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TECLÓPOLIS

LA VENGANZA DEL AGUA

Juan Manuel Díaz

 

En 2009 los argentinos Javier Mrad y Javier Salazar realizaron Teclópolis, un corto animado usando la técnica de stop motion para darle vida a un mundo donde los animales eran objetos… O mejor dicho: donde los objetos se convirtieron en animales. Revistas viejas hacían las veces de vegetación y unas llaves stilson son parte de la fauna que recorre esta sabana surrealista.

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El animal protagonista es una cámara súper 8, cuyo mango se convierte en la cabeza en un ser parecido a un rinoceronte. Acercándose a una playa que no es otra cosa que una mesa y un mar hecho de un mantel que se revuelve sobre sí mismo, el rinoceronte-cámara observa a un ser marino. ¿Tal vez una sirena? Sólo el adorno del cofre de un auto: una mujer alada completamente plateada. Al parecer, hay algo semejante parecido al amor en esta breve pero hermosa interacción enmarcada por la iluminación que oscurece todo alrededor de la pareja.

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Sin embargo, la historia de amor no llega a concretarse. El rinoceronte-cámara encuentra un mouse de computadora y —después de rescatarlo del mar-mantel— el ratón revela su naturaleza siniestra: cavar un túnel y liberar a los invasores. Teclados, pantallas, mouse… En general, todo tipo de tecnologías digitales que invaden el mundo de los objetos análogos para secuestrarlos, empaquetarlos y derretirlos. Una ciudad es construida a la orilla del mar-mantel y va acaparando todo espacio habitable. Al final, cuando la sirena-adorno-de-auto es procesada y lanzada el abismo, el mar eleva sus aguas y termina por inundar la ciudad-computadora. Todo es devorado por las aguas y el único sobreviviente es la cámara-rinoceronte.

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La alegoría se hace palpable: la tecnología digital como el devenir de la destrucción del mundo natural representado por los objetos análogos. Las tecnologías se exterminan unas a las otras, de igual manera que exterminaron el mundo natural. La nueva naturaleza —en riesgo de ser eliminada— son las viejas tecnologías que han obtenido un carácter animalístico y de ser vivo. La advertencia, realizada de una manera completamente original, encierra una promesa: así como nuestras tecnologías devastaron el mundo natural, en algún momento otras más sofisticadas lo harán con el nuestro.

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El agua —como el único elemento natural que sobrevive a la invasión digital— termina por regresar e inunda todo lo que existe. Una suerte de diluvio divino pero que, en lugar de caer, llega desde las profundidades. La alegoría perfecta para indicar que lo natural no se ha ido del todo y que en algún momento regresará.

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Todo lo anterior es enmarcado de manera perfecta con el uso de objetos cotidianos que se convierten en seres vivos, plantas o inclusive agua. Hay un momento en el que los mouse —como habitantes de la ciudad hecha primordialmente de teclados de computadoras— vierten un líquido negro (en realidad es un plástico) que, por medio de la técnica del stop motion, cobra consistencia y cualidades líquidas. Lo mismo para el mantel convertido en agua, cuando sus borlas se vuelven espuma de mar.

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Además de la clara alegoría de la naturaleza contra lo tecnológico, hay una poética de lo cotidiano. Por medio del encuadre, la técnica de animación mencionada y el movimiento, los objetos se vuelven algo más allá de objetos. La genialidad de los directores es alcanzar a observar la potencialidad encerrada en las cosas comunes y corrientes, verlos más allá de sí mismos. En lo personal, jamás había visto un animal encerrado en una cámara súper 8 mm y me hizo recordar esos juegos de mi infancia en los que tomaba cualquier objeto y se convertían en naves espaciales, espadas u otro elemento fantástico. Y es aquí donde encuentro lo mejor de este corto: los directores mantuvieron esa visión infantil para transmutar una cámara en un rinoceronte, una pila de revistas en pastos altos y teclados en rascacielos.

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TECLOPOLIS from Can Can Club on Vimeo.

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Juan Manuel Diaz de la Torre

Tengo 36 años y nací en la Ciudad de México un 11 de octubre de 1985. Ese día fue viernes y debí nacer a las 6 de la mañana, pero llegué hasta las 8. Tal vez por eso me gustan los viernes y dormir hasta tarde. Soy escritor de poesía, cuento, novela y viñeta, aunque mi trabajo diurno es ser profesor e investigador. En realidad, creo que mi chamba es comunicar: sin importar que sea una reflexión en forma de cuento, un análisis de una película o algún apunte sociológico, lo único que hago es comunicar.

 

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