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SUEÑA CONMIGO, SÓLO CONMIGO

 

Margarita Aurora González Ramírez

 

 

Aunque ya se ha dicho y se ha hablado mucho acerca de la versión más reciente de Nosferatu (Robert Eggers, 2024), mi colaboración de febrero debía ser acerca de ella. Parto de una necesidad personal para retomar la figura del vampiro, representada por el conde Orlok, ya que, como se ha hecho evidente, el tema de los vampiros es de mis favoritos.

En esta versión el conde Orlok es, como Drácula, un solomonari educado en la Escolomancia, una mítica escuela de magia negra. Los solomonari son hechiceros del folclore rumano que montaban dragones, podían controlar el clima y a los que la tradición cristiana creía ayudantes o discípulos del diablo. Orlok obtuvo su inmortalidad por estas prácticas y, presumiblemente, por su cercanía con el maligno. El conde Orlok tiene, pues, poderes como el de controlar los elementos de la naturaleza y mandar sobre ciertos animales, así como el poder de transformarse en ellos. En la película aparecen lobos y ratas, que lo obedecen y manifiestan su presencia.

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El Orlok de Eggers es delgado, alto y no es atractivo, como otros vampiros a los que se nos ha acostumbrado desde el Dracula de Dan Curtis (1974). El Orlok de Eggers tiene bigote, lo que era característico de los nobles rumanos de la época en la que sitúa la historia, y nos recuerda un poco a Vlad Tepes; además este rasgo está presente también en el personaje que Bram Stoker describe en su novela. La piel de Orlok es pálida, pero su carne está expuesta, pudriéndose con el paso del tiempo, el cual, como podemos constatar, no ha sido en vano. Se menciona en varias ocasiones su olor a carne putrefacta, olor que encontramos también en la novela de Stoker. Así, nos percatamos de que la sangre no revitaliza su aspecto, no lo preserva, sino que apenas lo mantiene vivo. Vale la pena decir que, como en Drácula, las víctimas de Orlok no se convierten en vampiros después de ser mordidas, sino que son visitadas por él en varias ocasiones y usualmente mueren después de eso, salvo que él decida lo contrario.

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En la mirada de Orlok aparecen la frialdad y la maldad. Su voz destaca por ser grave y aterradora. Otro aspecto importante es la respiración de Orlok, la cual es pausada y se percibe, lo que también contribuye a revelar el tiempo que ha vivido y, de alguna manera, la dificultad que implica estar vivo y realizar ciertas acciones.

Así, vemos que el conde Orlok de Eggers es un vampiro que rescata características mencionadas por Bram Stoker, toma otras del folclore y modifica otras para diferenciarse de otros vampiros. Orlok se reconoce a sí mismo como un “apetito”, refiriéndose tanto a su sed de sangre como al deseo insaciable que lo consume. Es llamativo que en esta película el vampiro vuelva a ser un monstruo, no un antihéroe trágico; Orlok no es un adonis victoriano irresistible sino un embaucador.

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De la película de Eggers destaco, principalmente, la atención que se la da a las sombras y a los sueños, puesto que son elementos que contribuyen a la oscuridad de la misma, además de que forman parte de las características del vampiro. Hay películas y libros en los que se asegura que el vampiro no proyecta sombra. Sin embargo, la sombra de Orlok es un elemento destacado en esta película. Su sombra anuncia su acecho o su cercanía, y él, convertido en una temible sombra alargada, puede transportarse de un lado a otro.

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Otra característica común de un vampiro es el poder que tiene de aparecer en sueños o de manipular los sueños de sus víctimas. En esta película, ese poder es muy evidente: los sueños no son ni un presagio ni una amenaza, sino una revelación de lo que sus víctimas están viviendo, en una realidad sobrenatural. El conde constantemente recurre a los sueños, principalmente para comunicarse y mantenerse cerca de Ellen. En los sueños de Ellen parece manifestarse otra parte de ella, una parte que la unió a Orlok y que conforme avanza la historia se hace más fuerte.

En esta versión, Orlok no es un desconocido para Ellen, ya que desde muy joven ella tiene la sensibilidad para percibir la existencia de otro mundo e incluso tiene habilidades de clarividencia. La joven Ellen pidió la compañía de alguien, ya que se sentía sola. Orlok escucha ese llamado y lo atiende. Orlok la escucha porque tiene sed y quiere saciar sus deseos, porque busca también a una compañera.

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La mayoría de los personajes, incluyendo a su esposo Thomas, toman esa parte de Ellen como un desorden mental que hay que curar y dejar en el pasado tan pronto como se pueda. Orlok usa esas capacidades de Ellen para acosarla y acompañarla en sueños, pero sobre todo para mostrarle la naturaleza que comparten y el deseo que los une. En los sueños le hace saber que le pertenece y que, más temprano que tarde, estarán juntos. Orlok marca y amenaza a Ellen al decirle “no eres para los humanos”.

A diferencia de Drácula, para quien la luz del sol no era letal, el vampiro de Murnau fue uno de los primeros vulnerables a la luz del sol. En la película de Eggers la muerte de Orlok ocurre por la confluencia de dos factores: el canto del gallo anunciando el alba y, posteriormente, la presencia del sol. Considero que la escena final es bella, ya que vemos a Orlok percatarse del canto del gallo y recibir los primeros rayos de luz, pero él está aturdido por el deseo y por la sangre, así que no puede escapar. La sangre empieza a salir por sus ojos, hasta que finalmente cae sobre Ellen y su cuerpo no se convierte en cenizas o desaparece, como en la película de Murnau y en muchas otras recreaciones posteriores, sino que se convierte en un esqueleto.

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Margarita Aurora González Ramírez

Licenciada en Lingüística y Literatura Hispánica y maestra en Literatura Mexicana por la BUAP.

Ha tomado talleres de escritura. Diplomada en Literatura Fantástica y Ciencia Ficción por la Universidad del Claustro de Sor Juana.

Actualmente es maestrante en Escritura Creativa en la Universidad de Salamanca.

Escribe y lee acerca de monstruos y de terror.

https://www.instagram.com/lavoraginedeeos/

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