NETFLIX Y… ¿LA HISTORIA DE ED GEIN?
Miguel Sandoval
Llegué sin mucha expectativa a la serie Monstruo: la historia de Ed Gein lanzada por Netflix. De este tipo de producciones uno espera si no la precisión máxima del recuento histórico, sí cierto margen de respeto hacia las personas aludidas. Porque una cosa es relatar una sucesión de eventos con algunas omisiones y otra es elegir conscientemente narrar con despliegues excesivos de violencia o aprovechándose de personas que ya no pueden defender su honor.
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Pero vamos por partes. La serie es de una hechura cuidada, nada que discutir de los apartados técnicos, de la caracterización de los personajes o de la ambientación de las épocas en que se sitúa; el problema está en las libertades que sus creadores, Ryan Murphy e Ian Brennan, se toman sobre la vida de Gein y de otros que encontraron en él influencia para el cine de terror.
Está Anthony Perkins expuesto con las vicisitudes de sus preferencias sexuales, Alfred Hitchcock invadido en su intimidad conyugal; enmarcados los dos en una narrativa que intenta imaginar su vínculo creativo con Ed Gein al centro, sin considerar pertinentemente la realidad de dichos individuos. A propósito, Hitchcock nunca mandó a construir una réplica de la casa del asesino en serie para ayudar a Perkins a definir su personaje en Psycho (1960), eso es otra licencia creativa de Brennan y Murphy.
Y es que aquí cabe un apunte: ficcionalizar una vida no está mal per se. Blonde de Joyce Carol Oates y El vendedor del silencio de Enrique Serna son ejemplos laureados en la categoría, pero esta entrega de Monstruo lo hace casi mofándose de la gente que alude; por otro lado, lleva la violencia (cuando Gein la causa) a un nivel extremo, mismo que, sin embargo, al final la serie pretende excusar e incluso agradecer porque sin ella (nos restriega prácticamente) no existiría, por ejemplo, Masacre en Texas (1974) de Tobe Hooper.
Me parece que los creadores de la serie no tuvieron claros sus objetivos y, para peor, coronaron la producción con el terrible “La historia de Ed Gein”, como si contaran la verdad última, entregándonos su envoltorio y dentro una propuesta narrativa viciada y que devalúa la interpretación de su actor principal, Charlie Hunnam. Porque sí, en el apartado de las actuaciones la serie está muy bien, además de que opera hábilmente con diversos tonos narrativos (dramático, cómico y del propio cine de terror) hasta que se desploma.
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Claramente, como espectador, mi papel no es el de corregir las decisiones creativas de la dupla Brennan-Murphy y decir “yo hubiera hecho esto o aquello” en su lugar; más bien, me parece que es competente hablar de las grietas de esta ficción actualmente entre las más populares de Netflix. Creo conveniente decir que, si bien aplaudí inicialmente que no se tratara de un documental, lo que le permite algunas maniobras creativas, estas sobrepasaron lo verosímil y moralmente responsable, hundiéndose en lo ofensivo.
Ninguna fabulación histórica, cabe añadir, debería glorificar a asesinos seriales, dictadores u otros sujetos criminales de la humanidad. A lo sumo, si nos producen alguna clase de fascinación es porque no dejan de ser hombres (o mujeres) y compartimos con ellos deseos tan básicos como el de aceptación, el de amor de familia, el de una pareja que nos apoye contra todo pronóstico.
Empero, no podemos exculpar ni celebrar sus acciones por mucho que seamos fanáticos del terror, porque vivimos en tiempos de odio, de segregación y de grupos sociales influenciados por discursos con toda clase de prejuicios. La ficción debe poner sobre la mesa elementos suficientes para que el espectador lea la ironía, el sarcasmo de su propuesta, no una abierta admiración al mal. Entendamos la diferencia entre tener como creadores empatía por un personaje y, por otro lado, lo lamentable de querer redimirlo de sus atrocidades en el mundo real.
A Brennan y a Murphy se les va de las manos su versión de Ed Gein. Fueron seducidos por el efectismo y la apabullante violencia; construyeron un tributo con el que ridiculizan y echan por la borda la complejidad de su personaje, así como los aciertos visuales de la serie. Planteemos finalmente la pregunta: ¿por qué vender esta producción como verdad indiscutible y, en su propio detrimento, manipular cínicamente algunos de sus elementos reales?
Y por otro lado: ¿Por qué los creadores de Monster habrán cedido al homenaje y a la sensiblería para eximir al Gein de Charlie Hunnam? ¿Por qué la necesidad de encumbrarlo?
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Miguel Sandoval
Estudiante de Ciencias de la Comunicación en la UNAM.
28 años, lector y gran fanático del terror.
Escribo sobre cine, microrrelatos y de mis experiencias cotidianas.
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