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APOCALIPSIS

A PARTIR DE AHORA

Edna Montes

 

«El Apocalipsis en la actualidad es serial: no es Apocalipsis ahora sino Apocalipsis a partir de ahora»

― Susan Sontag, La enfermedad y sus metáforas.

 

La fiebre ya cedió. Toma su primer alimento sólido en dos semanas mientras la miro en la pantalla. Hace bromas, dice groserías y me alivia que sea ella misma; incluso si es una versión más enjuta. Mejora. Nadie se atreve a celebrar antes de tiempo por mucho que el alivio se haga presente. Creemos que nadie más en la casa se contagió, no hay pruebas disponibles ni certezas. Cuelgo la videollamada y me preparo una sopa de fideos para levantarme el ánimo. Nunca me queda tan buena como a ella, pero el recuerdo hace su trabajo: apacigua el frío que se había anidado en mi pecho.

La pandemia nos remite al mismo tiempo al Terror y la Ciencia Ficción. Cuando recién empezó en China, el contagio de Covid-19 se veía lejano. Pecamos de ingenuos en este mundo globalizado. Compartimos memes de un libro que lo había «predicho», aunque eso era estirar mucho una interpretación de Los ojos de la oscuridad de Dean Koontz. Papá y yo corrimos a ver Contagion juntos aunque a la distancia, lo normal desde que vivo en otra ciudad. Teníamos en mente la epidemia de H1N1 de 2009, el aislamiento que apenas duró unas semanas. Conforme todo se alargaba las referencias eran infinitas, desde La plaga de Camus hasta La noche de los muertos vivientes, libros, películas, comics. No quedaba recurso sin explorar porque la ficción siempre nos ayuda a escapar un poco del miedo.

Las plagas siempre han sido punto de partida para la ficción. No es tan difícil pensarse como un moderno Príncipe Próspero cuando tienes el privilegio de quedarte a trabajar desde casa con internet y la posibilidad de que el super te envíe todo a tu puerta. Aun así, como el personaje de Poe, sabes que se trata de una ilusión de control. La pandemia es fuente de terror porque invoca miedos de los cuales no podemos sustraernos: la enfermedad, la muerte, la incertidumbre y el prójimo. No solo destruye tus espacios seguros, convierte a la gente en una amenaza. Un desconocido que roce en el metro nunca antes fue tan detestable. Peor aún, lo hace con la gente que amas: tu hermano, tu mejor amiga, tu pareja… cualquiera puede contraer la enfermedad o contagiarte. El terror, desde luego, no solo mira hacia afuera. Tú mismo podrías contagiar a tus seres queridos. Esta completa vulnerabilidad alimenta ríos de tinta desde que se escribió la primera historia derivada de la plaga. Hace que «La muerte de la máscara roja» nos inquiete tanto en pleno 2020 a más de 170 años de haber sido escrita.

Mariana Enríquez dijo hace poco, en una entrevista, que las pandemias son más un escenario de Ciencia Ficción o de géneros especulativos que del Terror. Creo que más bien se trata de dos etapas diferentes de la crisis. Las emociones crudas que uno experimenta mientras vive los brotes pertenecen al horror, sin duda. La búsqueda por respuestas, la esperanza en las soluciones y el ensayo de todos los escenarios posibles (para bien o para mal) sí encajan mejor en los géneros especulativos. Por el lado del terror tenemos un amplio legado que nos respalda, hay referencias muy populares e inevitables: The Stand, Soy leyenda, La máscara de la muerte roja o La peste escarlata.

Entrar en el ánimo post-apocalíptico es inevitable, la humanidad ha sufrido muchísimas plagas y sobrevivido a todas hasta ahora. Nos aferramos a que habrá un «después». Para crear Guerra Mundial Z, Max Brooks usó a los zombis como metáfora de una pandemia real. Su novela es un gran ejercicio especulativo de lo que implica una situación como la del Covid-19, los múltiples factores que contribuyen al manejo de una crisis y los efectos en cadena resultantes (la incompetencia de los gobiernos sale a relucir como algo que empeora todo, un tópico que aparece también en The Stand).

Sobrevivir a una plaga requiere grandes dosis de asimilación; una buena parte de nosotros ahora lleva un cubrebocas siempre que sale a la calle, empezamos incluso a personalizarlos. Se trata de nuevas rutinas que incorporamos y modifican lo que antes considerábamos «normal». Una pandemia, a pesar de nuestros mejores deseos, nos atormentará largo rato. La tuberculosis nos ha acompañado por siglos. En algún punto, nos acostumbramos tanto que llegamos a idealizar sus efectos como un canon de belleza. Entre 1780 y 1850 el padecimiento estaba en su mayor pico: se calcula que causó el 25% de las muertes de Europa en ese lapso. No obstante, la misma Charlotte Brontë escribió al respecto: «La tisis, estoy consciente, es una enfermedad favorecedora». En los siglos XVIII y XIX las mujeres que no la padecían, la emulaban. Recurrían a los corsés y el maquillaje para lograr esa apariencia flaca, pálida y febril de las enfermas. De pronto, una plaga resignificó lo «normal»: consumirse lentamente pasó a ser un sinónimo de aristocracia, un ideal de belleza. La enfermedad jamás se fue, sigue ahí, pero aprendimos a curarla. Los indicios de supervivencia cimentan nuestras esperanzas con el Covid-19. Ya hemos dado muchas veces con una vacuna o una cura; por desgracia, nunca a tiempo. Las grandes preguntas rondando nuestras mentes son: ¿Qué clase de humanidad seremos después del Covid-19? ¿Cómo se modificará nuestro concepto de normalidad?

La Ciencia Ficción es la que imagina los futuros posibles. Es también donde buscamos soluciones y respuestas, como en El libro del día del juicio final de Connie Willis o 12 monos de Terry Gilliam. En los cerca de 100 años que han pasado desde la pandemia por la «fiebre española», el mundo se ha transformado de manera vertiginosa. En su novela Lock In de 2014, John Scalzi analiza la tan mentada «nueva normalidad» luego de atravesar una plaga. Es ese mundo quienes padecen el virus en su modalidad leve experimentan algo así como una gripa terrible; la forma grave los deja conscientes, pero en un cuerpo por completo paralizado. Éstos terminan por usar «Threeps», unidades robóticas que pueden manejar con su cerebro y les permiten interactuar de nuevo con el mundo. El foco no está, necesariamente, en cada una de las soluciones a la crisis que propone la Ciencia Ficción: desde viajar en el tiempo para evitar la debacle, hasta idear cómo se ayudará a las personas con secuelas, sino en la resiliencia de nuestra especie.

Hay pocas cosas tan humanas como la enfermedad. Más allá de los miles de valores morales y metáforas que le atribuimos, tanto en la vida cotidiana como en la ficción, es cierto que todos experimentaremos alguna en un punto de la vida. Susan Sontag escribió al respecto: «A todos, al nacer, nos otorgan una doble ciudadanía, la del reino de los sanos y la del reino de los enfermos. Y aunque preferimos usar el pasaporte bueno, tarde o temprano cada uno de nosotros se ve obligado a identificarse, al menos por un tiempo, como ciudadano de aquel otro lugar». No hay una forma única o correcta para sobrellevar la enfermedad ni la angustia de la pandemia. Quizá, por ahora, basta con permitirnos el miedo y el dolor; abrazar la incertidumbre, creer que habrá días mejores. En fin, ser tan humanos como sea posible.

Susan Sontag por Rocha.

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Fuentes:

Consumptive Chic:

A History of Beauty, Fashion, and Disease

Carolyn A. Day

 

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La enfermedad y sus metáforas

Susan Sontag

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Edna “Scarlett” Montes
Lectora, escritora y friki irredenta. Egresada de Miskatonic con tarjeta de cliente frecuente en Arkham.

Tiene tantos fandoms que ya hasta perdió la cuenta.

Divaga mientras espera que Cthulhu despierte de su sueño en R’lyeh o al fin le entreguen su TARDIS; lo que ocurra primero.

@Edna_Montes

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