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EL ORIGEN

Oswaldo Castro Alfaro

PERÚ

 

La nave disminuye la velocidad. El punto de encuentro se observa en la pantalla de la consola. El robot navegante ajusta los parámetros de descenso e inicia el protocolo de descompresión de las cápsulas. Los ocupantes de las mismas despiertan progresivamente y, tras seis meses de hibernación, recuperan plenamente la conciencia. La despresurización se completa y se alcanza la atmosfera compatible con sus necesidades fisiológicas. Recuerdan el entrenamiento previo.

La luz estelar permite a los viajeros la visibilidad para imaginar el horizonte. Una docena de pioneros sobrevivió a la travesía. Producto de un experimento evolutivo fallido, los científicos intentaron modificarlos para emplearlos como especímenes de laboratorio. Los intentos fallaron y, lejos de ser útiles, mostraron conductas aberrantes y desarrollaron personalidades confrontacionales. Se hicieron más fuertes, al punto de ser considerados una amenaza para la sociedad. Se tomó la decisión de desarraigarlos y expulsarlos del medio ambiente en el que proliferaron. Los destinaron a colonizar los límites de la galaxia. Seleccionaron a los más vitales y el resto fue eliminado inmisericordemente. Confinados en una nave desafiaron el espacio para llegar a un sistema de planetas pequeños, dominado por una estrella furiosa. El trayecto puso a prueba su raigambre y los vicios que exhibieron al ser creados se manifestaron. Presenciaron la muerte de sus congéneres y los sobrevivientes son los elegidos para traspasar la frontera final.

El objetivo dista pocos kilómetros. Se presentará ante ellos cuando la neblina fosforescente se difumine y muestre el destino por el que iniciaron la aventura hace años. En el derrotero de las circunstancias debieron llegar muchos más, pero algo falló en las coordenadas trazadas. Trastocaron el proyecto original y pelearon por tonterías. Las conspiraciones por el liderazgo y el constante desafío a la autoridad desnudaron la pobreza de su creación.

Quedan en pie doce seres peludos, chillones, caminantes de cuatro patas y llenos de piojos. Seis parejas y ninguna cría. Adultos fuertes, no emparentados y sin riesgo de endogamia. Serán los responsables de poblar los nuevos horizontes. La fosforescencia desaparece y observan el habitat. El medio líquido por el que navegaron se evapora y la nave aterriza. El escenario es ficticio, un producto tridimensional creado por hologramas. La compuerta se abre y enfrentan el espejismo del paisaje. Desconocen lo que se oculta tras las montañas. Caminarán hasta encontrar y atravesar el portal hacia la nueva vida. Tuvieron tiempo para perfeccionar los métodos de supervivencia y les quedó claro que no debían matarse. Cada dupla sabe lo que hará al llegar al planeta azul.

Tras larga caminata encuentran la luminosidad que los orienta. Saben que es el portal e ingresan tranquilamente. La vorágine de luces y dimensiones paralelas los envuelve para dejarlos en la superficie de un planeta apacible, recuperado del ataque de bestias colosales desaparecidas por la furia que cayó del cielo. Deslumbrados por la multitud de colores, sonidos extravagantes, olores desconcertantes y criaturas de forma y tamaño diferentes, algunas parecidas a ellos, se miran extrañados y piensan que son el resumen de las equivocaciones evolutivas. Experimentan sentimientos encontrados y el deseo de asumir el mando los carcome. El rugido estremecedor de algo los hace entrar en pánico y corren a esconderse entre los arbustos. Con el corazón agitado ven pasar al terror de sus pesadillas. No hacen ruido y esperan que desparezca para coincidir en un claro de la foresta. Llegaron al sitio idóneo para establecer la raza que evolucionará de ellos y no del soplo divino de un dios que pudo encaminarlos y alejarlos del pecado. Ya no recuerdan los desastres cometidos en el largo viaje ni los crímenes perpetrados.

Son los colonizadores enviados por alguien que no conocen y que obedecen por instinto. El espejo de agua al pie de un manzano descubre su desnudez. Las hembras los miran y por primera vez experimentan la vergüenza del pudor. Los machos observan su belleza y no pueden evitar la erección peneana. El cambio en las dimensiones del órgano viril les demuestra la lujuria programada en el ADN. Ellas están listas para recibir la simiente y empezar la gesta de otra especie que poblará la Tierra.

Las pupilas verticales de una serpiente testimonian el primer encuentro sexual de esos cuadrúpedos, parlanchines e inteligentes. Sin hacer ruido baja por el tronco y se escabulle en la maleza. Se retira frustrada, pues los planes del dios desconocido no se cumplirán. Esperó millones de años para pervertirlos y la realidad fue muy diferente al origen imaginado. Los herederos de esos futuros bípedos verán cómo en los siguientes cinco millones de años se pondrán de pie, liberarán las manos para crear herramientas y alcanzarán más altura visual para evadir a los predadores. Las hembras modificarán la pelvis para parir, después de nueve meses, criaturas indefensas y con cerebros subdesarrollados. Alcanzar la bipedestación significará modificar el eje vertical de la columna vertebral y será uno de los éxitos evolutivos de la especie. El futuro, un suspiro en el tiempo, les permitirá emplear un mínimo porcentaje de la masa encefálica para conquistar y destruir el planeta madre que colonizaron.

«Adam and Eve», por Alexandr Kumpan

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OSWALDO CASTRO ALFARO (Perú)

Médico. Administrador de Escribideces.

Colaborador con Fantasmas extemporáneos (relatos cortos), Fantasmas trashumantes (mini relatos) y Fantasmas desubicados (micro relatos).

Publicaciones en físico y en más de 40 plataformas digitales. Premios literarios, menciones honrosas.

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