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LA MADRE

DE TODOS LOS MIEDOS

 

Edna Montes

 

Abuela suele decir que las mujeres han dado a luz desde los albores de la humanidad y tiene razón.  Es una lógica imbatible. El proceso de embarazo y parto es, quizás, uno de los más idealizados: las mujeres rozagantes que nos miran desde los comerciales tienen poco que ver con una experiencia llena de dolor y sangre. El cuerpo cambia de formas inesperadas, la salud de la madre es variable. Hay tanto que puede salir mal, incluso en nuestra sociedad con hospitales, antibióticos y médicos preparados.

Acompañando a mujeres cercanas a mí en el proceso, he notado que el miedo es una constante: siempre ahí, entretejido entre la esperanza y el amor. Si el embarazo nos acompaña desde el principio de la humanidad, es muy probable que todos esos temores también. Puede que hayan mutado de forma, pero subsisten adheridos a la naturaleza del acto mismo de la maternidad. En añadidura, no basta con parir y traer hijos sanos al mundo, también hay que criarlos de la mejor forma posible. Pequeñas bombas de tiempo que cargan con nuestros rasgos y nuestros genes. Tesoros preciados para defender de un mundo que no comprendemos e improvisando sobre la marcha. Para comprender el horror, hay que ir al origen.

Los aztecas, al ser una cultura guerrera, esperaban que la mujer fuera una buena madre para los futuros combatientes. Tanto que, además de los múltiples rituales para asegurar un buen parto, en su panteón incluyeron a las «Cihuateteo»: las almas de las mujeres muertas al dar a luz, quienes eran honradas como guerreras caídas en batalla. Creían que guiaban la puesta de sol por los cielos del poniente. Era tanto el furor por la labor de las Cihuateteo que el ritual de su entierro demandaba a la partera y las mujeres de la familia de la difunta armarse como guerreras en la procesión funeral y a los hombres del clan a hacer guardia ante la tumba de la mujer por cuatro días para evitar que los soldados mexicas trataran de robar sus cabellos o dedos, que eran considerados amuletos en el campo de batalla.

Las Cihuateteo tenían una  naturaleza dual, en ocasiones fungían como emisarias del Mictlán, el inframundo, y volvían al mundo de los humanos con la forma de esqueletos que en lugar de manos tenían garras de águila. Atacaban a las personas que viajaban de noche y también a los niños y niñas, por lo que no se les permitía quedarse fuera de casa por las noches (¿A que ahora comprendes el «ya métete» de tu mamá?). Quizá la transfiguración más importante de esta figura, que además ha llegado hasta nuestra época, es la de las mujeres que lloraban y gritaban presagios. En particular una, la que consignan los cronistas del siglo XVI en el sexto de los 11 presagios de la caída de México-Tenochtitlán: vestida de blanco, con los largos cabellos negros y despeinados que recorrió por varias noches la ciudad gritando «¡Ay mis hijos! ¿A dónde me los llevaré?»,  a quien por lo general se identifica como Cihuacoatl (la recolectora de almas, la diosa del nacer y del fallecer), justamente la diosa patrona de las Cihuateteo.

Para calmar a las Cihuateteo, según Fray Bernardino de Sahagún, los aztecas:

«Les hacían fiesta y en esta fiesta ofrecían en su templo, o en las encrucijadas de caminos, pan hecho de diversas figuras. Unos, como mariposas, otros de figura del rayo que cae del cielo, que llaman xonecuilli, y también unos tamalejos que se llaman xucuichtlamatzoalli, y maíz tostado que llaman ízquitl».

De aquellos tiempos nos llega «La llorona», cuya historia fue reinterpretada más de una vez en los tiempos de la colonia. Una madre tratando desesperadamente de proteger a sus hijos.

Durante el medievo, el embarazo y el parto eran asuntos privados. En buena medida porque se trataba de un proceso peligroso en el que una de cada tres mujeres moría (sin que su clase social o nivel económico marcaran una diferencia), también porque las mujeres de esa época no estaban muy conscientes de un posible embarazo hasta cerca del quinto mes, cuando el feto se movía en su vientre. El momento se conocía como «el despertar» (Awakening, en inglés). No había pruebas de embarazo confiables y los médicos (todos varones) preferían dejar en manos de las parteras aquellos «asuntos de mujeres». La mujer se retiraba de la vida pública lo antes posible: las nobles podían hacerlo mucho antes del parto, las plebeyas hasta que el embarazo era tan avanzado que dificultaba las actividades cotidianas. Se paría en secreto y a puertas cerradas.

La famosa actriz Lucille Ball (recordada por la comedia I Love Lucy) fue una de las primeras en hacer público su embarazo en 1952. Después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se creó la imagen de perfecta madre y ama de casa con todos los electrodomésticos que simplificarían sus tareas y la harían «feliz», el paso de Ball fue revolucionario, pero no definitivo. A pesar de la liberación sexual de los 60, el parto y el embarazo seguían tratándose como temas privados, un tabú (de la lactancia mejor ni hablar).  Décadas después Demi Moore apareció desnuda y embarazada en la portada de Vanity Fair en 1991, causando tremenda controversia. El camino hacia un embarazo más público fue lento aunque certero. Ahora vivimos en la era donde las celebridades se hacen sesiones especiales para anunciar sus embarazos en las redes sociales, la realeza de algunos países del mundo anuncia los nacimientos a los cuatro vientos y casi todas nuestras amiga tienen baby showers.

Lucille Ball

Por mucho tiempo, las películas de terror se centraron mayoritariamente en las expectativas no cumplidas de la maternidad y cómo creaban monstruos. En cintas como Psicosis, Viernes 13 o Carrie vemos cómo la madre es quien, a través del maltrato, la negligencia o alguna otra desviación del estereotipo de progenitora abnegada envía a los hijos a la oscuridad.

No obstante, una de mis películas favoritas nos muestra el otro ángulo. En Rosemary’s Baby el embarazo de la protagonista dirige la trama: son justamente los cambios de la gravidez aunados a las manipulaciones alrededor de Rosemary los que desatan el miedo y las preguntas: ¿Podrá proteger a su bebé? ¿Dará a luz de forma segura? En estos filmes  la experiencia femenina del mundo nos conduce.

 

En The Wind (2019), el terror folk va de la mano con la naturaleza como un ambiente hostil donde el embarazo se vive de formas complejas, al margen de los elementos sobrenaturales, la tensión sobre la capacidad o no de concebir y el peso que representa para una pareja de colonizadores sustenta el conflicto. Tanto las protagonistas de The Wind como Rosemary deben llevar su proceso aisladas en un sitio peligroso. En el fondo la urbe y el lejano oeste no son tan distintos.

Las mujeres y los niños son dos de los grupos más vulnerables en la sociedad, cuando se habla de ellos la forma de enfocar el miedo cambia. En Ringu (Hideo Nakata, 1998) tenemos la metáfora de una madre que se debate entre la culpa del descuido al que somete a su hijo y su deseo de protegerle (en el libro el protagonista es el padre). El discurso de la madre protectora en el horror va más ligado a la amenaza externa que al sacrificio que ella está dispuesta a hacer.

Grandes ejemplos de esto son Un lugar en silencio (2018) y el corto Latched (2017).

 

Aún si el parto se vive sin mayores problemas, la crianza puede ser un periodo terrorífico también. La maternidad no es fácil, las expectativas sociales de ésta pesan mucho y al final del día las madres son seres humanos que se cansan, enojan o equivocan como cualquiera. El duelo es lo que trae el conflicto a las protagonistas de The Babadook (2014) y Hereditary (2019), pero es la maternidad con sus promesas no cumplidas la que las lleva al límite.

Que las mujeres recuperen sus voces en el cine de terror es fundamental. Aceptar que la experiencia femenina es la mitad de todo cuanto ocurre en el mundo es validar sus miedos y reclamos. En la oscuridad de la mente humana hay cosas a las que no podemos poner nombre, pero sacarlas a la luz ayuda a derrotarlas. Lo que se nombra, existe.

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FUENTES:

Medieval Lives: Birth, Marriage and Death 2013, BBC Scotland.

Granados, Rojas & Lescas Méndez, Octavio & Sánchez Sánchez, Manuel & Angeles-Castellanos, Manuel & Especial, Artículo. (2014). Obstetricia azteca Ritos y manejos desde el embarazo hasta el trabajo de parto. 2. 129-136.

https://www.researchgate.net/publication/311453928_Obstetricia_azteca_Ritos_y_manejos_desde_el_embarazo_hasta_el_trabajo_de_parto

Alcántara Rojas, Berenice. (2000). Miquizpan, el momento del parto, un momento de muerte.

http://www.iifilologicas.unam.mx/estmesoam/uploads/Vol%C3%BAmenes/Volumen%202/miquizpan_berenice_alcantara2.pdf

Spinoso de Montandón, Rosa María. (2005). Las mujeres diosas en el panteón mesoamericano.

https://www.uniaraxa.edu.br/ojs/index.php/evidencia/article/viewFile/285/267

SINCE WHEN IS IT OK TO BE PREGNANT IN PUBLIC? (2017) Wade, Lisa

https://psmag.com/news/since-when-is-it-ok-to-be-pregnant-in-public

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Edna “Scarlett” Montes
Lectora, escritora y friki irredenta. Egresada de Miskatonic con tarjeta de cliente frecuente en Arkham. Tiene tantos fandoms que ya hasta perdió la cuenta. Divaga mientras espera que Cthulhu despierte de su sueño en R’lyeh o al fin le entreguen su TARDIS; lo que ocurra primero.

@Edna_Montes

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