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LA ORILLA DE KAFKA TAMURA

Concepción Figueroa

 

 

Todo inició como suelen hacer los cuentos fantásticos o de terror: por una incitación. En este caso, una notificación feisbukiana hizo que leyera Kafka en la orilla con una avidez que hace mucho no experimentaba.

En esta sección de Penumbria me dedico a comentar sobre las lecturas que me voy encontrando en mi búsqueda sobre lo fantástico y maravilloso. Ante la novela de Murakami he perdido un poco el piso: me ha hecho reflexionar sobre la particularidad del subgénero. Si bien es cierto que no podemos comparar de buenas a primeras literatura de culturas tan distantes, el punto aquí es que fue España quien le otorgó a la novela el premio como la mejor, según jóvenes menores de 18 años, cosa que hizo al autor viajar por primera vez al país que lo ha traducido por tantos años.

Su literatura ha sido considerada por la crítica como posmoderna y fatalista, pero lo que atañe aquí y ahora es el tratamiento del aspecto surrealista en conexión con lo fantástico.

«Haruki Murakami», por Eili Lepik.

Si bien este aspecto se ha manejado sobre todo en expresiones simbólicas como la pintura, considero que el concepto de Rodríguez (1983) sobre el arte mexicano cuadra muy bien en el estilo de Murakami:

“El distintivo más sobresaliente (…) es el mensaje, o sea, la toma de posición del artista que se sitúa en el mundo irreal para presentar un tema, una idea. La metáfora es en ellos una intención retórica convincente, simbólica”.

Murakami ubica a sus personajes en la orilla del ser, en la del espacio, en la del tiempo. Congrega realidades alternativas y rompe conceptualizaciones que hacen estallar la dualidad en posibilidades infinitas. Al menos en esta novela, el aspecto fantástico es utilizado no para sorprender ni desestabilizar, sino como herramienta para concretar la realidad de lo inaudito.

Murakami crea un mundo donde el cumplimiento de la predicción absurda reafirma la relación entre lo real y lo imposible:

“-Por cierto, ¿mañana al atardecer estará usted aquí?

-Sí -respondió el policía con precaución-. Mañana por la tarde trabajo. ¿Por qué?

-Aunque esté despejado, cuando salga, por si acaso, será mejor que coja el paraguas (…)

-Es que van a caer peces del cielo, como si lloviera. Muchos peces.

-Creo que sardinas. Y tal vez también haya mezclada alguna caballa. (…)

Y cuando, al atardecer del día siguiente, cayó en efecto del cielo una tromba de sardinas y caballas en aquella esquina del distrito de Nakano, el policía empalideció”.

Por lo anterior, y a la sombra de la tan buscada concepción de lo fantástico moderno y posmoderno, no puedo descartar que bien cabría presentar la posibilidad de que sea un nuevo uso del elemento surrealista, ya descartado por muchos y retomado por Nieto (2015), un factor importante del asombro y la elección literaria de la juventud en nuestros días.

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Concepción Figueroa, mujer, literata y profe.

 

 

 

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