PROCESIONES ESPECTRALES
Mariana Esquivel
Hoy en día, la idea de ver un fantasma -aunque descabellada para muchos- permanece como uno de los principales temores del imaginario colectivo entre los no escépticos. Sirva como prueba la cantidad de películas sobre espectros en pena que siguen estrenándose mes con mes. De igual modo, en la televisión encontramos programas sobre investigadores paranormales y psíquicos que buscan racionalizar la existencia de los fantasmas incorporando la tecnología a sus investigaciones. Sin embargo, aunque los espíritus han logrado colarse dentro de los terrores de las grandes ciudades, existe una “modalidad” de apariciones que cada vez parece más relegada al olvido, o bien, únicamente a ciertos paisajes rurales: las procesiones espectrales.
Aunque las procesiones fantasmales son más bien un tema de leyendas y folklor, no han dejado de ser retomadas por grandes escritores de literatura fantástica, de los cuales pretendo citar algunos en esta columna. Pero antes quisiera mencionar brevemente algunas de las tradiciones más conocidas sobre dichas apariciones.
Quizá la más popular de éstas sea la Santa Compaña, originaria de España. Como con la mayoría de las leyendas, existen muy diversas versiones sobre esta procesión, pero gran parte coincide en identificarla con un vasto número de figuras espectrales o de esqueletos que portan túnicas negras y llevan velas encendidas, al tiempo que caminan por la noche formando una larga fila. La Santa Compaña aparece cuando alguien está próximo a morir. En algunas regiones se dice que los espectros van repitiendo, como si fuera una especie de mantra, la frase Ándate de día que la noche es mía.
Esta escalofriante leyenda tiene su propia versión en los pueblos germanos y escandinavos, en donde se le conoce como The Wild Hunt (la cacería salvaje). A diferencia de la Santa Compaña, los espíritus que conforman esta congregación aparecen en forma de cazadores, acompañados por sabuesos y caballos, y van dando persecución a su presa a toda velocidad. El guía de estos espectros se ha llegado a identificar con Wotan (la versión germana de Odín), o bien, con deidades locales de acuerdo al lugar en el que se narre la leyenda. Al igual que la versión española, la aparición de estos espectros se relaciona con malos augurios, tales como muertes, plagas, guerras o malas cosechas. Tan popular es esta tradición que cuenta con un nombre distinto casi a lo largo de toda Europa.
Dicho lo anterior, no resulta sorprendente que tantos escritores hayan tomado inspiración de estas leyendas (o de sus derivadas) para desarrollar historias terroríficas. Como primer ejemplo citaré a Arthur Machen en el cuento «Los niños felices». La historia trata sobre un periodista que se encuentra en la ciudad de Banwick unos días después de la Navidad de 1915. Al emprender una caminata nocturna, tiene un encuentro terrorífico con una enorme procesión de niños en las calles de la ciudad. En palabras del mismo Machen:
Muchos llevaban coronas hechas con algas húmedas en torno a las sienes; uno mostraba una cicatriz pintada en la garganta; un chiquillo llevaba una túnica abierta, y señalaba una profunda herida encima del corazón, de la que parecía manar sangre; otro niño tenía las manitas muy separadas, con las palmas llenas de espinos y sangrando, como si se las hubiesen atravesado.
Después de presenciar dicha escena, el reportero se pone a investigar y descubre que lo que vio aquella noche fue una marcha de las ánimas de todos los niños que habían muerto, víctimas de los ataques alemanes en el transcurso de la Primera Guerra Mundial.
Continuando con el tema de las guerras, otros escritores se han inspirado en sangrientas batallas para evocar la aparición de huestes fantasmales condenadas a repetir sus enfrentamientos una y otra vez. Tal es el caso de «El monte de las ánimas» de Gustavo Adolfo Bécquer. En esta historia, el escenario es precisamente un antiguo monte en donde tuvo lugar una batalla encabezada por los Caballeros Templarios. Aquí algunas de las escalofriantes palabras del autor:
…vio a los esqueletos de los antiguos templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible, y, caballeros sobre osamentas de corceles, perseguir como a una fiera a una mujer hermosa, pálida y desmelenada…
Una última procesión que quisiera mencionar es la que aparece en «Schalken, el pintor» de Sheridan Le Fanu. En esta historia, un famoso pintor compromete a su sobrina con un misterioso y macabro extraño (spoiler: que resulta estar muerto) a cambio de las riquezas que éste le ofrece. En el camino que emprende la sobrina hacia su tétrico esposo, es interceptada por unos raros hombres:
…había aparecido en el centro de la carretera, obstruyendo el paso del carruaje, un pequeño grupo de hombres, sobriamente ataviados y de acuerdo con la antigua moda, con puntiagudas barbas y bigotes. El conductor […] vio que esos hombres portaban una ancha litera, de antigua factura, y que inmediatamente la depositaron en el suelo, adonde también descendió el novio, tras haber abierto desde dentro la portezuela del coche, y habiendo ayudado a su mujer a hacer otro tanto, la condujo, llorando ella amargamente y retorciéndose las manos, a la litera, donde ambos entraron.
Y así podría continuar con innumerables ejemplos sobre procesiones de espíritus que se manifiestan con los más diversos fines, pero invariablemente con el resultado de aterrorizar al espectador. Como mencioné al principio, en una gran ciudad puede resultar mucho más difícil pensar en la aparición de una procesión fantasmal de lo que podría ser en un páramo solitario. En lo personal, no descarto la posibilidad. Además con tantas marchas multitudinarias hoy en día no me extrañaría que los espíritus, siguiendo este ejemplo, decidieran congregarse en la plancha del Zócalo para manifestarse por cualquier causa que perturbe su descanso.
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Mariana Esquivel (Vikinga)
Tesista de Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Perito técnico en Criminalística. Estudio ruso, alemán y francés. Historiadora frustrada. Apasionada del cine y la literatura de horror. El folk metal es lo mío. Valkyria que lleva a los guerreros caídos al Valhalla.