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CHIMAL, EL AMOR Y

LA CARTA A UNA AMIGA

Manuel Barroso

Llevo, sin mentir, días decidido a hacer esto sin atreverme a hacerlo.

Llevo horas sentado frente a la pantalla intentando escribir.

Las dos líneas anteriores son vanos intentos por soltar mis palabras.

Esta también.

Hace unos días, una de mis amigas más queridas (que también es la mujer más brillante que conozco) dio una ponencia en Oaxaca. En ella, entre otras cosas, dijo que la crítica debía encontrar la manera de transmitir la pasión que el autor de la misma siente por el libro del que habla (aquel que escribe para destrozar un texto –los famosos gatilleros –son tipos que no merecen ni una pizca de mi respeto).

Si eso es lo que un crítico debe hacer (siguiendo la línea de Ricardo Piglia), ¿por qué un escritor no?

Ese es el punto, EL PUNTO, alrededor del cual gira esta cosa (y la idea de ensayo/tesis que ronda mi cabeza): La torre y el jardín, de Alberto Chimal, es una historia de amor.

La novela, narrada, según yo, por la torre misma, cuenta la historia de Francisco Molinar y Horacio Kustos, quienes están dentro de un par de celdas en “El Brincadero”, un particular “prostíbulo” en la ciudad de Morosa.

La novela, fragmentada por años y horas diferentes, cuenta la historia de Isabel y de cómo fue que su vida la llevó a tomar el lugar de su padre y hacerse cargo de “El Brincadero”.

La novela, que aprovecha varios cambios visuales para distinguir (y no) narradores, cuenta la historia del joven Constantino, del pavor que le tiene a su padre, de sus fracasos y del sentimiento incómodo consistente en que nadie le dé la menor importancia a pesar de ser quien es.

La novela, que tiene una portada bellísima, cuenta la historia de cómo Don Cruz, ese arquitecto bromista, creó un edificio que, por fuera, tiene siete pisos y, por dentro, tiene un número infinito (o casi) de niveles.

La novela, publicada por editorial Océano, cuenta las historias de todos los clientes que van a la torre para hacer realidad sus más torcidas fantasías –historias –sexuales (todas ellas zoofílicas (en “El Brincadero” no se aceptan prostitutas, sólo animales)).

La novela, la más ambiciosa que ha escrito Alberto en su vida, cuenta la historia de una criatura inigualable (Z) que guarda, en lo profundo de su abismo, un gran secreto.

Las críticas, escasas aún por la novedad del libro, y una entrevista con el autor se enfocan casi exclusivamente en las relaciones sexuales, nunca pornográficas, que aparecen en el libro. Una metáfora del poder, dicen. Un hecho para reflexionar, dicen.

Es en ese punto donde, creo, la crítica deja ver su vista corta y muestra cómo su insistencia en ser “seria” y “objetiva” se convierte en un lastre que no la deja llegar al piso más importante de este edificio: La torre y el jardín cuenta la historia de cómo amamos nuestras historias.

No les diré más sobre lo que descubrirán leyendo, no les contaré del secreto de la torre, del libro azul, de los versos que alojan las fantasías, de la realidad maravillosa de Horacio Kustos ni la realidad tambaleante de Francisco Molinar. No hablaré de los animales mecánicos, de la imaginación desbordada de los clientes, del sencillo amante de Isabel.

Sólo quiero soltar cuatro puntos más antes de dejarlos para que consigan este libro:

1)    Muchos escritores mexicanos, en su mayoría nacidos de 1960 en adelante, buscaban hacer “novelas totales”. Esta, sin querer serlo, lo es.

2)     Es el mejor libro que un autor mexicano haya publicado en el 2012 (tal vez en lo que va del siglo (habrá que esperar, que dejarla envejecer, pero tiene todo para serlo)).

3)    Es el paradigma de lo que el mismo Chimal llama “literatura de la imaginación”.

4)    Es la historia más bella que he leído en años.

Lo anterior es tema para alargar en 20 cuartillas o en tesis (no exagero), así que pararé por ahora. Espero haber logrado, querida amiga, transmitirte (y a ti, lector, que pasas por estas letras) el amor que La torre y el jardín generó en mí.

Aquí una probadita.

 

 

 

 

Manuel Barroso nació, creció y murió antes de enterarse de ello. Por eso reseteó la consola y sigue aquí. Lee como poseso, escucha rap y jazz de forma adictiva, escribe porque le duelen las historias. Odia las verduras.

Mañana comprará un rifle.