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ADENTRO DE TIERRA FANTÁSTICA

I

Manuel Barroso

 

Muchos hemos dicho que las editoriales no se fijan en la literatura basada en la imaginación fantástica. Al menos no en la que se escribe en México, porque todos matarían por quitarle a Random House los derechos para publicar a Stephen King o Twilight. O tampoco se olvida cómo, después del éxito de Harry Potter, Urano (bajo el sello de Editorial Puck) apostó en grande por los libros de Túneles. Sin mencionar lo que valen los derechos de publicación de todo lo relacionado con El señor de los anillos o Los juegos del hambre, la facilidad con que se lleva al cine Aprendiz de vampiro o Los seis signos de la luz (la peor película de la historia. LA PEOR) o la cantidad de fans de Anne Rice que hay entre los lectores mexicanos.

El punto es que muchos hemos dicho que las editoriales no ven nada que no sea realista. Lo cual no es del todo cierto. Ahí está Alberto Chimal para mostrar lo contrario. Y Daniela Tarazona. Y Bef, Paco Haghenbeck, David Miklos, Karen Chacek, Verónica Murguía, entre otros.

Bueno, podremos decir, ellos son otra cosa. Seguro las independientes no toman en cuenta esa clase de textos. Y ahí aparecerá la horda comandada por Bernardo Esquinca, Pepe Rojo, Gerardo Sifuentes, José Luis Zárate, Cecilia Eudave y otros más.

Bueno, podremos exclamar, ok. Pero apuesto lo que sea a que las editoriales estatales no dan un quinto por estas letras.

Si eso fuera cierto, ¿cómo podríamos explicar lo que pasa en el Fondo Editorial Tierra Adentro?

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Este sello editorial, tal vez el de mejor distribución en el país, es propiedad del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) y es, desde la última década del siglo XX, la que publica la mayor cantidad de la narrativa de imaginación fantástica en el país.

Ahí salió la primera edición de La primera calle de la soledad[1] de Gerardo Porcayo…

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…y los tres tomos de Más allá de lo imaginado, antologías compiladas por Federico Schaffler.

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Eso fue cuando las portadas de la editorial eran horizontalmente feas. Luego cambió de imagen y llenó la portada de color y dibujos, pero no dejó la imaginación atrás. La mejor prueba de ello es la primera edición de El llanto de los niños muertos, de Bernardo Fernández, Bef. Y después, en años recientes, volvieron a cambiar de imagen. Ahora, creo, es más elegante que sus dos versiones anteriores.

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Y ahora, el cobijo a la imaginación fantástica es más notable.

Si bien es cierto que nunca ha sido el grueso del catálogo, hay cada vez más. Y como prueba de ello, tengo a mi lado (literalmente hablando) catorce ejemplos para compartir con ustedes. La primera parte de la lista está armada por cuentos. Tierra Adentro tiene algunos de los libros de cuentos más interesantes del país (La biblia vaquera, Ballenas, Ojos que no ven, Corazón desierto y Entre cuatro esquinas son algunos de ellos[2]).

Y en el catálogo hay cosas tan raras como Ella sigue dormida de Alejandro Badillo. Sé que mucha gente habló bien de su novela La mujer de los macacos, pero creo que el talento del poblano se nota más en sus narraciones breves. Aquí el juego con la cotidianidad y la sordidez es clave para generar un extrañamiento en el lector de lo más interesante. De los ocho cuentos que arman el libro, “Historia del durmiente despierto” fue el que más me gustó (aunque nunca pude terminar “Bitácora del náufrago” porque mi libro está mal armado y le faltan las páginas de la 81 a la 97).

(Foto: Revista Replicante)

(Foto: Revista Replicante)

Pero si de extrañamiento se trata, hay que hablar de Invasión de Gonzalo Soltero. Es de esos libros que, por alguna razón, no te decides a empezar, pero cuando lo abres te vuela la cabeza. La invasión de lo extraordinario en la cotidianidad de los protagonistas (así sean forenses como en “Un paseo por el bosque”) va envolviendo al lector hasta que cree saber qué esperar. Todo para hacerle ver que se equivocaba. Como pasa en “Maduro” e “Intangible”, mis cuentos favoritos del libro.

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El que marca rutas un poco más claras es Los días con Mona de Joserra Ortíz. Este libro es algo particular en esta lista por una razón: no me encanta. Hay un juego interesante con las palabras (los tonos varían en cada cuento) y está armado de cuentos redondos. Pero creo que a casi todo el libro le falta soul, color. Y lo reclamo porque Ortíz puede darlo. Y la prueba está en el cuento “Los días con Mona”. Me sentí como si estuviera siguiendo a Holly Golightly por el mundo de The walking dead. El libro vale cada peso por ese cuento, sin duda.

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Continuará…

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[1] http://www.penumbria.net/what-about-the-old-school/

[2] De Carlos Velázquez, Gabriel Wolfson, Iris García Cuevas y Aldo Rosales Velázquez respectivamente.

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IMG00330-20120517-2113-1Manuel Barroso nació, creció y murió antes de enterarse de ello. Por eso reseteó la consola y sigue aquí.

Lee como poseso, escucha rap y jazz de forma adictiva, escribe porque le duelen las historias. Odia las verduras.

Mañana comprará un rifle.

@manubch