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CORAZONES EMBOTELLADOS

Vanessa Puga

Pensando en EPL, a un año de su partida.

Pensando en Melisa, a un año de su pérdida.

 

Hubo una vez una niña que decidió guardar su corazón en una botella para mantenerlo a salvo.

A nadie le gusta que le rompan el corazón. Tal vez por eso, en general, los humanitos tenemos la equivocada idea de que si nos protegemos a toda costa de los sentimientos, de encariñarnos, de tener verdades interacciones con otros humanos, evitaremos que nos rompan el corazón. Tal vez por eso, tras una desilusión, nos volvemos ariscos y pensamos “Nunca más”, ponemos distancia, gruñimos, somos criaturas heridas que atacan ante cualquier sensación de peligro; y querer a alguien es peligroso por definición: es ser vulnerable, es ser una víctima en potencia en un mundo insensible y turbulento.

El sentimiento de que nos rompan el corazón va sumamente ligado con el sentimiento de pérdida y con el apego. Yo muchas veces he pensado que también va pegado a que la sociedad en que vivimos nos juzga si no tenemos pareja… Pero bueno, quedémonos con la idea de la pérdida. Normalmente sentimos que nos rompen el corazón cuando perdemos a alguien, en general hablamos de una pareja.

Pero, ¿cómo hablamos del duelo, de la pérdida de un ser querido que no sea forzosamente una pareja? Medito mucho sobre estos temas porque es agosto. Mi primer agosto sin mi padre que falleciera justo el 25 de agosto de 2015. Es el primer año de su partida. Medito al respecto del duelo porque yo perdí a un padre, mi hermana también perdió a un padre (no al mismo que yo, porque su relación era diametralmente diferente a la que tuvimos él y yo), y mi hijo perdió a su abuelo. Mi hijo vio morir a su abuelo. ¿Cómo se hace para hablar de eso?

Hablar de duelo, particularmente con los niños, es otro de esos “temas difíciles” que se puede abordar con la LIJ. Hoy quiero platicarles de un libro álbum que es una belleza y que es, al mismo tiempo, una herramienta para trabajar la pérdida.

Una niña es muy apegada a su abuelo, que le cuenta grandes historias y pasa mucho tiempo con ella. Pero un buen día, el abuelo ya no está. Y a la niña se le rompe el corazón. Es un dolor tan profundo que no quiere volverlo a sentir ¡nunca!

Entonces se sintió insegura y pensó en que debía poner su corazón a salvo. Al menos por un tiempo.

Así que hace lo más lógico: mete su corazón en una botella. Así se protege de volver a encariñarse con alguien más, de volver a crear lazos con otra persona que, al irse, puede dejarla herida.

Lo que la niña jamás contempla es que al poner barreras entre su corazón y el mundo, pone barreras para cualquier sentimiento, no sólo para el cariño. ¿Se imaginan transitar por la vida como en un continuo adormecimiento? Ir por la vida, entumidos, incapaces de emocionarse con nada ni con nadie, incapaces de ser humanos. ¿Cómo volver a sentir, cómo volver a crear lazos y sentir? Es lo que la niña, que ya no es una niña, tiene que redescubrir.

El libro del que hablo es uno de los libros álbum más entrañables para mí, de uno de mis autores consentidos: El corazón y la botella de Oliver Jeffers.

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Jeffers, originario de Irlanda del Norte y actual residente de Nueva York, es un artista multifacético que además de hacer instalaciones y dibujar, se ha hecho un espacio para hacer libros álbum. Ya les hablaré más de él, hombre a quien admiro (y que por cierto vendrá a México junto con otros dos de mis ídolos: Anthony Browne y Satoshi Kitamura, para la FILIJ de este año), e incluso tal vez les cuente de cómo a través de uno de sus libros un profesor mío me ahorró años de terapia tras romper con mi exnovio, pero ésa es otra historia.

Quizá, si ustedes son fanáticos de U2, ya han visto su trabajo, pues colaboró en el video de la banda irlandesa para la banda sonora de Mandela (y de hecho, sus palabras fueron proyectadas en los premios Oscar de hace dos años).

Sus libros, en general, juegan con la fantasía (como el que un niño y un pingüino son amigos o un chiquillo decide comer libros o las crayolas que hablan y deciden renunciar a su trabajo). El caso del corazón embotellado es muy particular: tomando la alegoría de proteger nuestro corazón para que no lo rompan y llevándolo a una realidad, Jeffers consigue trazar una aproximación al “Sé lo horrible que es que te rompan el corazón, pero encerrarte en ti mismo no sirve para nada”. Para hacer este recordatorio más presente, incluso existe un colguije basado en su historia.

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Y también existe una aplicación para iPad (narrada en inglés por Helena Bonham-Carter), porque hay que ir a la par de la tecnología, supongo.

El punto es que este libro sirve a la vez para trabajar pérdidas con los niños —y con los adultos, al menos a mí me sirvió mucho— y el aprender a vivir abiertos a la posibilidad de volver a querer y volver a sentir, no importa las pérdidas a las que nos hayamos enfrentado en nuestro transitar por esta vida.

¿Ustedes preferirían dejar embotellado su corazón o vivir abiertos a la riesgosa posibilidad de sentir?

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VPVanessa Puga

También responde al nombre de Nerea o al apelativo de bruja. Dicen que nació en la Ciudad de México, pero ella sospecha que la inventaron las novelas de fantasía y aventura y la aventaron en un mundo que no le corresponde. Tiene un serio crush con lo creepy. Ávida lectora y escritora —de preferencia a mano, con letra cursiva y tintas de colores—, es imán de geeks aunque no entienda todos los fandoms. Hornea panqués cuando está excesivamente estresada.

Twitter: @Nereavpv