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DEL HORROR FEMENINO

Mariana Esquivel

Hace poco decidí que en mi lista de libros por leer daría prioridad a las voces femeninas. La decisión respondió a que comencé a leer los textos del proyecto En Reconstrucción, sobre narrativa y equidad de género, coordinado por Gabriela Damián en Tierra Adentro. Contagiada del entusiasmo y de lo mucho que disfruté la lectura, empecé a escarbar en la montaña de interminables títulos que tengo pendientes.

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El primer y triste descubrimiento fue que la lista se redujo considerablemente. Me apena reconocerlo, pero tengo pocos libros escritos por mujeres (cabe aclarar que me estoy refiriendo únicamente a escritoras de horror en este artículo). Más corta se hizo aún cuando empecé a buscar plumas contemporáneas.

Y es aquí en donde voy a entrar ‘en honduras’ con los lectores de Penumbria, pues no dudo que ustedes podrían hacerme una enorme lista con nombres de escritoras que están haciendo cosas muy interesantes dentro del género de horror y a las cuales yo no he leído (cosa que en verdad me encantaría). Sin embargo, toda esta reflexión me hizo preguntarme: ¿por qué no hay más mujeres que aborden este tema?

Estoy segura de que el lector debe de tener su propia hipótesis y, aunque es algo que da para mucho debate, no es precisamente el ángulo que quiero tratar. Hace tiempo ya escribí también aquí una columna sobre la mujer en el cine de horror y los arquetipos femeninos, sin embargo, ahora, a lo que quiero hacer referencia es a lo que sólo se me ocurre describir como ‘el horror de ser mujer’.

Antes de que mis queridas feministas quieran mi cabeza en una pica, déjenme explicar a qué me refiero. Ser mujer es una cosa complicada tanto física como emocional y socialmente. Con riesgo de caer en un lugar bastante común, quisiera comenzar a probar mi punto mencionando algunos de los horrores que conllevan ciertos aspectos fisiológicos del género femenino.

Empecemos por el más obvio: sangrar de 3 a 5 días, experimentar intensos dolores abdominales y cambios emocionales inexplicables cada mes suena muy parecido al horror de convertirse en hombre lobo con cada luna llena.

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En la misma línea, la maternidad puede resultar bastante atemorizante si se piensa que un ser está creciendo dentro de la mujer, un ser con necesidades que transforman el cuerpo de la madre e incluso provocan en ella efectos muy adversos y que termina en algo así como Alien saliendo del vientre de Sigourney Weaver, ¿terrorífico, no?

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Y lo anterior en el mejor de los casos… Sin entrar en debates morales, pensemos en un embarazo no deseado: para la mujer que lo experimenta se siente como si su propio cuerpo, la naturaleza misma, estuviera actuando en su contra. Ahora agreguemos a esto la carga de expectativas estéticas, sociales y morales que se tienen del género femenino y me parece que tenemos un combo generador del terror más absoluto.

Es cierto que hay grandiosas escritoras dentro del género. En el prólogo de La Eva Fantástica de Editorial Siruela, J. A. Molina Foix hace un buen recuento sobre la presencia de plumas femeninas en el género de la fantasía. En particular me interesa lo que dice sobre la época victoriana, en la cual, las mujeres se convirtieron en grandes exponentes de la historia de fantasmas. En dicho texto, el autor habla sobre la proliferación de publicaciones que en ocasiones iban dirigidas exclusivamente a mujeres y que permitieron difundir el trabajo realizado por autoras e incluso lo incentivaron. Molina también apunta:

Sin embargo, no por ello cesó del todo la antigua prevención en contra de la autoría femenina. La paulatina emancipación de éstas con el avance del siglo no logró desterrar completamente la todavía arraigada convicción de que la maternidad y la creación intelectual eran actividades incompatibles.

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Y no sólo se aplica a la maternidad, sino a muchos otros aspectos de la femineidad. ¿Cuántas veces no nos hemos encontrado con personas que relacionan la literatura escrita por mujeres con novelas rosas? Es por eso que creo que el género del horror, desde el punto de vista femenino, es todavía un campo inexplorado y vasto que puede dar grandes frutos.

Sobre el mismo tema, escribe Miguel Lupián en su artículo -publicado en este mismo sitio web- “Ocho flores inmundas lamidas por el diablo”, en el que nos presenta la obra de Ana Martínez Casas:

Ya sé lo que estás pensando: ¿Brutal, una chica? Basta recordar que las “chicas”, a finales del siglo XVIII y todo el siglo XIX, fueron las responsables del éxito de la novela gótica y el cuento de fantasmas victoriano al ser, al mismo tiempo, el público al que iban destinadas y las autoras dominantes del género.

Entonces, así como las victorianas aprovecharon la popularidad de las publicaciones periódicas, nosotras tenemos nuevas plataformas proporcionadas por el internet. Dicho sea de paso, la propia Penumbria deslumbra mes con mes con el trabajo de autoras que logran imprimir ese sello original a piezas de horror. Sin embargo, nunca está de más lanzar un llamado para que cada vez seamos más las mujeres dispuestas a adentrarnos al género y plasmar mediante éste los horrores a los que nos enfrentamos día con día.

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marianaMariana Esquivel (Vikinga)

Tesista de Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Perito técnico en Criminalística. Estudio ruso, alemán y francés. Historiadora frustrada. Apasionada del cine y la literatura de horror. El folk metal es lo mío. Valkyria que lleva a los guerreros caídos al Valhalla.

http://valkyrjainvelvet.blogspot.mx/

@Marian890

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