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CF, ANIME Y CRISIS ECONÓMICA EN LOS 90

 

Juan Manuel Díaz

 

En esta breve entrada discutiré los efectos que la crisis económica de los 90 tuvo en la producción del anime en Japón. Pareciera que son dos ámbitos completamente diferentes, pero a raíz de la explosión de la burbuja inmobiliaria en 1991 la industria del anime decidió crear y adaptar series de ciencia ficción. La decisión, me parece, fue una manera inconsciente de lidiar con la llamada “década perdida” (ushinawareta jounen), el periodo entre 1991 y 2003 afectado por la crisis económica tan grave que vivió el país asiático.

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Pues bien, ¿cómo es que empezó todo? El exceso de créditos para construir y comprar casa provocó una serie de deudas insostenibles en la población japonesa, que terminó por impedir su liquidación. En algún momento, alguien, un ciudadano común, no pudo pagar su deuda y empezó —como en todas las crisis económicas— un efecto dominó que provocó el desplome de los salarios, desempleo y la alza de los precios y tasas de interés. Por fin, después de 20 años de crecimiento sostenido, el llamado “milagro japonés” (que no era más que el crecimiento económico de la nación asiática) se había detenido y, más aún, colapsó en unos cuantos.

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En este ambiente, la dirección del anime fue llevado a producir series ambientadas en futuros distópicos, sucios, poco brillantes y, en general, con una visión pesimista. Esto se puede observar como una manera de lidiar con la frustración y el trauma de encontrarse con una verdad: el “sueño japonés” —que le habían prometido a una generación nacida en los 70— no era verdad. No se aseguraba una vida digna ni salarios altos. Jóvenes creadores, guionistas, artistas y productores vieron con desilusión el colapso de su futuro y reaccionaron creando narrativas desangeladas. Ante un escenario poco más que deprimente, surgieron series de ciencia ficción como Neon Genesis Evangelion (Hideakki Anno, 1995), Ghost in the Shell (Mamoru Oshii, 1995), Serial Experiments Lain (Ryutaro Nakamura, 1998), Cowboy Bebop (Shinichiro Watanabe, 1998), Texhnolize (Hiroshi Hamasaki, 2003) y Memories (Katsuhiro Otomo, 1995). Aunque bien podríamos extender la tendencia a Ergo Proxy, dirigida por Shukou Murasa y estrenada en el 2006.

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¿Cuál es la conexión entre la crisis y la ciencia ficción? Pensando en la teoría del género cinematográfico propuesta por Linda Williams, cada género es una forma en la que cada sociedad reflexiona y piensa sobre sí misma. El western estadounidense es la propia sociedad de EE.UU. pensando sobre sus propios orígenes hasta crear una mitología reconocible. La ciencia ficción, en este sentido, es una sociología, una forma que una sociedad dada piensa sobre las posibilidades de su futuro. Es una proyección hacia delante de las opciones que tiene. Las tensiones de una época se reflejan en los géneros audiovisuales y, más particularmente, en el género de la ciencia ficción.

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Pues bien, si vemos el común denominador de estas series que he mencionado aquí, todas tienen ciertas particularidades. Personajes que reflexionan sobre su papel en la sociedad a partir de un desencantamiento del entorno en el que viven. En la mayoría de las series un evento dramático empuja a los protagonistas a observar las promesas rotas de su sociedad. Cómo olvidar las introspecciones existencialistas de Shinji Ikari cada vez que decide pilotear el Eva 01 en Neon Genesis Evangelion o las reflexiones de la Mayor Kusanagi mientras trata de dilucidar su condición como humana dentro de un cuerpo cibernético en Ghost in the Shell.

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Aquí haré una pausa, si bien Ghost in the Shell existió en forma de manga desde 1989, la película de anime, estrenada en 1995, cambia un poco el tono del manga. El humor es prácticamente eliminado y es dotado de un tono mucho más pesimista, serio y profundamente filosófico, ahondando en la condición existencial de Kusanagi como un personaje que busca su lugar en el mundo y su propia existencia. Me parece que el cambio de tono tiene que ver con el ambiente pesimista que se vivía a la mitad de la década de los 90.

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En cuanto a Serial Experiments Lain, el comentario es mucho más social. Una familia aislada entre sí no encuentra maneras de comunicarse. La hija menor, Lain, encuentra conexiones en el mundo virtual cuando una compañera, quien se presume muerta,  le manda un correo: no ha muerto, simplemente ha abandonado su cuerpo físico y ha entrado a un espacio virtual. Aquí, ha encontrado a Dios. El aislamiento como condición de la vida social japonesa se hace evidente y una posible respuesta, no sin sus propios riesgos, es la vinculación de las conciencias a través de una red similar a internet. “The Wired”, como se le llama en la serie, es la suma de toda comunicación, información y conocimiento humano. La declaración está hecha: la única forma de comulgar y reunirse con los demás es por medio de internet como suma de todo lo humano. El peligro se encuentra en que uno mismo se desdibuja, pierde su identidad y de disuelve en el todo. Estamos juntos, hemos logrado conectarnos pero nos perdemos a nosotros mismos. La advertencia y crítica se vuelve más evidente en la época de las redes sociales y una mentalidad mejor representada por el zombi como monstruo del siglo XXI, una alegoría de las masas que no piensan y dejan de ser humanas.

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No me detendré a mencionar las metáforas y alegorías presentes en cada una de las series mencionada. Cada serie merecería su propia entrada, me limitaré a referirme que, de pronto, el futuro se vuelve más reconocible por ser representado cada vez más similar al presente. Una sociedad pesimista que, como en el caso de Cowboy Bebop, solo se distingue por el uso de naves espaciales y viajes entre planetas del sistema solar. Por lo demás, la sociedad presentada en Cowboy Bebop es igual a la década de los 90. ¿Eso es malo? No necesariamente, es una forma de entender a la ciencia ficción como género realista basado más en un futuro que no está alejado de nuestro presente. No promete gran cosa más que la continuación de una sociedad decepcionante y en camino al colapso.

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Juan Manuel Diaz de la Torre

Nací en la Ciudad de México un 11 de octubre de 1985.

Ese día fue viernes y debí nacer a las 6 de la mañana, pero llegué hasta las 8.

Tal vez por eso me gustan los viernes y dormir hasta tarde.

Soy escritor de poesía, cuento, novela y viñeta, aunque mi trabajo diurno es ser profesor e investigador.

En realidad, creo que mi chamba es comunicar: sin importar que sea una reflexión en forma de cuento, un análisis de una película o algún apunte sociológico, lo único que hago es comunicar.

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