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Bitácora de Navegación del Nautilus 5

DE CRIANZAS, MALAS CALIFICACIONES Y DESILUSIÓN LIBERADORA

 

Marina Ortiz

 

“El futuro no existe. No hay futuro. Todo se pudre y los sueños siempre se olvidan al amanecer. Llegará el 2000 y el sueño morirá junto conmigo” (p.136), dice Sasha Daniel, el protagonista de la novela Metro-Pop (1993) de Fran Ilich. Un texto singular, pues retrata justo el límite entre el presente y el futuro que el cyberpunk ilustra; su retrato de Tijuana a finales del siglo XX nos demuestra que las distopías neoliberales de las películas y libros acertaron en su labor de ser espejo de la realidad. La novela difumina el fin del realismo y el inicio del espíritu cienciaficcionero: la distancia consiste en un paso hacia adelante. Me parece aún más evidente cuando acompañamos esta novela juvenil con otro texto del subgénero: la extraordinaria Akira, tanto el manga como la película, donde Neo-Tokio resguarda y vitupera al mismo tiempo a sus hijos.

En ambos mundos ficcionales presenciamos las aventuras y peligros de los adolescentes en los entornos saturados, caóticos, hostiles, coloridos y laberínticos del cyberpunk. Sin buscar limitar la pluralidad ilimitada del género, me parece que hay dos tendencias muy claras en él: por un lado, aquellas que integran el género noir o de crimen, y por otro, las juveniles. En las primeras es donde encontramos a los empresarios, a los políticos y a sus turbias instituciones. En las segundas estamos con los marginados del sistema, aquellos que no tienen el poder de los primeros para formar el mundo. Los hackers suelen oscilar entre ambas tendencias. Las dos caras de la misma moneda: el esplendor del neoliberalismo con sus avances tecnológicos y sus riquezas, y, frente a ello, la gran multitud atorada en la contaminación y la precariedad.

Los millones de niños y niñas que nacimos justo en la bisagra entre el cambio de milenio hemos crecido escuchando y viendo cómo muchas nociones llegan a su fin: el cambio climático es la conmoción más importante, pues vaticina el fin de los ecosistemas como los conocemos, y en ello está su inevitable correlato de crisis sociales de toda índole. A la par vienen los discursos de aquellos adultos que parecen haber olvidado sus propias adolescencias: les reclaman como si los jóvenes tuvieran poder alguno sobre los tiempos y espacios donde viven y no estuvieran haciendo lo mejor que pueden con lo que tienen. A veces los y las adolescentes actúan más por reacción e impulso que por juicio, y en ello hay un valor de honestidad que a los adultos no nos gusta reconocer. La visión juvenil es más cruda y real porque aún no desarrollan un cerebroscopio que define su decir y actuar. Si queremos ver cómo es una realidad tal cual es, sin filtros de ideologías, sin lentes color de rosa o explicaciones míticas, los adolescentes nos dan el retrato más fiel posible.

Así que cuando Sasha Daniel dice que no hay futuro, su voz se acerca más a la verdad que la de un adulto pesimista u optimista. Sus ojos adolescentes no mienten: el entorno que da vida al cyberpunk es aquel que dinamitó el futuro por las ganancias del presente. Y esto produce espacios in-humanos: como cada espacio demanda ingresos, los adolescentes hacen de las calles sus parques y de los destrozos, sus juegos. La rebeldía adolescente no debe desestimarse: no se le puede tener mucho respeto a una sociedad que imposibilita el porvenir.

Fran Ilich

Esta energía altanera, socarrona y a veces melancólica de protagonistas como Sasha Daniel o Kaneda, de Akira, es contagiosa: en vez de acongojarse por el fracaso de las Grandes Narrativas, se ríen en su cara y le pintan el dedo. ¿A quién engañas, wey?, parecen decir. Son una mirada fresca en el aire enrarecido y ciclado: ellos no quieren cambiar sus distopías cyberpunk, saben que no pueden y entienden que eso les da el derecho a faltarle al respeto. No hay Autoridad que los detenga ni domestique: sólo queda disfrutar de las cosas comunes como la música, los amigos, algunas drogas, las fiestas, la naturaleza y a divertirse antes de que sea demasiado tarde. “Supongo que de eso se trata la vida: de encontrar problemas y de resolverlos bien; de juntar puntuación como en los juegos de video” (p.69).

La voz adolescente tiene una lucidez valiosa y vale la pena aprender de ella. Empatizo mucho más con Sasha Daniel que con Kaneda, Tetsuo y Kei, porque compartimos el contexto cotidiano y contradictorio mexicano del que habla, y con mayor singularidad porque ambos crecimos en ciudades-frontera. Tijuana está mucho más cerca de Estados Unidos, y eso le ha dado un desarrollo más híbrido y límite que Monterrey, pero ambas poseemos esa condición de sombra frente al gigante del norte. Metro-Pop se publicó el año en el que yo nací, y se debe reconocer cuando un texto captura la frescura y energía adolescente con fidelidad. El texto apunta a un fenómeno contemporáneo de sentimientos de hartazgo y rebeldía, y agradezco que otros puedan expresar lo que yo sentí y que aún persiste en mí: esa satisfacción en la desfachatez de decir: “Me gusta ver cómo mi vida se va por el drenaje. Toda mi vida me he quejado del mundo. No me gusta” (p.53). La consonancia me reconforta y anima: somos muchos los que son sentimos así. Desperdiciar la vida parece indicar que, al menos, la tenemos en nuestra posesión para decidir sobre ella, en vez de sentirla a la deriva de las corrientes caprichosas de la globalización.

Pienso que les debemos una disculpa a los adolescentes, los de ayer, los de hoy y los del mañana, por pedirles lo imposible: responsabilidad al borde de las crisis, obediencia en la era del ciberspacio, respeto a instituciones decepcionantes. Nuestro futuro llega todos los días, terrible, sucio, una espiral vertiginosa, y la llaneza, jovialidad y empática apatía de los adolescentes cyberpunk pueden enseñarnos mucho de cómo enfrentar el desastre que nos dejaron.

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Ana Marina Ortiz Baker

Soy de Monterrey, Nuevo León, México.

Desde la licenciatura estudio la ciencia ficción y la fantasía, y estoy por terminar una maestría en Literatura Hispanoamericana.

Mi tesis de investigación fue sobre el cyberpunk mexicano, en específico el tema del espacio y su relación recíproca con los personajes.

Me gustan los temas del cuerpo, la mujer, la ciudad, los mitos, la magia y la naturaleza.

Los conocimientos que tengo, que son un tesoro para mí, aún tienen mucho que crecer.

Twitter: @maro_baker

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