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EL CINE COMO FILOSOFÍA

O POR QUÉ NO SOY ARTISTA

 

Juan Manuel Díaz

 

En este breve texto trato de presentar una idea sencilla: yo no soy director. Con mi obra visual trato de hacer exploraciones filosóficas por medio de imágenes. Así como puedo escribir artículos analizando el contenido filosófico de una película o puedo discutir ideas de fondo estético en mi tesis doctoral, de igual manera propongo imágenes con fondos filosóficos. En lugar de escribir, hago imágenes que puedan detonar reflexiones y efectos sensibles en los espectadores. En este sentido, busco hacer exploraciones tanto sensibles como racionales para comprender fenómenos de manera distinta a si escribo de ellos.

Claro que la idea del cine como filosofía no es nueva. He tomado muchas ideas del libro Cine: 100 años de filosofía del filósofo Julio Cabrera, quien propone una idea sencilla: el cine es una forma de enunciación filosófica. La diferencia entre el cineasta y el filósofo tradicional es la manera en que hacen filosofía. El primero lo hace por medio de imágenes, mientras que el segundo lo hace por medio de oraciones lógicas. Sin embargo, el cine para Cabrera tiene una ventaja: la unificación entre el logos (la razón) y el pathos (la sensibilidad). Mientras que la filosofía tradicional construye discursos con contenidos racionales, el cine construye contenidos tanto lógicos como páticos, es decir, tanto racionales como sensibles. La sensibilidad y la razón se unen por medio de la imagen. En lugar de escribir un tratado sistemático, el cineasta construye imágenes que logran ser entendidas tanto por la sensibilidad como por la razón.

Esto no es nuevo, directores como Andrei Tarkovski y Pier Paolo Pasolini ya advertían esta naturaleza filosófica del cine. Teóricos como André Bazin y Gilles Deleuze también advertirían esta relación logopática. Evidentemente, no cualquier cinta logra unir sensibilidad y razón, sólo —en palabras de Tarkovski— las que pueden esculpir el tiempo, es decir, aquellas que logran crear y desdoblar alternativas de tiempo y realidad. Tampoco estoy diciendo que mis proyectos audiovisuales logren lo anterior; sin embargo, sí me baso en estas ideas para la formación de imágenes, las cuales, por medio de la alteración y la superposición de imágenes no conectadas, buscan que quien las vea pueda comprender algo de un fenómeno a partir de la percepción. No es el mero espectáculo, sino que la percepción sensible lleve a la reflexión.

En este caso, presento un video que titulo Imágenes políticas, el cual consiste en la superposición de imágenes sobre la invasión en Ucrania. Son imágenes, tanto noticiosas como tomadas directamente de redes sociales, puestas en conjunto pero que originalmente no correspondían a una sintagmática en particular. Además, agrego el “Segundo Movimiento Canzonetta: Andante del Concierto para violín y orquesta en re mayor Op. 35” de Tchaivosky. No quiero decir qué significa esto o las razones por hacer producto audiovisual semejante. Mis razones no son lo importante y lo que pueda escribir aquí podría limitar o guiar la interpretación del espectador. Lo verdaderamente importante no es lo que quise decir con el video sino lo que el espectador pueda interpretar.

Lo único que diré es que nada ha sido puesto al azar y que, además, está guiado bajo la idea de Jacques Ranciere sobre la política como la forma en que otros mundo se pueden crear. Es decir, la política es semejante al arte y a la poesía: son formas de creación tanto racionales como sensibles, lógicas y páticas. Si la política falla en crear nuevas alternativas de realidades, entones no es política y es mera simulación. El titulo del video alude a esa idea de Ranciere, la imagen que busca crear nuevas formas de ver el mundo. ¿Lo logro? No lo sé, ciertamente ese será juicio del espectador.

No me resta decir que toda exploración que hago —ya sea en forma de novela, cuento, poesía, ensayo, video o artículo académico— es una forma de expresar lo mismo: pensar en la manera en que social e individualmente producimos significados por medio de objetos sensibles y lógicos. No importa si lo hago por medio de la anécdota de un personaje que es un caníbal —como en El infinito de sus ojos— o en mis ponencias sobre anime japonés, mi búsqueda siempre es esa.

De nuevo, quien me vea o me escuche será quien decida si lo logro o no.

Les presento Imágenes políticas:

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Juan Manuel Diaz de la Torre

Tengo 36 años y nací en la Ciudad de México un 11 de octubre de 1985. Ese día fue viernes y debí nacer a las 6 de la mañana, pero llegué hasta las 8. Tal vez por eso me gustan los viernes y dormir hasta tarde. Soy escritor de poesía, cuento, novela y viñeta, aunque mi trabajo diurno es ser profesor e investigador. En realidad, creo que mi chamba es comunicar: sin importar que sea una reflexión en forma de cuento, un análisis de una película o algún apunte sociológico, lo único que hago es comunicar.

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