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Con la lupa en la microficción

Marilinda Guerrero

 

Hace poco regresé de una tierra desconocida donde todos los habitantes hablaban en abreviaturas. Al inicio es un poco complicado entender, luego te das cuenta que no es tan complicado y lo aplicas rápidamente. Sí, te sobra tiempo que puedes utilizarlo para otras cosas. Tomar con más tiempo el café o pasar más tiempo con tus amigos, por ejemplo.

Ahora que estoy de nuevo en la Tierra, me doy cuenta que la literatura está pasando por un momento similar. Recuerdo que hace muchos años las novelas de dos o más tomos era lo común al publicar. Hoy en día, en pocos caracteres se crean hermosas historias a partir de una imagen. Se está minimizando el espacio para escribir historias, pero eso no significa que se minimice la calidad. En pocas palabras se capta la atención y se produce un desenlace (o no) de una historia. Lo que ha creado el uso de textos literarios breves como estrategia de enseñanza en la educación, algo que tiene lógica, dados los antecedentes de la tradición oral.

Cada vez hay más antologías y publicaciones de relatos hiperbreves, tanto impresas como digitales, una reproducción de lo que es la vida actual en el planeta Tierra. ¿Entonces, por qué todavía se apuesta más por la novela que por el cuento, microficción y relatos breves?

Lauro Zavala menciona que actualmente está agonizando el concepto de los escritores monstruosos o sagrados, y en su lugar han surgido múltiples voces que están dando forma a las necesidades estéticas y narrativas de lectores con necesidades igualmente múltiples, algo difícilmente reducible a un canon que señala lo que es o puede llegar a ser la escritura literaria.

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Bien lo dice el texto de Juan Ramón Jiménez “Cuentos largos”:

¡Cuentos largos! ¡Tan largos! ¡De una página! ¡Ay, el día en que los hombres sepamos todos agrandar una chispa hasta el sol que un hombre les dé concentrado en una chispa; el día en que nos demos cuenta de que nada tiene tamaño, y que, por lo tanto, basta lo suficiente; el día en que comprendamos que nada vale por sus dimensiones -y así acaba el ridículo que vio Micromegas y que yo veo cada día-; y que un libro puede reducirse a la mano de una hormiga porque puede amplificarlo la idea y hacerlo universo!

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La microficción es un género fantástico. Y lo fantástico lo encontramos en la microficción.

Lo podemos ver en textos hermosos como el de Juan Jacinto Muñoz Rengel “Coralinos”:

Descendientes de la línea evolutiva de los grandes corales, aquellos tipos vivían dentro de sus propios esqueletos. Como si los hubieran vuelto del revés, tenían el aspecto de la muerte, de parcas rotundas y obesas que se movían de forma pesada, intermitente, por la superficie de aquel mundo detenido. Tan solo parecían cobrar algo de viveza cuando se encontraban con uno de nosotros, entonces empezaban a gritar como posesos y acababan vomitando de pura repugnancia.

Textos hiperbreves como el de Octavio Enriquez en el “Preñacomputadoras”:

No importa por cuantas computadoras pase. En todas dejo un cuento regado.

Así como “La anatomía de la charlatanería futurológica” de Julio Calvo Drago:

Cierta vez, alguien dejó caer un huevo desde la terraza de un rascacielos. Mientras el huevo iba cayendo, su arrojador anunció a los presentes que dicho objeto se rompería al impactar contra el suelo. Su vaticinio resultó correcto. Y todos los presentes aplaudieron.

La microficción y lo fantástico, con su intertextualidad y lo irónico en menos de 250 palabras, es un hermoso regalo que nos brinda la literatura actual, algo que me alegró mucho al regresar del futuro al planeta. Y continuaré en la caza de microficciones hermosas para compartir con ustedes.

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marlMarilinda Guerrero Valenzuela (1980)

Guatemalteca. Ha publicado en revistas electrónicas, así como los libros de narrativa Relatos de sábanas (Letra negra, 2011), Escenarios de un mundo paralelo (Letra negra, 2012), Voyager (Subversiva, 2015) y Odisea de tres mundos (Santillana, 2016). Fue incluida en la antología Cuerpos, relatos eróticos por mujeres (F&G, 2015). En poesía, publicó el libro Todos tenían derecho a estar presentes (Editorial cartonera Alambique, 2014).

 

 

¡Llévatelo!

Sólo no lucres con él y no olvides citar al autor y a la revista.

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