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EL SUEÑO DEL CERDO

I

 

Emiliano González

 

 

La comedia o canción del sueño, de los antiguos griegos, es un invento que persiste en la idea cervantina de las novelas de caballerías como “soñadas invenciones”, y en la relación entre sueño e invento que hacen Browne, Addison, Stevenson y Freud. La necesidad es la madre de la invención –dice el poeta latino Claudiano– y el sueño es una necesidad, que se une al deseo y lo realiza. El sueño según Góngora es autor de representaciones, y son bellas las sombras que suele vestir. Nerval concibe a la literatura como un “sueño dirigido”, noción que pasa a mi libro sobre los sueños de la bella durmiente y asimismo a la mente de Borges. El “sueño dirigido” puede ser cómico pero también trágico… e incluso jocoserio o tragicómico. Dice Joseph Addison en el periódico El Espectador(1712): “No hay acción más penosa de la mente que la invención; no obstante, en los sueños funciona con una facilidad y diligencia que no se dan cuando estamos despiertos”. Addison inserta un párrafo de La religión de un médico (1643) de Thomas Browne: “En un sueño pude componer toda una comedia: sostener la acción, aprehender los gestos y despertar riendo de mis propias invenciones”. El fragmento de Browne da origen al personaje de Borges que puede componer toda una tragedia en un sueño, antes de ser ejecutado. Lo cómico lleva a Borges a lo trágico, igual que a Poe cuando compone “El cuervo”.

En la tragedia o canción del sátiro hay una pesadilla en vez de un sueño, cantada por un monstruo, ya que en ésta el ritual dionisíaco ocurre al revés, y no hay apoteosis ni humor.

La unión de literatura onírica y literatura fantástica puede verse por primera vez en los escritos de Walpole, destaca en los de Nerval y culmina en los de Lovecraft. El gótico, el romántico y el decadente dan por igual importancia al sueño, y todo culmina en la vanguardia surrealista. La otra mitad de la literatura es realista y se refiere a la vigilia. Como Nerval, pero con argumentos diferentes, Jean Paul Richter y Novalis unen horror, amor y sueño. En este ensayo aparecen autores románticos, decadentes y vanguardistas, pero también autores previos, antiguos, y el sueño no es general sino particular. Tanto el arquetipo como la influencia literaria juegan un papel esencial en este fenómeno. Para que haya arquetipo debe haber premonición o por lo menos conciencia de que en dos lugares o tiempos lejanos hay afinidades. Una vez reconocido el arquetipo, deja de ser privado y se vuelve público; lo oculto se transforma en esotérico; el iniciado o los iniciados se convierten en el público instruido; el arquetipo desaparece y se ve sustituido por el modelo cultural, que puede influir sobre varias personas. Yo he descubierto varios arquetipos: Dafne y el marqués invisible, el desierto y el rey, el complejo o atavismo de Apolonio, el crimen del apotecario, la sirena en el mar, después de su vida terrestre y el papel justiciero de la sirena, la maldad del opio, el caballero loco y finalmente el sueño del cerdo (Borges descubrió el arquetipo del palacio de Kublai Kahn, al que yo he añadido detalles). También he descubierto la relación entre las palabras “araña” y “España”, spider y Spain, las influencias de unos autores sobre otros, nuevos orígenes de El rey de amarillo de Chambers y el recuerdo de la infancia de un emperador, un recuerdo que prueba la veracidad de las palabras de Freud sobre Leonardo da Vinci.

Pero veamos el sueño del cerdo, un sueño cristiano que se inicia en el paganismo. La antigua literatura religiosa y mitológica (la epopeya Gilgamesh por ejemplo) une sueños y fantasías de horror, y en la Odisea podemos encontrar el primer ejemplo de una droga que convierte a los hombres en cerdos: la de Circe.

En la comedia de Shakespeare Sueño de una noche de verano parece que el duende Puck ha tomado la droga de Circe, pues dice que puede convertirse en cerdo y en otros animales.

Cerca del principio del cuento “El signo amarillo”, de R. W. Chambers, el pintor-narrador advierte por primera vez a un hombre que parece un gusano, y nota una enfermedad en la pintura, pues debido a la trementina o a un defecto del lienzo, la piel de la modelo se ha vuelto verde. La escena es una variación de un fragmento de La tierra hueca, novela de William Morris:

“…aquí y allá parecía que el pintor, quienquiera que fuera, había tratado de hacer verdes sus árboles o su hierba, pero no lo había logrado; parecía que algunos espantosos pensamientos habían llenado su cabeza, pues todo el verde se había vuelto amarillo, barriendo el cuadro tétricamente“.

Al final del cuento de Chambers hay ecos de “El estanque de Lindenborg” de Morris con la pesadilla, el cerdo, el sacerdote y el moribundo, que son recuerdos del “Diálogo” en que el Marqués de Sade deforma el final del Quijote (1605), en que los dos anti-héroes se topan con unos cerdos, el escudero se hunde en el sueño y poco después Quijano, moribundo, rechaza los libros de caballerías y es atendido por el cura. El fragmento se basa en el comienzo de Palmerín de Inglaterra, en que el príncipe don Duardos, cansado de perseguir a un gran puerco, se acuesta al pie de un árbol y se duerme. En “Éxito social”, cuento de Logan Pearsall Smith de 1918, son transformados el cerdo, el sacerdote y el moribundo, ya que el personaje sale de una fiesta y se siente bien cuando recuerda a la gente, impresionada ante sus temas serios y regocijada ante su imitación del chillido del cerdo. Mas, pronto, el personaje dice: “¡Dios! Es horrible… quisiera estar muerto”.

En el cuento de Pearsall Smith están dispersos los elementos del sueño.

En “El signo amarillo” de Chambers el vigilante de la iglesia, blanco, gordo y repulsivo “como un gusano de ataúd”, juega  el papel del cerdo, un sueño espantoso es narrado y al final aparecen el moribundo y el sacerdote. Antes de morir, el narrador afirma que el padre confesor sellará sus últimas palabras con el sello de la santidad “cuando concluya su santo oficio”, y un médico se horroriza ante lo que ha sido un cadáver ambulante: el vigilante de la iglesia.

Los sueños decadentes de Chambers y de Lovecraft se inspiran en el sueño pre-rafaelita de Morris “El estanque de Lindenborg”. Junto a un estanque tétrico el narrador sueña que es un sacerdote del siglo XIII que va a visitar a un barón moribundo, villano y virtuoso, maleante arrepentido, cuya voz parece el gruñido de un jabalí y cuyo rostro es idéntico al del enemigo que el narrador ha matado diez años antes. Un sirviente del moribundo llama al sacerdote “rata de iglesia” y le pregunta si ha traído la píxide (copón o pequeña caja para guardar el viático o sacramento de la eucaristía que se administra a los moribundos). El sirviente y el sacerdote entran a un castillo y ven mujeres vestidas de hombres y un hombre gordo bajo una cama. Cuando el sacerdote toma la píxide y la hostia sagrada hay un silencio inquietante, pues no implica reverencia, y luego se oye una risa siniestra. Un gran cerdo le quita la píxide al sacerdote, lo hiere con sus colmillos y lo hace sangrar. La risa se vuelve un ruido de gritos peores que los gritos de los agonizantes y las mujeres con caras sin sexo, pero sonrientes, rodean al sacerdote, y se acercan tanto que él siente sus cálidos alientos y las odia. Toma una espada, se defiende y huye, sintiendo que no lo hace con suficiente prisa. Oye un rugido “como si el mundo se partiera en dos” y al voltear hacia el castillo ve una gran nube de polvo blanco, tambaleándose de aquí a allá en los soplos del viento. Al final oye un rugido de muchas aguas y cuando se levanta el sol ve un lago negro y profundo ante sus pies. Así ha tratado de sondear el estanque de Lindenborg.

Todas estas cosas que se oyen y se ven al final del cuento antes daban un efecto sinestésico y ahora dan un efecto cinematográfico. Las amapolas que el autor menciona y el polvo blanco anticipan la morfina sabática de la novela Mefistófela de Mendes o el polvo blanco de la novela Los tres impostores de Machen. El decadente Arthur Symons dice que la sinestesia del opio incluye “colores audibles” pero peligrosos. El fuego y el agua, después de la nube de polvo blanco en “El estanque de Lindenborg”, nos llevan al agua y al fuego de la conclusión de El libro verde, un libro que es incluido dentro del cuento “El pueblo blanco” de Machen.

Sade, en su “Diálogo entre un sacerdote y un moribundo” (1782), no deforma sólo a Cervantes: deforma también a Shakespeare, que en Romeo y Julieta (1579) hace decir a Mercutio que la reina Mab, con la cola de un cerdo, cosquillea la nariz de un clérigo, y él sueña que Mab se pasea sobre el cuello de un soldado y éste sueña que corta cuellos extranjeros.

Del cuento cómico de Poe “Un aprieto” proviene el cuento trágico de Lovecraft “Las ratas de las paredes”, así como el chistoso perico precede al lúgubre cuervo, en la imaginación de Poe. En el cuento cómico, la Signora Psyche Zenobia entra en una catedral gótica y se ve atorada en un gran reloj. Antes de ser decapitada por el ministro, repite los supuestos versos de Cervantes: “Vanny Buren, tan escondida / Query no te senty venny, / Pork and pleasure, delly morry / Mommy, torny, darry, widdy!”

La Signora es acompañada por un negro y un perro poodle, dos personajes que se vuelven uno solo: el gato Nigger-Man, en el cuento de Lovecraft. El cuento cómico se vuelve después el cuento trágico “El pozo y el péndulo”: la manecilla decapitadora del gran reloj se convierte en el péndulo. En el cuento cómico, el negro desaparece y una rata devora al perro poodle. El sueño sobre Norrys y lo cerdos le es inspirado a Lovecraft por el verso “Pork and pleasure, delly morry”.

Otro origen cómico de “Las ratas de las paredes” es la novela de Mark Twain Las aventuras de Huck (1885), en que hay fragmentos secundarios pero notables sobre animales y humanos, como el de las ratas dueñas de la casa de Judith Loftus o el de los cerdos que van a la iglesia. El picaresco Twain, al describir al negro Jim, víctima de una situación adversa y fingido árabe loco, nos recuerda la trayectoria del negro en la religión y el teatro, del negro del ritual dionisiaco, ejemplo de humor, al negro Otelo de la tragedia, ejemplo de horror. La comedia o canción del sueño se vuelve la tragedia o canción del sátiro. Y este último, al describir al revés el sueño, lo vuelve pesadilla. El mal triunfa sobre el bien y la tragedia –nos dice Pater– es el lamento del sátiro enjaulado. En la comedia Sueño de una noche de verano el pequeño príncipe hindú que provoca los celos de Oberón es el negro trágico, pero resulta víctima, no verdugo. Lo mismo podemos decir de Jim en la novela de Twain. Los negros y los celos están relacionados en la obra de Shakespeare. En la novela de Twain figura el negro y asimismo el travestido del ritual, ya que Huck se viste de mujer para no ser reconocido, igual que Aquiles en la Ilíada, pero siendo su opuesto.

En el cuento cómico de Poe “Un aprieto” está el negro, y la señora pequeña, decapitada en el gran reloj, prefigura a la Alicia de Carroll y el episodio del sueño en que aparece el niño-cerdo.

La canción infantil “Los cochinitos” del compositor mexicano Cri-Cri (Gabilondo Soler) es para introducir a los niños el tema del sueño y el rey (también presente en las páginas de Carroll), un tema que luego algunos jóvenes y adultos estudiarán. “Los cochinitos” es también sobre la pobreza, tema que luego encontraremos en la obra del materialista dialéctico Morris. Los cochinitos humanizados de Cri-Cri anticipan a los de la canción satírica “Cerditos” (Piggies”) de The Beatles.

William Morris, en el cuento “El estanque de Lindenborg” narra un sueño que contiene los mismos elementos del “Diálogo entre un sacerdote y un moribundo” de Sade, pero el cuento es lúcido, a diferencia del diálogo de Sade. En el sueño de Morris están el cerdo, el sacerdote y el moribundo, y la gente sin sexo, y al final cae polvo blanco sobre el estanque. El aristocrático Lautréamont deforma el sueño del materialista dialéctico Morris en su texto “Soñé que me encontraba encerrado en el cuerpo de un cerdo…”. Carroll, en el sueño de Alicia, hace figurar al bebé cerdo. Si bien Morris y Carroll son dignos de figurar en El surrealismo al servicio de la revolución, Sade y Lautréamont son dignos de figurar en El surrealismo contra la revolución (1948) de Roger Vailland.

En el cuento de Lovecraft “Las ratas de las paredes” es recordado el sueño de Morris, pero Lovecraft le cambia el apellido al autor y lo convierte en personaje llamado Norrys. En el cuento de Lovecraft hay un sueño sobre el porquerizo de la gruta sombría. Es mencionado Sade.

Continuará…

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AQUÍ puedes leer «Las ratas de las paredes».

AQUÍ puedes escuchar «El signo amarillo».

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Emiliano González

Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente (1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria (1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta (1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito (1989), Orquidáceas (1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I (2007) y Ensayos (2009).

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