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LA MADRE DE LOS MONSTRUOS

 

Amaranta Castro

 

 

Algunos días después de leer Sacrificios humanos (Páginas de espuma, 2021), de la autora ecuatoriana María Fernanda Ampuero, recordé el argumento del cuento “La madre de los monstruos” de Guy de Maupassant: un relato descarnado acerca de una mujer que usa un corsé para desfigurar a sus hijos mientras los tiene en el vientre y así poder venderlos como freaks a la gente del circo. La mirada está puesta en la madre como un ser monstruoso. El cuerpo de la mujer embarazada aparece como ese primer ser pavoroso y desagradable que causa al mismo tiempo atracción y terror. La gente de su ciudad la llama “la diabla” y su casa es un tipo de atracción para los turistas. Uno de los momentos que más me inquietó fue cuando dos personajes deciden visitar su casa para pedirle que les muestre a su hijo deforme. En el relato, no sólo los hijos sino también la madre forma parte de un espectáculo de entretenimiento terrible entre burlas inquisitivas.

Lo anterior es un ejemplo de lo que Cirlot describía respecto al concepto de “sacrificio”. El autor menciona que sacrificar y ser sacrificado es habitar una situación de sumisión ligada a la degradación y al dolor.

La sensibilidad literaria de Ampuero dirige su escritura hacia la visibilización detallada de esos seres despreciables y marginados. En el libro nombra a estos cuerpos entregados a la hostilidad y al caos, cuerpos deformados, voluptuosos en su carne y a veces famélicos, cuerpos de la sociedad occidental que se consideran desechables, pero que no dejan de tener deseos como lo refirió la autora en una entrevista. En la cúspide de esta carnalidad vulnerable, el cuerpo de la mujer es la moneda de cambio favorita de los sacrificios humanos contemporáneos.

Los doce cuentos que conforman el libro nos entregan un lenguaje violento, que en ocasiones hace explícito cómo el deseo nos transforma en bestias capaces de hacer cosas innombrables (p.125). Para la autora, los horrores de la vida cotidiana ponen la mirada en la violencia como una constante. Los relatos nos entregan una atmósfera de la estética del terror contemporáneo que nombra el dolor, la profanación y la furia sin ningún tipo de atenuación en su narrativa. Ampuero afirma que la literatura desgarra la realidad a través del silencio ensordecedor de los cuerpos vulnerados: los cuerpos de las inmigrantes, la monstruosidad con el que este único discurso de la feminidad, belleza y felicidad (Colectivo Ma Còlere, 2009) enferma a la mujeres convirtiéndolas en objetos. En este juego perverso se traducen los miedos de la cultura, los cuales parten de este horror de todos los días que se representa en las distintas formas que adquiere lo monstruoso, como bien sostiene la autora.

Cada sacrificio humano nombrado en los relatos se instala en la esfera de lo grotesco, transgreden la vida diaria y manifiestan una fuerza siniestra que busca la sumisión y la dominación. En otros relatos, los actores sociales que habitan estos sacrificios humanos son seres vulnerados que, bajo la promesa de abundancia o seguridad impuesta por el orden ideal androcéntrico, hacen del ámbito de lo privado el lugar en donde todas las relaciones humanas están sujetas a la violencia y su lenguaje implacable.

María Fernanda Ampuero

La escritura de Ampuero señala hacia la génesis de nuestros miedos. La madre de todos los monstruos (o el padre de todos los monstruos) es un sistema purulento que valida la crueldad, banaliza la violencia y que impone la idea de que existen seres indeseables, considerados como una calamidad. Seres monstruosos que son percibidos como amenaza. Ese miedo constituye la esencia filosófica del racismo (Bauman, 2017), tan característico de la modernidad. Ante la imposibilidad de que lo distinto desaparezca, ante la necesidad de ser políticamente correcto, se oculta un miedo a que el otro pueda asemejarse tanto a nosotros que ya no existan diferencias. Ese es el escenario en el que las mujeres y hombres que habitan los cuentos de Ampuero se muestran. Seres a los que la marginación ha lanzado hacia espejismos de abundancia, la idealización de un cuerpo perfecto, de una pareja o de encontrar la posibilidad de anular el dolor. Sus personajes se ofrecen como una ofrenda para recibir a cambio ficciones de belleza, de libertad o prosperidad.

No hay filtros, ni necesidad de ocultar con metáforas lo que debe nombrarse como sangre, violación o abuso. Es así como María Fernanda Ampuero le da voz a aquellas cuyos nombres fueron sustituídos por la golpeada, la violada, la abusada, la asesinada (p.134).

Su prosa revela los sacrificios humanos contemporáneos como aquello que aparece en lo subterráneo por resultar incómodo o negado. Esta clase de horror también fue conocido por las autoras góticas del siglo XIX, para quienes no había quimeras pues su mundo real escapaba de conceptualizaciones sobrenaturales (Gil, 2013).

En cuentos como “Biografía”, “Silba” o “Esther”, el cuerpo se convierte en una hipérbole de lo que está mal, de ese espectáculo obsceno de la perversidad. Entre piscinas, palmeras o el paisaje del estero. Entre un cuerpo atrapado en un frigorífico, el Señor de la Noche o un ser con cuernos y pezuñas hay un espacio para sentir cómo nuestras referencias del mundo se oscurecen, que —en efecto— no nacimos con una estrella en nuestra frente, como bien afirmó Ampuero en una entrevista. Somos los cuerpos que habitan las periferias, los cuerpos que deben permanecer en lo oculto en la “sociedad del sacrificio”.

Ante estos escenarios hay otro horizonte de sentido, quizá difuso: permanece la posibilidad de que “desde la agonía escapemos como un animal sorprendido de haber sobrevivido y que las voces reclamen: cuenta nuestra historia, cuenta nuestra historia, cuenta nuestra historia” (p.33). En la poética siniestra de la autora, el cuerpo es despojado de sus fantasías, mutilado en todas sus creencias y esquemas, pero sabe rebelarse con osadía contra el silencio y la sumisión.

 

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AQUÍ puedes leer el cuento «La madre de los monstruos» de Maupassant.

AQUÍ puedes leer «Freaks», cuento que cierra Sacrificios humanos de María Fernanda Ampuero.

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Amaranta Castro

Estudió Estética y Filosofía del Arte. Cursó el diplomado en Creación literaria en la Escuela de Escritores SOGEM. Primer lugar en la categoría de Poesía en el 10º Festival Internacional de Escritores y Literatura, San Miguel de Allende, Guanajuato (2015). Ha publicado en diversas revistas y periódicos nacionales. Fue becaria del programa de Innovación artística (IMACP, 2018) con el libro Voces de los árboles. Recientemente algunas de sus poesías fueron seleccionadas en el libro de escritoras contemporáneas mexicanas Romper con la palabra. Estudia Lingüística y Literatura Hispánica.

IG: @_amantine_

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