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EL PARAÍSO SINIESTRO

el stopmotion de Sofía Carrillo

Juan Manuel Díaz

 

La primera vez que vi Fuera de control (2008), de la directora Sofía Carrillo, me perturbó. Creo que fueron los encuadres y el montaje que crearon una atmósfera, a mi parecer, siniestra. Una sensación de estremecimiento acompasada con risas infantiles y una música extraída de una caja musical. Efectivamente, en la composición del corto de Carillo hay algo de siniestro que incomoda y estremece al espectador. Al menos, así me sucedió.

Sofía Carrillo y Cerulia.

La misma atmósfera se repetirá en Prita Noire (2011), La casa triste (2013) y Cerulia (2017). Todos cortos oscuros con encuadres que modifican la percepción del espectador con un montaje que descoloca el lugar cómodo desde donde se ve un cortometraje de stopmotion. El cual, me parece, es absolutamente necesario para generar la atmósfera. Únicamente por medio de este estilo, movimientos no humanos y extraños saltan de los planos para incomodar al espectador.

El stopmotion es crucial en la atmósfera para generar lo que llamo “el paraíso perdido”. ¿Qué es esto? Pues bien, mi hipótesis es que Carrillo construye viajes a pesadillas a partir de la búsqueda de la infancia perdida. Un momento de la vida en donde, en teoría, todo gira alrededor de la protección del niño o de la niña. Hay un escudo encaminado a proteger la inocencia. Las pesadillas de Carrillo son viajes que buscan reconstruir estas inocencias con pedazos rotos, con lágrimas y violencias de la vida adulta. No es aleatorio, me parece, que la directora escoja muñecas y otros elementos infantiles transformados en seres deformes y monstruosos, los cuales, si bien fueron construidos desde el amor de un niño o de un hogar, al paso del tiempo y ante la ruptura de la inocencia se convierten en instrumentos de pesadilla y habitantes de atmósferas atemorizantes.

¿Qué es exactamente lo que incomoda de los cortos de Carrillo? En realidad, esta composición no es algo que habite en toda la obra de Carrillo. El corazón del sastre (2014) es una obra luminosa, con aires de cuento de hadas (el cortometraje se basa en cuento infantil). Hay una luz dorada que crea tonos melancólicos a la historia del viejo sastre que no había puesto su corazón en las prendas. Sin embargo, no es exclusivamente el origen de la historia o el posible enfoque infantil de la misma que, dicho sea de paso, dudo de la condición infantil inherente en una obra, pero eso es tema para otro momento.

Desde mi punto de vista, los cuatro cortos mencionados tienen un tema central: la familia, tanto como el lugar del paraíso perdido como de las pesadillas. Ya lo escribió Freud en “Das Unheimliche” o “Lo siniestro”, en donde desarrolla el concepto de lo siniestro como algo que nos inquieta, aquello que nos atemoriza porque, inconscientemente, nos recuerda a nuestra parte reprimida. Lo siniestro habita las cosas más ordinarias y, más aún, lo verdaderamente familiar. Nuestro hogar, nuestros juguetes o viejas fotografías. Claro. Freud pensó en maniquíes y muñecas, sin embargo eso se vuelve extensivo a cualquier cosa más o menos antropomorfa que revele nuestros deseos oscuros, aquello que Jung llamó “la sombra”.

El terror, en cualquier expresión, nos lleva hacia la sombra, de ahí que nos de miedo. Pero específicamente Carillo juega con este temor a partir de lo siniestro. No es casualidad que haya escogido esta palabra para hablar de la atmósfera de lo cortos de Carrillo. El temor generado por la obra de Carillo viene precisamente de recuerdos perdidos, oscurecidos por otros momentos de la vida. Los cuatro cortos de carrillos juegan con claroscuros, con muñecas con máscaras para esconder un rostro no humano y con hogares que esencialmente están rotos u olvidados.

La exploración de la directora es la del temor, pero del terror generado por lo siniestro que habita nuestras familias. Es un llegar a cuentas con secretos inconfesables que esconden las familias, ese retrato de la abuela sonriente o el tirano que se esconde con rostro amoroso. Hay, definitivamente, una violencia velada en cada uno de los escenarios construidos para los cortos; es casi un secreto que la cámara solamente sugiere, pero de la que nadie habla.

En Prita Noire, dos hermanas parecen estar encerradas y aisladas en un lugar extraño hasta que la más pequeña, físicamente hablando, rompe el encierro a costa de lanzarse al vacío. En La casa triste, una vieja casa habla de los orígenes de una familia. Y en Cerulia, una mujer va desenterrando recuerdos enterrados debajo de su vieja casa familiar. En los casos mencionados, el encubrimiento y la develación de algo violento juegan el papel del origen de lo siniestro, algo que no se nos dice es el secreto familiar que genera el terror. Todos los personajes de Carrillo deben de afrontar aquello perdido. Es una búsqueda por regresar al paraíso y recobrar la inocencia solo para descubrir que eso es imposible. Una vez abandonado el Edén, la inocencia se rompe y no se puede reparar.

La maestría de la directora reside en que, sin ser explícita o usar elementos obvios o trillados como el jumpscare, mantiene la tensión con los elementos formales mencionados: encuadres, composición de los planos y el montaje. Este último, me parece, es el gran atino de la directora al organizar entorno a la develación de lo menos posible. El espectador debe suturar aquello que ve con sus propios miedos y secretos siniestros. En resumidas cuentas, en el stopmotion de Sofía Carrillo lo que nos termina de inquietar no es lo que vemos per se en la pantalla, sino lo que proyectan las imágenes en nosotros. Nuestras propias violencias veladas, lo siniestro venido desde nuestros hogares y familias.

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PRITA NOIRE

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LA CASA TRISTE

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En Filmin pueden ver gratis CERULIA y FUERA DE CONTROL.

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Juan Manuel Diaz de la Torre

Tengo 36 años y nací en la Ciudad de México un 11 de octubre de 1985. Ese día fue viernes y debí nacer a las 6 de la mañana, pero llegué hasta las 8. Tal vez por eso me gustan los viernes y dormir hasta tarde. Soy escritor de poesía, cuento, novela y viñeta, aunque mi trabajo diurno es ser profesor e investigador. En realidad, creo que mi chamba es comunicar: sin importar que sea una reflexión en forma de cuento, un análisis de una película o algún apunte sociológico, lo único que hago es comunicar.

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