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PENUMBRIA Y EL SADISMO

I

 

Emiliano González

 

 

Según Luciano, los selenitas son “hyppógypoi”, hombres montados en enormes buitres de tres cabezas. De ahí la idea de Ariosto de que un hipogrifo (mitad caballo y mitad grifo alado) lleve a Astolfo al paraíso terrenal, donde San Juan Evangelista le dice que la curación de Orlando está en la luna. San Juan, en un carro de fuego con cuatro caballos rojos, lleva a Astolfo a la luna. El carro es como el de Helios o como el que llevó al profeta Elías al cielo. El águila que lleva a Lionell a la luna, en la historia del Caballero de la Esperanza (del siglo XIII), proviene del Icaromenipo de Luciano, en que el héroe vuela a la luna con un ala de águila y otra de buitre. Lionell, en la luna, encuentra, en una bolsa llena de aire azul, el amor que su amada Miriam no le da en la Tierra. La bolsa tiene el rostro de ella, y al volver con la bolsa a nuestro planeta, Lionell obtiene el amor de Miriam. Esta historia le da a Ariosto la idea de la redoma en la luna con el juicio (y el nombre) de Orlando. Esta historia es asimismo el origen de canciones populares del siglo XX como “El amor es azul” o “Hazme volar hacia la luna” (interpretada esta última por Astrud Gilberto).

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Cabalgar a un animal para llegar a la luna es una variación del vuelo con alas de Ícaro para llegar al sol, variación que se inicia con los “cabalga-buitres” de Luciano, de 160 d. C., y termina con el caballo volador de madera, Clavileño, del Quijote, de 1615.

En El hombre en la luna (1638) del obispo Francis Godwin, las aves de nuevo ayudan al humano a llegar a la luna, y levantan primero a un cordero y luego al héroe, Domingo Gonsáles, que construye una especie de trapecio con madera y cuerdas, en cuya parte inferior se sienta, sostenido por gansas, y para compensar los tirones de las aves construye un sistema de pesas y poleas. Una pequeña vela es encendida, para facilitar la propulsión horizontal.

Godwin imagina selenitas gigantes, que tal vez le inspiran a Walpole la imagen de un casco gigante caído de la luna.

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Después del libro de Godwin (un nuevo Icaromenipo de un anglicano diferente de Ambrose) el ave deja de ser el vehículo apropiado y se convierte en una nave (cohete, globo, proyectil o esfera) para llegar al satélite. Se ve que H. G. Wells, al mencionar hongos lunares con raros efectos, relaciona el subsuelo lunar con el mundo subterráneo de Eleusis. Las amapolas eleusinas dominando la voluntad de los iniciados se vuelven los morlocks dominando a los Elois, en La máquina del tiempo. Seguramente “the man from Porlock”, que interrumpe la redacción del poema “Kubla Khan” de Coleridge, se vuelve “the pan from Morlock” en un juego de palabras de Wells. Y es que la flor obtenida por Coleridge en el paraíso, en un sueño, le inspira a Wells la flor que Weena le da al Viajero del Tiempo.

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«The Time Machine – The Strange White Flower» de Mattpocalypse.

 

La máquina para viajar por el tiempo es una variación de la máquina para viajar por el espacio.

Luciano imagina una nave precursora del hidroavión, pues es capaz de surcar el agua y el aire como un pez volador, flotando sobre los árboles o viajando en un torbellino hacia la luna.

La luna es mundo de locura, lucidez y muerte, como lo demuestra al final el Quijote, muerto después de enfrentarse al Caballero de la Blanca Luna, que le ha dado la lucidez.

Dos autores llamados Justo y apellidados García en “Guía del lector del Quijote” (1946), cuando se refieren a los precedentes literarios del Quijote, dicen que en “la Miscelánea de Luis de Zapata, se cuenta que un caballero muy cuerdo y muy honrado dejó su casa para realizar por los caminos las locuras de Orlando”.

En la introducción (titulada “Preliminar”) a Lira libre (1906) del poeta mexicano Jesús E. Valenzuela, podemos ver una inicial dibujada por Ruelas en que están Ruggiero, el hipogrifo, el monstruo marino y Angélica desnuda, motivos de Orlando furioso. Después de la introducción hay cuatro poemas dedicados al Quijote, tercer caballero loco de la literatura.

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De Orlando y del Quijote proviene la palabra “lunático”, ya que son los principales locos relacionados con la luna. Opuesto a estos locos es el cazador amado por la luna, Endimión, de la mitología griega.

El crítico italiano Olivero, en su libro Literatura inglesa e italiana afirma: “El valle del Sueño de Ariosto debe haber impresionado la imaginación de Keats, pues en el Endymion encontramos una personificación del Sueño que ha dejado su ‘caverna desolada’ y lentamente asciende al Olimpo desde su ‘cimeriana profundidad’ ––depth Cimmerian––, y la influencia ariostesca puede percibirse en el Endymion”.

El crítico inglés Sidney Colvin dice sobe Endymion en su biografía de Keats (1923):

“La decoración del relato, desde luego, es a menudo de una vastedad y complejidad góticas; hay algo de aturdimiento oriental ––un malabarismo miliunanochesco con el espacio y el tiempo–– en la vaga rapidez con la que se efectúan los cambios”.

Ilustración de Robert Anning Bell para Poems de John Keats (1897).

Ilustración de Robert Anning Bell para Poems de John Keats (1897).

En el poema de Keats, el cazador griego Endimión se duerme en una cama de amapolas, dentro de una cueva, cerca del agua de unos ríos, y se encuentra con la luna, que lo ama. Cerca del final del poema, Endimión se une con una dama hindú que encarna a la diosa Diana (la luna). Esta mujer nos recuerda a la dama hindú del poema de Shelley, “La planta sensitiva”, en que la muerte de la dama hindú que cuida las hierbas hindúes provoca el destierro del jardín y la invasión de plantas venenosas. De ahí que sea lógico suponer que las hierbas hindúes son buenas y las amapolas malas. De hecho, en Endymion las amapolas son relacionadas con el mal. La luna y el agua, confundidas, juegan un papel en la historia de los comedores de hashish de Las mil y una noches, en que el principal comedor de hashish es primero castigado y luego premiado, y esto último porque el hashish le permite llegar a la verdad a partir del absurdo. La luna y el agua juegan un papel en “El rayo de luna” de Bécquer, en que un joven es considerado loco al alucinar a una dama en el agua iluminada por la luna. Los rayos de luna “se pierden locamente en el agua” en “La casa encantada” de Virginia Woolf, cuento amoroso de fantasmas.

Haunted-House

La relación lúcida con la luna es el ideal de todos estos autores fantásticos y realistas, que se inician con la Historia verdadera de Luciano de Samosata, libro del siglo II d. C., en que el sueño, el agua y la luna juegan los papeles principales. Keats indudablemente buscaba una droga que no fuera opio, como lo muestra en su poema Hyperion:

 

ni amapola ni elíxir de califas ni veneno

de monjes

 

Trelawny observa que el láudano, causa de visiones e ilusiones, es también causa de los dolores de Shelley, ya que “los opiatos paralizan el estómago y otros órganos vitales”. Por otro lado, Trelawny observa sobre Byron: “Como un malayo bajo la influencia de una sobredosis de hashish, su droga favorita, él corría desbocado, sin considerar las consecuencias. En sus humores perversos y melancólicos, dejaba salir su vena satánica. Después de un largo silencio, montado en un caballo, empezaba: ––Tengo una conciencia, aunque el mundo no me la reconoce; ahora estoy arrepintiéndome, no de los pocos pecados cometidos, sino de los muchos que aún no he cometido”. Byron dice que en 1816, en una cena familiar de Madame de Staël (que lo consideraba inmoral) una dama se desmayó, y el resto lo miró “como si su satánica majestad hubiera estado entre ellas”. El dato lo da J. W. Lake en “La vida de Lord Byron”, prólogo de las obras poéticas de Byron de Galignani (París, 1828).

 

En “Carta abierta” José Asunción Silva dice: “Shelley, un hashish sutil que lo hace sentirse a uno hermano de las plantas que florecen en el jardín encantado…”

El rocío de maná, las raíces y la miel que ofrece la dama sin piedad al caballero, en el poema de Keats “La belle dame sans merci”, son símbolos del opio, ya que el caballero tiene pesadillas acerca de reyes, príncipes y caballeros pálidos atrapados por la bella dama sin piedad. Recordemos que el opio le abre la puerta al vampiro invisible en el cuento “¿Qué era?” de O’Brien, origen de “El Horla” de Maupassant. “Pero ¿hay seres invisibles superiores a nosotros?”, se pregunta el pintor de “El diablo desinteresado”, de Nervo. Y recuerda el incidente de Víctor Hugo en la playa, cuando sintió algo malo en la mano y vio una anémona cristalina “invisible” ensañándose en su epidermis.

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La relación entre los seres invisibles superiores y la anémona prefigura los mitos de Cthulhu.

Continuará…

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EGPenEmiliano González

Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente (1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria (1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta (1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito (1989), Orquidáceas (1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I (2007) y Ensayos (2009).