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LAS LUCES

QUE LO UNEN TODO

 

Manuel Barroso

 

 

Hay pocos autores a los que les haya seguido la pista en los que veo un avance constante, ininterrumpido. Uno de ellos es Fernando de León (de quien debería hablar aquí pronto). El otro, el que, debo decir, me sorprende cada vez más, es Carlos Alvahuante.

El primer contacto que tuve con su obra fue porque le pedí una copia de su libro La ciénaga de los sueños y me lo dejó en la escuela de cine en la que da clases. Después me mandó, de la nada, El jardín de las cosas raras. Ambos los leí con detenimiento y disfrutando del progreso alcanzado al comparar el segundo con el primero (aunque el cuento que más me gusta de él está en La langosta se ha posteado).

Tiempo después volví a saber de él porque le dio clases a la mujer de mi vida. Y luego me topé en Facebook que iba a sacar un nuevo libro.

Una novela.

Sobra decir que corrí por ella en cuanto lo supe. Y la empecé. Y la acabé.

Y puedo decir, con alegría, que Luces blancas es su mejor libro hasta ahora.

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La historia está centrada en Amílcar, un niño enclenque que, junto con su único amigo Guillermo (al que es mejor no decirle Meeemooo), es el blanco de todas las burlas dentro de su escuela. Es, sobre todo, el objeto de burla de Valeria, la niña más popular de la escuela que, curiosamente, es también su hermana mayor. Todo arranca después de una gran venganza realizada por Amílcar que lo derrumba todo. Es entonces cuando le es entregada del cielo, sin una explicación aparente, una esfera. Resistente, perfecta y que al contacto produce una descarga eléctrica que se intuye mortal. El juguete perfecto para un niño buleado, claro.

Por cierto, ¿mencioné que puede hacer desaparecer cualquier cosa que sea tocada por Amílcar mientras tiene una mano en su superficie esférica?

Es con estos elementos con los que…

Estuve a punto de decir una gran mentira. Eso no es todo lo que pone Alvahuante para dar vida a esta historia. Falta mencionar la habilidad de Guillermo para hablar con los perros (y ese secreto poder que lo atormenta), los fantasmas, los zombis, el Tiranosaurio rex, robots, maquinitas de baile, extraterrestres, Youtube y mil y un piezas más.

Es justo ahí donde radica la (pequeña) maestría de Carlos Alvahuante. La lista de arriba hace sonar esta novela como un cambalache sin sentido, pies ni cabeza. Nada más lejos de la verdad. Todo tiene perfecto sentido, cada elemento tiene una razón y embona bien con el anterior y con el siguiente. Como si todo fuera unido armónicamente para ser visto en una esfera para nuestro deleite.

Pero si eso fuera todo esto sería un libro equis, común y corriente. El detalle es que los elementos son, de alguna manera, efectos especiales dentro de la historia. Es esta última la que de verdad importa. Lo de Alvahuante es contar una historia y señalar una problemática clara. La violencia, de eso va todo esto. La violencia entre hermanos, entre compañeros de escuela, entre amigos. Llamarlo bullying es, creo, suavizarlo. Se llama violencia, y Carlos Alvahuante no se tienta el corazón en demostrar sus crueles alcances con sus personajes (que, sobra decirlo, están muy bien hechos).

Una gran historia, una distribución decente y un conjunto de ilustraciones grandiosas (a cargo del buen Richard Zela), eso es lo que entrega esta extraña esfera llamada Luces blancas. Una bocanada de aire fresco para la literatura de imaginación fantástica mexicana.

Y si la lógica impera, habrá que esperar, aún, lo mejor de Carlos Alvahuante.

Carlos Alvahuante

Carlos Alvahuante

 

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manubchManuel Barroso nació, creció y murió antes de enterarse de ello. Por eso reseteó la consola y sigue aquí.

Lee como poseso, escucha rap y jazz de forma adictiva, escribe porque le duelen las historias. Odia las verduras.

Mañana comprará un rifle.

@manubch