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SUS BRUJAS

C.F.H. Loarca

MÉXICO

 

 

 

“Los visitantes nocturnos siempre son un mal augurio”, decía mi tata Juvenal, hablando de los doctores o los sacerdotes que llegan a esas horas de la noche en que los sapos y las chicharras empiezan a afinar sus requintos y contrabajos. “Uno no se puede fiar de esos hombres, y menos si uno no los ha mandado llamar”, decía mi tata. “Lo único que te queda es buscar una vieja bruja”, decía él, “de esas que se esconden en las esquinas, tras las puertas o entre los tablones del techo, y despertarla, hacerla volar sobre la casa para que cubra con su polvo todo lo que quieres que se quede por una noche más, todo lo que no quieres que se lleve el doctor o el sacerdote, pues ellos nunca sirven para nada bueno si tú no los has mandado llamar”.

El tata Juvenal siempre hablaba con sus brujas, las pequeñas y las viejas, las cafés, negras, blancas y doradas, las de alas llenas de brillos, las de ojos grandes que buscan la luz en la noche, las de cuerpo gordo y capas de los tonos de la madera y la noche, y así, hablando con sus brujas, vivió por muchos años en el campo.

Se dice que cuando murió no había ni una sola mariposa nocturna en el pueblo, y que plañideras a las que nadie recordaba haber pagado se quedaron por muchas horas después de regresarlo a la tierra y que volvían cada tanto a hablar largamente sobre su tumba, acariciando su lápida, desapareciendo al caer la noche.

Foto del autor.

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Carlos Hernández Loarca (1991, Querétaro)

Lingüista, profesor de idiomas, cuenta cuentos.

DungeonMaster nivel 28, esperantista.

Fanático de la ciencia ficción y la tradición cuentista mexicana.

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