sobre la aburrida castidad de Johnatan, su prometido.

hodgsonTenemos que mencionar, por supuesto, a Henry James y «Otra Vuelta de Tuerca», una de las grandes cúmbres de la «Ghost Story» que describe a la perfección lo que es el terror psicológico cuando, al llegar al final de la novela se consígue que el lector dude de su propia cordura. En la misma ola mencionaremos al anticuario M.R. James y su extraña galería de fantasmas: desde bestiales espectros de apariencia animal hasta presencias sobrenaturales escondidas en una sábana arrugada. Tambien hablaremos de  Stevenson con «El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde», una novela que combina el terror, el policiaco y el psicológico para hablarnos crudamente sobre la dualidad del ser humano y el más impío de los monstruos, ese que nos devuelve la mirada en el espejo. Llegamos a Gustav Meyrink, autor de producción corta y vastos estudios esotéricos, afiliado al ocultismo para paliar su aburrida vida de banquero. Con los años escribiría una de las magnas obras del género, «El Gólem», una suerte de viaje iniciático que rescata conceptos como el «Golem» judío y la duplicidad: ya sea el doble, el hermafrodita, el desdoblamiento o la emanación. No olvidemos -como la historia suele hacer- a William Hope Hodgson, un autor frugal en el estilo y desbordante en cuanto a imaginación. Su obra más conocida, «La casa en el confín de la tierra» fue rechazada más de veinte veces y el resto de su producción no contó con mejores hados; fue un autor prolífico dado al terror y a la ciencia ficción que prefería los escenarios marinos y se enfocaba en tres temas, que el traductor Francisco Torres Oliver recoge: La transformación de la carne en monstruo, el fin del universo y las abominaciones surgidas del abismo. Ante este tercer tema sería imposible no remitirse a los horrores de Arthur Machen, sus geografías cotidianas de calles y mansiones invadidas por el mal en su estado más puro y tan abstracto que rechaza las limitaciones de una descripción encarnada, una representación concreta.

Si hablamos de fechas, diré que con este breve recorrido vamos llegando al primer cuarto del siglo XX. En cien años se desarrolló el teléfono, la televisión y las computadoras, conquistamos la luna, Einstein desarrolló la teoría de la relatividad, dió inicio el cine y el Rock & Roll, se hicieron adelantos en clonación y el mundo observó cómo se desarrollaban dos guerras mundiales y caían las bombas atómicas. El terror aún tenía un largo camino por recorrer, nuevas formas en que mutar… y el terror cósmico estaba por desatar sus horrores innombrables.

maya-dragon-vencidoMaya Jurado

Escritora, guionista de historieta, cinéfila obsesiva, bibliófila compulsiva, melómana violenta, comiquera adicta y -todo sea dicho- cafeinómana confesa. A la fecha sigue prófuga de la SOGEM y el Centro de Capacitación Cinematográfica; puedes encontrarla en el blog “La Caja del Diablo”, en TwitterFacebookPinterest o en algún oscuro tugurio haciendo tratos sucios para aumentar su colección de dinosaurios y robots. Su lema -que hace honor a la inmortal Tucita- reza: “¿Pa’ qué me dejan sola si ya me conocen?