CANNES Y EL HORROR
Películas de horror que se proyectaron en Cannes y merecen tu tiempo
Davo Valdés de la Campa
De alguna forma, el horror logra filtrarse en todas partes. Es como el agua: siempre halla un resquicio por dónde fluir y penetrar las cosas. En algún tiempo el cine de horror era también un espacio de creación que los cineastas utilizaban para desarrollar un lenguaje cinematográfico. Casi todos los directores importantes de nuestra época han explorado el terror desde muy distintas aristas y perspectivas, y afortunadamente hoy todavía el horror tiene la capacidad de sorprendernos. Para hallar las propuestas más sólidas del cine de horror uno debe buscar fuera de los circuitos comerciales, a veces en lugares inesperados como el Festival de Cannes, específicamente en secciones paralelas como A Certain Regard, la Quincena de los Realizadores o la Semana de la Crítica, o incluso fuera de competencia en las proyecciones de medianoche y, de vez en cuando, alguna película logra emerger del Mercado de los Filmes y obtiene una distribución bastante decente.
En esta entrega de Lagaña de perro decidí sumergirme en los últimos diez años -aproximadamente- de Cannes para hallar algunas (las que más me interesaron) de las películas que exploran el horror de manera no explícita o que circundan el género de alguna forma y que se nos presentan como nuevas formas de aproximarse al terror.
Yakuza Apocalypse (2015) de Takashi Miike
Encargada de cerrar la Quincena de los Realizadores, donde las películas más extrañas e irreverentes tienen cabida, Yakuza Apocalypse, nueva cinta del genio japonés Takashi Miike, es una cinta que mezcla el cine de mafia nipón con elementos del vampirismo y el cine fantástico. Se trata, pues, de un festín al puro estilo de Miike: sangriento, surreal, ambiguo, lleno de personajes entrañables y violentos. Sumergirse en la locura de Yakuza Apocalypse es entrar a un mundo lleno de ranas monstruosas, artes marciales, gangsters, terremotos, volcanes en erupción, vampiros… todo atravesado por una narrativa imbécil e incoherente, como el delirio de un loco, pero más divertido.
It Follows (2014) de David Robert Mitchell
Por su cercanía (aunque se presentó el año pasado en la Semana de la Crítica, recién se estrena en México), es una de las primeras que salta a la mente; también porque realmente se trata de una aproximación fresca y desconcertante al género de horror desde el sexo. En palabras del mismo director, It Follows es una especie de versión horrorífica de su primer largometraje, The Myth of the American Sleepover, una película que se centra en el desarrollo psicológico y moral que acompaña la transición de un niño cuando se convierte en adulto. En este caso, el despertar sexual a través de una metáfora sobrenatural que persigue a la protagonista, interpretada por Maika Monroe. Muchos han vinculado esta presencia fantasmagórica con las enfermedades de transmisión sexual, pero el mismo cineasta dice que no se siente interesado en resolver el misterio simbólico; para él todo se trata de seguir la lógica del sueño o, peor aún, de una pesadilla y de cómo existe la imposibilidad de resolver esa lógica y esa narrativa dentro del sueño, incluso aunque uno se esfuerce.
Blue Ruin (2013) de Jeremy Saulnier
La película tuvo su premier mundial en la Quincena de los Realizadores, donde además ganó el Premio FIPRESCI. Dwight Evans (Macon Blair) es un vagabundo playero que gasta sus días leyendo, recolectando basura y escondiéndose en su automóvil azul gastado, cuando se entera de que el hombre que asesinó a sus padres saldrá libre de prisión. Así comienza Blue Ruin, thriller dirigido, escrito y fotografiado por Jeremy Saulnier, que nos muestra una América desnuda, descarnada, violenta y con la constante presencia de las armas de fuego como el instrumento de la irracionalidad. Blue Ruin es un filme que se suma a la enorme tradición estadunidense de historias de venganza, armas y antihéroes que buscan justicia al margen de la ley, pero a través de un personaje frágil e inexperto. En resumen es una película que desnuda la violencia de la acción característica de estos filmes, pero sin restarle intensidad al conflicto. No despliega grandes balaceras o escenas vertiginosas, sino que partir de imágenes poéticas y tomas íntimas, Saulnier nos revela una estética de la violencia a través de una paleta de colores tenues. Su propuesta es la de contar la historia a partir de gestos y movimientos, de actos humanos en el marco de un paisaje rural, abandonado de toda institución, lejano y aislado, donde no cabe el diálogo ni las justificaciones salvo para mostrar la misma violencia, una verdad humana irrevocable, trágica y letal. Este año Saulnier volvió a Cannes con otra cinta, Green Room, un thriller que involucra a una banda punk, ultraviolencia, un asesinato y un grupo de supremacistas arios, todo en una habitación.
Borgman (2013) de Alex van Warmerdam
Compitió por la Palma de Oro en la Selección Oficial el mismo año que La vida de Adele. Después de Funny Games de Michael Haneke, no se me ocurre una película que trate la invasión de un hogar de forma tan profunda y desconcertante, ni siquiera la infravalorada The Strangers. Borgman es una suerte de fábula oscura que perturba de inicio por disfrazarse de comedia costumbrista para después revelarse como una cinta de horror, cuya trama nunca se explica por completo. Borgman, el personaje principal, puede ser el símbolo de muchas cosas; algunos lo han leído como un símbolo del enfrentamiento entre clase oprimida y burguesía, pero su influencia y comportamiento se asemejan a la de un demonio o vampiro antiguo. En una de las escenas, una de las niñas de aquella familia adinerada que no puede desprenderse de su acoso y presencia, lo ve escondido detrás de la puerta y le dice a su madre: “Vi un mago”. Quizá, como siempre, los niños tengan la razón.
Stranger by the lake (2013) de Alain Guiraudie
Se exhibió en A Certain Regard y Guiraudie ganó como mejor director. La película podría catalogarse como un thriller sensual y oscuro. El escenario donde se lleva a cabo la trama es una playa nudista en donde homosexuales se reúnen para tener sexo casual, asolear sus cuerpos y, básicamente, a recrearse, todo resguardado bajo el anonimato y por los bosques que rodean la escondida playa. Uno de estos hombres se vuelve testigo de un asesinato, perpetuado por otro hombre, que de cierto modo lo excita y lo atrae. Asesino y testigo se involucran en una relación sexual que pronto escala a parajes inesperados, desconcertantes, sin abandonar nunca el terreno que divide lo erótico de lo mortal.
Antiviral (2012) de Brandon Cronenberg
Visceral y grotesca, así es la película debut del hijo del maestro canadiense del horror corporal, David Cronenberg. La película compitió en Una cierta mirada recibiendo críticas dispares; sin embargo, los expertos coinciden que se trata de una película subversiva. Se trata, entonces, de una inteligente pieza nauseabunda que ocurre en un futuro posible, también distópico, que aborda el tema de la investigación científica de enfermedades como los virus y otros patógenos y su relación con el mercado negro. En este mundo un vendedor, que trabaja para una clínica que se dedica a replicar enfermedades de famosos para el consumo público, se obsesiona tanto con una celebridad que se inyectará su enfermedad, sin pensar en las consecuencias. El despliegue de la narrativa es vertiginoso y la aparición de sangre, órganos, mucosa es constante y cruda, al grado que sin duda es una película difícil de digerir y aceptar.
La piel que habito (2011) de Pedro Almódovar
Nos encontramos ante la faceta más oscura del director español, famoso por sus comedias extrovertidas y corales. Se estrenó en 2011 en la Selección Oficial de Cannes, espacio que compartió con otras películas que exploran temas como el fin del mundo como Melancolía de Lars von Trier y El árbol de la vida de Terrence Malick y, por otra parte, con temas más terrenales y el posible debate en torno a la maldad humana (sobre si es natural o adquirida) en la adaptación cinematográfica de We need to talk about Kevin. La piel que habito, según Almodóvar, tiene un único referente fílmico: Eyes Without a Face de Georges Franju. La trama sigue las extravagancias -por decirlo de algún modo- de un hombre (el doctor Robert Ledgard) que, después de que su mujer sufriera quemaduras en un accidente de tráfico, se dedica a la creación de una nueva piel. Doce años después de la tragedia consigue cultivar una piel que es un verdadero escudo contra cualquier agresión, sin embargo, el logro científico se verá retorcido tras una serie de eventos en su vida. De ese modo, la película se torna sumamente perturbadora cuando el cirujano decide utilizar un conejillo de Indias no sólo para probar su experimento, sino para consumar una venganza personal. «Es una historia durísima de venganza, con chicos y chicas y un personaje muy diabólico que me está costando ponerme en su piel», confesó el mismo director durante el rodaje. Película que rechaza ceñirse a un solo género: navega del drama al noir, a veces por la ciencia ficción y otras por el terror más puro.
Snowtown (2011) de Justin Kurzel
Después de estrenar en la Semana de la Crítica este filme de bajo presupuesto con una propuesta visual y narrativa deslumbrante, Kurzel entró a la fiesta grande este año con su personal adaptación de Macbeth, con Michael Fassbender y Marion Cotillard como sus protagonistas. Snowtown está inspirada en eventos de la vida real: un extraño caso criminal que se conoció como “los asesinatos de Snowtown”, ocurridos en un poblado al sur de Australia y que se caracterizaron porque varias de las víctimas fueron halladas en barriles. Peter Bradshaw, crítico de The Guardian, escribió una de las críticas que mejor definen el filme: «como en Zodiac de David Fincher, o The Hours of the Day de Jaime Rosales o incluso como en Vengance is mine de Shōhei Imamura, se desmitifica la macabra carrera criminal de un asesina en varias formas: lo que hace Snowtown es crear una visión social-realista en un horrorífico cuento, en el que el asesino se convierte en la parodia del paterfamilias”. La narrativa y el despliegue visual endurecen la trama de forma tan brutal que se necesita una paciencia sobrecogedora para terminar de verla.
Take Shelter (2011) de Jeff Nichols
Otro de los grandes descubrimientos de la Semana de la Crítica. Jeff Nichols, con tres películas bajo el brazo, se ha convertido en uno de los directores estadunidenses más importantes de la actualidad. Ganó con Take Shelter el gran premio en la edición 50 de la Semana de la Crítica y un año después compitió por la Palma de Oro con Mud. Esta película apocalíptica (que también se estrenó en 2011, un año antes de la fiebre por el fin del mundo maya), sigue a una familia rural que se ve afectada por las visiones apocalípticas del padre, que los obliga a construir y a encerrarse en un refugio bajo su propia casa. Las contundentes actuaciones de Michael Shannon y de Jessica Chastain y la poderosa e intensa narrativa convierten a Take Shelter en una cinta que mezcla el drama y el terror en un ámbito familiar revestido de una mitología religiosa en su faceta más paranoica y destructiva.
Canino (2009) de Giorgos Lanthimos
Se presentó en A Certain Regard y ganó el gran premio, llamando la atención de la crítica internacional. Se trata de la segunda película de este atípico cineasta griego que en poco tiempo se ha convertido en un referente obligado del cine europeo. La película retoma el surrealismo risible de Buñuel, pero con un trasfondo oscuro y perturbador en torno al encierro y la paranoia al exterior que la convierte en un thriller elegante y que remite a los mejores momentos de Lars von Trier o Haneke (quizás uno de los cineastas más influyentes de nuestros días), todo esto a través de una cinematografía deslumbrante, cuidadosa y onírica. De manera paradójica, la oscuridad de la trama (una familia que vive aislada del mundo en una casa con jardín y alberca) se logra no a través de una atmósfera lúgubre, sino desde una fotografía brillante, difusa, como el retrato de los suburbios más elegantes, cerrados en sí mismos, con el mito de que afuera existen amenazas más peligrosas, cuando en realidad lo que está adentro es lo verdaderamente aterrador. Este año Lanthimos volvió a sorprender a la crítica con The Lobster, una película extraña por donde se mire. La trama ocurre en un futuro distópico. Los personajes solteros de la Ciudad deben encontrar en 45 días o menos una pareja o de lo contrario se convierten en animales y por ley son exiliados en los Bosques. La película se llevó el Premio del Jurado en la Selección Oficial por su originalidad y su trama inesperada e hilarante.
El laberinto del fauno (2006) de Guillermo del Toro
El cineasta tapatío ha tenido una relación importante con Cannes a lo largo de los años. En 2015 participó como jurado de la Selección Oficial a lado de los hermanos Coen, pero su participación se remite a 1993 cuando su primera película, Cronos, ganó la Semana de la Crítica. En 2006 estrenó en competencia de la Selección Oficial El laberinto del fauno, película que tras El espinazo del diablo continúa con el tratamiento fantástico de la España de la Guerra Civil y la dictadura, pero llevando las cosas aún más lejos. La crítica recibió la película con mucho entusiasmo: tras el estreno los asistentes la ovacionaron y pronto se posicionó como uno de los filmes más originales que jamás se hayan exhibido en la Selección Oficial. Ese año se fue con las manos vacías, pero México se llevó el premio a la Mejor Dirección, galardón que recayó sobre Alejandro González Iñárritu por Babel y la Palma de Oro fue para Ken Loach y su The Wind That Shakes the Barley. Sin embargo, con los años El laberinto del fauno se ha convertido en un clásico del cine moderno por el despliegue visual e imaginativo que sólo la mente de Del Toro pudo haber manufacturado con esa monstruosa elegancia que lo caracteriza.
Maryland (2006) de Alice Winocour
Después de presentar su opera prima en la Semana de la Crítica, esta joven director francesa presentó en A Certain Regard su segundo largometraje, Maryland. Este original thriller cuenta la historia de un soldado que a su vuelta de Afganistán, víctima de estrés postraumático, se ve obligado a hacerse cargo de la seguridad de Jessie, la mujer de un rico hombre de negocios libanés, en su propiedad de nombre «Maryland». Mientras que siente una extraña fascinación por la mujer que debe proteger, Vincent sufre de angustias y alucinaciones que lo llevan a pensar que una amenaza exterior está al acecho constantemente. Como puede sospecharse, este filme explora, en un ejercicio distinto, la vertiente de la invasión de un hogar con tensas metáforas sobre un problema mucho mayor, como puede ser la invasión de otro país y el control psicológico del aparato castrense estadunidense.
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Davo Valdés de la Campa / Cuernavaca, Morelos (1988)
Fanático del cine de terror. Estudiante de Letras Hispánicas en la Universidad Autónoma del estado de Morelos. Forma parte del Colectivo La Piedra. Beneficiario del Programa de Estímulos para el desarrollo y la creación artística en 2009 y en 2011. En el 2010 publicó su primer libro de cuentos, Relatos de un mundo depravado (EdicioneZetina). A finales de 2011 fue ganador de la convocatoria para publicación de obra inédita del Fondo Editorial del Instituto de Cultura de Morelos con su libro Ignoto (poesía). Forma parte del Grumo de Escritores de la Barba Naranja.