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ANGST

la angustia de la realidad

 

Eduardo Hennings

 

En Angst (La angustia del miedo, 1983) nos recibe el silencio, interrumpido con intermitencia por un ruido hueco. Hay un sosiego que termina súbitamente: se nos muestra un reo saliendo de la cárcel; lo están liberando luego de haber cumplido su condena. Sale como cualquier perdido. Lo interpreta Erwin Leder, y su personaje, que no tiene nombre, es la representación (sugerida mas no dicha) del asesino austriaco Werner Kniesek, cuyo caso resonó mucho en aquella sociedad.

Nosotros percibimos todo con la tensión de sus propios pensamientos, con la perturbación de su alma y con el desequilibrio de sus deseos. La perspectiva es siempre frenética, de recursos inusuales usados hasta la exageración. Sentimos desesperación, horror, incluso antes de saber que aquello ocurrió en la realidad.

El director Gerald Kargl se ha visto aplastado por la censura en muchos países. Ha tomado fuertemente el riesgo de hacer una película brutal en su fondo, pero diversa y, sin embargo, adecuada en su forma. Ha decidido guiarnos por un monólogo que nos hace entender la vida previa del personaje principal y, así, su alma, su dolor, su búsqueda. En cambio, los diálogos son escasos y poco relevantes, pues no sirven más que para contextualizar las circunstancias de las víctimas. Ahí descubrimos la situación mental de una, la condición de mala salud de otra y la vida familiar incompleta que tienen. Estos, aunque como personajes sean débiles, consiguen expresar el absurdo del azar, la incomodidad de ser invadidos; transmiten muy bien la injusticia de callar, con la misma ausencia de los que no pudieron hacer oír su voz. Así que el (a veces) pecado de mostrar en vez de sugerir es cometido por una lógica aceptable; este exceso que trae miedo no es más que una manera extrema de obligarnos a agrandar nuestras consciencias.

Por un tiempo, la película parece ser pasiva, pero lo caótico del protagonista lo lleva a una casa que lo hace imaginar crímenes con precisión más que sexual. A partir de ahí, todo será horrores. La narración es casi irascible, y la bestialidad incontenida, aquí, adquiere cierta fotogenia. Dentro de esta película uno se siente de alguna manera partícipe, lo cual intensifica la incomodidad.

En esta obra siempre se confiere una condición a todos los que interactúan dentro. Cada uno de los encuadres son momentos inevitables de predador-presa. Hay en todo momento una angustia. La repulsión y la vertiginosidad son sensaciones obtenidas (y arrebatadas) con verdadera originalidad. Y aun si no hay casi ningún diálogo verbal, Gerald Kargl nos hace dialogar directamente con la historia, más allá de las explicaciones monologadas del antagónico protagonista.

Desde el inicio se presentan las pocas perspectivas y los mismos ritmos que serán utilizados en toda la trama, aunque el tedio no llega porque estos crecen siempre más, hasta llegar a una cúspide proporcional a lo abrumador de las imágenes. Todo esto pesa: como el peligro le pesa a las víctimas y como el disturbio mental al protagonista. Angst es propiamente como una detonación, porque fue realizada como un falso snuff.

Como la soledad y la oscuridad en los poetas malditos y como la venganza por despecho en Gabriel y Galán, así el crimen y lo inquietante en esta ultraviolenta película. Es importante decir que la obra no ha envejecido ni un poco, porque, tristemente, coincide mucho con el sufrimiento y el miedo actuales. Los temas de los que nos habla atañen a todos, al país más olvidado y al mejor desarrollado. Trata de consecuencias, de la justicia cuando llega tarde, de la imposibilidad por las dos partes involucradas. Nos hace ver un monstruo que, por ser antes que nada un humano, da más miedo. Lo real, lo similar a nosotros, nos espanta porque, delante de la gran pantalla, nos damos cuenta de que lo comprendemos tanto o tan poco como comprendemos a las bestias que hemos inventado; o, en el caso expuesto aquí, las bestias que como sociedad formamos. Habremos de preguntarnos si este film gore tiene otra razón de ser. Parece que más que provocar escándalo y terror, intenta hacer que nos acerquemos al dolor que aquellas tres víctimas han vivido.

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Eduardo Hennings es un estudiante de Letras Hispánicas en la UANL. Escribe narrativa, poesía e incursiona en la crítica de cine.

Ha sido publicado en antologías físicas en México y Argentina; también ha colaborado en revistas tanto digitales como físicas (LIJ Ibero y Revista Icónica, entre otras).

Fue editor de la Revista Latinoamericana de ciencia ficción Espejo humeante y participó en la redacción y difusión del 17° Festival Internacional de Cinematografía de Monterrey.

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