LA MASACRE DE TEXAS
entre un perfecto slasher y una pésima secuela
Israel Yerena
Tras casi 50 años de haber estado en silencio, la sierra volvió a rugir. Luego de casi cinco décadas de cordura, Leatherface enloqueció una vez más, ¡y lo hizo de la forma más brutal posible!
Lo que están a punto de leer no es una reseña. No, esto es algo personal. La (nueva) Masacre de Texas, del director David Blue García y el productor Fede Álvarez, ha recibido críticas mixtas entre los que están de acuerdo en que es una pésima secuela del clásico de culto original y entre aquellos que disfrutaron del baño de sangre que ofrece.
La verdad es que se trata de una mala secuela (o mejor dicho, ¿recuela?). Sí, pero también de un gran y satisfactorio slasher como pocos en los últimos años. Por eso vamos a defender esta cinta como se merece y con todo nuestro amor por Leatherface, pero, también seremos lo más severos que podamos con ella.
LO BUENO
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Su contenido gore, aunque no en extremo explícito, muestra una grata y satisfactoria cantidad de sangre. Además, a pesar de que varios de sus efectos especiales se perciben un tanto computarizados, la violencia y sadismo que Leatherface ejerce sobre sus víctimas nos entregan a una de las versiones más salvajes (si no es la que más) de este asesino.
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A lo largo de la película se muestran pequeñas pero notorias referencias a la cinta original, ya sea en forma de objetos (dibujos, periódicos o souvenirs) o de comportamientos: como el que Leatherface arrastre su pierna derecha en alusión a la herida que se hace con la sierra en la cinta del 74, así como su clásico delantal amarillo, corbata y el maquillaje de mujer en su máscara (que cabe decir, es la primera vez que usa un rostro de mujer como rostro principal desde el inicio y hasta el final).
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Debido a su corta duración, la trama no pierde tiempo en buscar ser profunda o crítica, simple y sencillamente se presentan a las víctimas que serán destazadas por el psicópata (aunque a cambio de sacrificar un mejor guion). Es un slasher puro y duro, sin pretensiones de grandeza, sólo de saciar el morbo.
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Sally (Olwen Fouéré) no es una heroína ni tiene por qué serlo. Sally no necesita ser una Laurie Strode (Halloween, 2018) o una Sidney (Scream 5). ¡No! Aquí es un personaje que no copia la idea de ser la mujer que salva el día ni la sobreviviente indestructible; en cambio, es egoísta y ciega de venganza, por lo que afortunadamente su personalidad es diferente a las dos protagonistas anteriores, lo que la hace interesante a su manera y lo bastante alejada de ellas como para no ser una copia de estos personajes.
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Lejos de ser “inclusiva” o “correcta”, la película se burla de este tipo de cosas y hasta critica (muy suavemente) prácticas como la gentrificación. Además, ya haya sido intencional o no, sus protagonistas son tan vacíos y escuetos que, además de que es catártico verlos sufrir y perecer, se agradece en extremo que el final de la película no sea un final feliz; al contrario, es incluso sorpresivo e impactante.
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Se sigue respetando la personalidad y motivos de Leatherface en su actuar: es un hombre trastornado que no distingue entre el bien y el mal; es violento, sí, pero sólo cuando se le obliga a serlo.
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La confrontación verbal entre Sally y Leatherface es sencilla pero potente: a él no le importa quiénes sean sus víctimas. Cara de cuero sólo mata porque es la vida que se le enseñó a vivir.
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El pequeño guiño/homenaje al famoso baile de Leatherface con la motosierra al final de la película original fue, sencillamente, hermoso.
LO MALO
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Leatherface pierde su esencia de asesino “humano” para convertirse en una especie de “súper hombre” capaz de resistir graves daños e incluso pareciera tener “tintes sobrenaturales” por momentos. Lo anterior no es malo para personajes como Jason o Michael Myers, pero sí para uno que durante toda su franquicia fue un simple mortal.
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La presentación tanto de Sally como de Cara de cuero (Mark Burnham) es demasiado pobre e insatisfactoria. No está mal que la cinta entre de lleno en la sangre y el gore, pero tras 48 años de no saber nada del asesino y de la sobreviviente, era necesario conocer un poco más de su historia y cómo es que ambos llegaron a ese punto de su vida.
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La idea de la trama es lo bastante sencilla como para poder funcionar bien; desgraciadamente, el guion tiene graves fallas y varios sin sentidos. Además, claro, de que la edición de la cinta es bastante mala en varias escenas y montajes, por lo que hay bastantes cosas que no tienen sentido.
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El canibalismo se deja totalmente de lado, siendo que es uno de los elementos principales de la franquicia.
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El tiempo de Sally en pantalla es casi una ofensa para la importancia del personaje en la cinta original. Como hemos dicho, ella no tiene por qué ser como Laurie o Sidney (además, si hubiera sido como ellas, sería más criticada y comparada), pero tomando en cuenta el peso de esta final girl en la historia del cine de terror, merecía más tiempo a cuadro.
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La escena del autobús, al igual que la película en general, se ama o se odia. Para algunos resultó un festín de gore bien logrado: para otros, un motivo “de pena ajena”.
En pocas palabras: Esta nueva Masacre de Texas no es, ni de cerca, la secuela/recuela que la original Masacre merecía. Pero sí es, de principio a fin, un gran, enorme y placentero slasher.
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Egresado de la carrera de Comunicación de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán.
Contribuyente de la revista electrónica “Encuadres”, escribiendo reseñas y noticias acerca del género de terror.
Titulado mediante la tesis “La masacre de Texas: del asesino histórico al fílmico”.
Amante de los temas tabúes, lo retorcido y lo bizarro, desde muy temprana edad -cuando apenas era un pequeño Ghoul– encontró en el género de terror un refugió en el cual depositar y liberar todos aquellos deseos perversos que crecen hasta en la mente más pura. Sin importar la vertiente, ya sea literaria o cinematográfica, el horror es un género que lo ha sumergido en un mundo que le ha enseñado que, a veces, la belleza más extrema se encuentra en las obras más grotescas.
De estómago curtido principalmente por los filmes slashers, el género de horror también le ha demostrado que la mente y la naturaleza del ser humano son, quizá, las fronteras más lejanas y oscuras que nunca terminarán de ser exploradas, pero que piden a gritos que alguien se adentre en ellas. En la literatura, gracias a Lovecraft, ha aprendido que, aunque sea en unas cuantas páginas y en breves oraciones –escritas a veces por las mentes más solitarias e incomprendidas– se alberga el horror más profundo de todos, aquel para el que ni siquiera se han creado las palabras ni ojos que sean dignos de describirlo.
¡Iä, iä! ¡Cthulhu fhtagn!
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