LOS NUEVOS 52
o más sobre los aciertos y desaciertos de DC
Pok Manero
Hace aproximadamente un mes, mi estimado colega Manuel Barroso publicó aquí mismo en Penumbria un ensayo en dos partes con sus impresiones sobre el movimiento editorial de DC Comics llamado The New 52, exponiendo puntos a favor y en contra. Si bien estuve de acuerdo en mucho de lo que escribió, me dieron ganas de escribir una réplica a su texto. Hela aquí. Comenzaré con un poco de historia: si les aburre, sáltense éste y el siguiente párrafo; si deciden leerlos y se cansan, no digan que no se los advertí.
Pareciera ser parte de la «tradición» de DC el eventualmente dar borrón y cuenta nueva a sus títulos y continuidad. Considerando que su universo compartido surgió al unir varios títulos que en principio no tenían relación entre sí, posteriormente incorporando personajes de otras compañías compradas por la editorial y creando un menjurje de Tierras paralelas, es entendible que se llegara a un punto en que la continuidad no tuviera ni pies ni cabeza y se tomó la decisión de «resetear» la misma. En 1985-1986, Crisis on Infinite Earths (a cargo de Marv Wolfman y George Pérez) literalmente borró todas las epónimas Tierras Infinitas y las consolidó en una sola, replanteando orígenes de algunos personajes y creando una historia homologada para todos. Obviamente, es imposible hacer algo así sin dejar cabos sueltos y, al cabo de los años, se empezaron a notar las costuras.
Si a las inconsistencias narrativas relacionadas con los cambios de continuidad le sumamos todos los cambios posteriores, retcons y reboots, fue inevitable -casi inevitable- volver a hacer una movida similar con Zero Hour (escrito y dibujado por Dan Jurgens en 1994), cuando Hal Jordan enloqueció, se volvió Parallax e intentó reescribir la historia, homologando esta vez todos los futuros posibles y líneas temporales alternas en una sola (y tratando de planchar las arrugas que ya eran demasiado evidentes).
Más tiempo pasó y, en parte por añoranza aunque también deseando mayor libertad para contar historias no tan restringidas a una continuidad esclavizante, la miniserie Infinite Crisis (Geoff Johns y Phil Jimenez, 2005-2006) revivió a algunos personajes de las Tierras paralelas para que justo después la serie semanal 52 (co-escrita entre Johns, Grant Morrison, Greg Rucka y Mark Waid) trajera de vuelta al Multiverso.
Las cosas iban bien, bueno, tanto como se puede decir para la editorial que iba a la retaguardia a pesar de cosas interesantes y exitosas (pues Marvel seguía marcando la pauta). El universo Wildstorm y el mundo de Kingdom Come (Mark Waid y Alex Ross, 1996), entre otros, se volvieron parte del Multiverso, abriendo las posibilidades de emocionantes crossovers. Desde el nivel narrativo no era necesario reestructurar nuevamente las cosas, pero la intrincadísima continuidad inherente a los comics mainstream de superhéroes seguían siendo un lastre y un impedimento para que nuevos lectores pudieran entrarle al mundo del comic.
Entonces, de la nada, en 2011 se publicó Flashpoint, el ya esperado evento anual, surgido en la mente de Geoff Johns y del trazo de Andy Kubert. Con una historia de cambios en el pasado que alteran radicalmente la realidad y crean un presente alterno bastante interesante (muy en la vena de la saga de Marvel, Age of Apocalypse, de 1995-1996), se distinguió del resto de estos eventos de verano pues al concluir se fusionaron en un mismo mundo/continuidad/universo los sellos de Vertigo y Wildstorm con la línea principal de DC. Bueno, no Vertigo como tal, que sigue vivo de forma independiente, sino que reincorporaron al universo DC principal a personajes que se originaron en el mismo pero con el tiempo tuvieron vida en la línea para adultos, a saber: John Constantine, Swamp Thing y, hasta cierto punto, Animal Man. Ese mes se cancelaron todos sus títulos y, al siguiente, se lanzaron cincuenta y dos números uno, arrancando su nueva iniciativa. Aquí termina la revisión histórica, ahora vamos al tema de actualidad.
Editorialmente, la idea tras los Nuevos 52 es empezar desde cero todos sus títulos. Bueno, casi, Batman y Green Lantern gozaron del privilegio de preservar sus continuidades virtualmente intactas, al menos lo esencial y lo más reciente (no por nada son sus franquicias más rentables y populares con el público actualmente). Al mismo tiempo, se replantean los orígenes de los personajes en la época actual. Vamos, podemos decir que los New 52 son Ultimate DC, pues hasta cierto punto se parece a lo que hizo Marvel cuando lanzó su sello/universo Ultimate. Todos los títulos plantean que hace apenas cinco años los héroes hicieron sus respectivas primeras apariciones. De este modo, títulos como Justice League y Action Comics relatan el primer encuentro de los integrantes del equipo justiciero y los pininos de Clark Kent como Superman, respectivamente, cinco años atrás y el resto de las historias se desarrollan en el presente. Adicionalmente, los héroes ahora tienen un status de vigilantes fuera de la ley, no siempre gozan de la aceptación del público en general y pelean entre sí; de nuevo, algo que Marvel incorporó a sus comics desde sus inicios.
Fuera del aspecto narrativo, otro de los propósitos de la movida fue limitar la cantidad de títulos que publican. De este modo, cada mes DC saca a la venta exactamente 52 títulos, ni uno más ni uno menos. Si uno tiene mucho dinero y es muy devoto a la editorial, podría incluso comprarlos todos mes a mes; es algo difícil, pero posible. Y si bien no dudo que haya gente que lo haga, no necesariamente es la idea. De hecho, se ha clasificado internamente a los títulos en siete diferentes «familias» o líneas: los relacionados con la Liga de la Justicia, Batman, Superman, Green Lantern, Young Justice (donde caben los personajes juveniles), the Edge (donde se conglomeran los otrora personajes de Wildstorm con los comics de vaqueros, guerra, Ciencia Ficción, creaciones de Kirby y, básicamente, cualquier cosa que no encaja en ningún otro lado) y the Dark (a donde fueron a parar los personajes ex-Vertigo y cualquier cosa que huela a magia, horror o Fantasía Oscura). Así, cada lector puede elegir de acuerdo a sus gustos personales y seguir los muchos o pocos títulos que apelen a sus preferencias. En lo personal aplaudo esta decisión, de por sí es difícil y costoso seguir varios títulos, peor aún cuando una editorial en particular -como Marvel- nos inunda de más y más series relacionadas, secuelas, spin-offs, etc.
Una de las consecuencias de esta decisión de publicar un número fijo de comics es la competitividad que se da entre los títulos, pues se vuelve una cuestión de «supervivencia de los aptos». Lo malo es que esta «aptitud» para seguir siendo publicado se limita a las ventas. Ha habido muchos casos en que tanto historia como arte eran propositivos, el público y la crítica elogiaban a tal o cual serie, pero como vendía poco le dieron cuello. Esto no lo veo como algo necesariamente malo. Me explico a continuación. Estoy de acuerdo en que no es agradable para los autores el no poder contar las historias completas que tenían planeadas. Tampoco considero apropiado que finalicen una serie sólo por tener ventas bajas. Pero en un medio en que los personajes tienen vida eterna y series ilimitadas, de vez en cuando es bueno que las cosas tengan un final. Prefiero que cancelen un título de manera definitiva a que le cambien el equipo creativo y sigan publicándolo nomás porque sí. De este modo, hay títulos interesantes que se limitan a uno o dos trades y uno no tiene que andar comprándolo hasta el fin de los tiempos. Y de manera agregada, con esta estrategia constantemente hay nuevas series con propuestas distintas, manteniendo cierta frescura en un medio que generalmente se caracteriza por ser un tanto rancio. Y admitámoslo, algunos de los títulos que fueron cancelados estaban feítos. Yo leí el primer trade de I, Vampire y con eso tuve suficiente, me sorprende que haya tenido dos más. Esuché por ahí que Superboy no logró nunca despegar (y esto proveniente de un mega fan del personaje), aun así llegó a cinco trades. Voodoo estaba bien, sobre todo el arte de Sami Basri, pero si consideramos que desde el número 5 Ron Marz dejó de escribirlo y cambió la dirección de la trama, se entiende si parte del público perdió el interés desde entonces.
Ahora, editorialmente es donde las cosas no pintan nada bien. Es decir, para los escritores y dibujantes, en particular para los nuevos. Al parecer, el trato que les han dado hasta ahora es reminiscente de los viejos y oscuros tiempos previos a Image y el comic de autor, esos tiempos en que el control editorial era asfixiante y la libertad creativa, nula. Incluso algunos de los creativos con una sólida trayectoria han tenido dificultades, como el ya mencionado caso de Marz y la salida de George Pérez por diferencias creativas. No considero a Rob Liefeld entre las salidas por consecuencia de esto porque él siempre ha sido conflictivo, incluso con sus cuates fundadores de Image salió peleado (y, la verdad, no se pierde nada con su salida: sus dibujos siempre han sido horribles y dudo que sus historias sean mejores). No obstante, hay unos pocos privilegiados que aparentemente pueden hacer lo que se les de la gana con los personajes que quieran; tal es el caso de Scott Snyder, Jeff Lemire, Brian Azzarello, Grant Morrison y, desde luego, Geoff Johns (faltaba más, tratándose del Chief Creative Officer de la compañía). Incluso a Lemire le permitieron dar fin a la serie de Animal Man, sin continuar el título con un equipo creativo distinto. Entonces no todo está perdido.
En última instancia, los beneficiados somos los lectores. Johns revitalizó a Aquaman volviéndolo relevante -lo cual parecía algo imposible-, cerró con broche de oro su temporada en Green Lantern y su corrida en Justice League marca la pauta para el resto del Universo DC. La Wonder Woman de Azzarello también está teniendo un excelente manejo -que desde hace bastante tiempo buena falta le hacía-, incorporando de manera inteligente elementos mitológicos viejos y nuevos. Peter Tomasi escribió al Robin más entrañable que he leído en años, dándole profundidad a Damian Wayne y ayudando en gran medida a desarrollarlo. Morrison culminó su bati-saga con el cierre de Batman Incorporated y se está preparando para sorprendernos y sacudirnos una vez más con The Multiversity.
Y el Batman de Snyder, al menos para mí, es el mejor que se ha escrito en todos los tiempos: incluso supera al de Morrison (y eso ya son palabras mayores proviniendo de mí). Y todavía hay muchas cosas que me interesan y me faltan por leer.
Si bien la familia de Young Justice peligra, con actualmente un solo título y siete cancelaciones a cuestas, y la línea The Edge ha sido la más golpeada con sus trece cancelaciones (las cuales nos han dejado buenas miniseries autocontenidas), no todo es negro en el panorama. Además, si las cosas salen mal otra vez, pueden aprovechar el evento que ya se viene rumorando ocurrirá el próximo año para conmemorar el 30 aniversario de la primera Crisis para nuevamente “corregir” los errores en su continuidad.
Y debo decir que de ser alguien que solía considerarse un Marvel zombie y sentía nulo apego por los personajes de DC que no fueran Batman, han hecho un creyente de mí. No los sigo ciegamente, hay muchas cosas malas, pero entre sus propuestas buenas y las cosas que me han alienado de Marvel (sus elevadísimos precios, su afán por atascar los anaqueles de nuevos títulos, la locura de Bendis y su copia barata de los New 52 con su Marvel NOW!, entre otras), definitivamente han logrado que me interese más en sus comics que en los de la competencia. Pero de todas formas, sigo siendo más de Vertigo. Y ahora Image. Y también Dark Horse, Dynamite, Avatar, Fantagraphics, Top Shelf, First Second, Boom!, Slave Labor Graphics, IDW…
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Adrián “Pok” Manero, tras años como lector asiduo, decidió que el siguiente paso en su manía consistía en elaborar sus propias ficciones. Se dedica compulsivamente a leer comics y libros y a ver películas, quisiera ser como los gatos y disfruta escribiendo sobre sí mismo en tercera persona.










