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LA PRIMERA ARAÑA

I

 

Emiliano González

 

La araña en la historia de la literatura va del sol negro al sol amarillo, de la materia prima a la piedra filosofal, de lo profano a lo sagrado, de lo rastrero a lo celeste. Su significado cósmico original es pagano y gnóstico y acaba siendo cristiano y romántico. El artista integra el irracionalismo a la armonía, callando todas las disonancias, elaborando un cosmos y anulando un caos.

En El matrimonio del cielo y el infierno de William Blake, libro de 1790, puede verse un Abismo infinito, ardiendo como el humo de una ciudad en llamas, y debajo está el sol, negro, pero brillante, y alrededor de éste hay rastros ardientes en los cuales grandes arañas giran y se arrastran persiguiendo a sus presas, que vuelan o más bien nadan en la hondura infinita, “en las formas más terroríficas de los animales brotados de la corrupción”, y el aire está lleno de éstas y parece estar compuesto de éstas. Y son Demonios y se llaman Poderes del aire. “¿Cuál es mi eterna suerte?”, pregunta el protagonista narrador a un Ángel y éste responde que su suerte está entre las arañas negras y blancas. Pero entre esos insectos explotan una nube y un fuego, que ruedan a través de la profundidad, ennegreciéndolo todo, hasta que el abismo infernal se vuelve “negro como un mar” y rueda “con un sonido terrible” y debajo sólo puede percibirse una tempestad negra. Pero al este, entre nubes y olas, puede verse una catarata de sangre y de fuego y cerca aparece y se hunde el pliegue escamoso de una monstruosa serpiente: Leviathan.

La corrupción y el sol negro nos hablan de la materia prima de la alquimia. Las arañas negras y blancas (reflejos de las sombras y las luces de la Poética aristotélica) preceden la aparición del mal, simbolizado por Leviathan.

En un libro de cuentos ingleses aparecido más o menos en 1798 podemos leer “La araña negra”, cuento muy importante al ser transicional: se halla entre el romanticismo visionario y la ciencia-ficción. A pesar de ser anónimo, el cuento es bastante bueno.

Rudolph de Burkart, personaje de buena memoria e inteligencia, se ve llevado a estudios inútiles por un profesor desequilibrado: la alquimia, “aberración del arte químico” según el autor, es la pseudo-ciencia que recibe toda la atención de Rudolph. Buscando el oro filosofal pierde mucho oro material y después de un accidente Rudolph deja la alquimia y se consagra a la medicina y a la anatomía. Pero como la electricidad y el galvanismo han sido antes objetos de estudio durante su delirio alquímico, Rudolph empieza a experimentar con cadáveres, tratando de reanimar los cuerpos muertos y acaba revitalizando a una joven recién enterrada, robada de un cementerio cercano. El padre de Rudolph muere y él recibe una carta en que se le dice que Leonora (hija de un Barón) ha vuelto a la vida después de haber caído en estado letárgico y de haber sido enterrada y reanimada (por su galvanismo).

Enamorado de Leonora, Rudolph pretende casarse con ella, pero como no tiene dinero debe esperar algún tiempo. En una visión Rudolph percibe a una mujer de belleza exquisita que desaparece luego de un estallido. Se inicia una tormenta. Cuando ésta se calma, Rudolph se duerme y sueña con demonios que cantan. Luego la voz de un espíritu le dice que lo libere, pues se encuentra encerrado en un abeto. Rudolph, que esperaba ver un espíritu como Ariel, se aterroriza al ver una araña negra que se hace más grande cuando sale del árbol. Rudolph la libera al levantar una estaca o clavija y la araña negra toma el aspecto de Leonora.

Después Rudolph se duerme en el castillo de Leonora y despierta en una habitación desconocida. El diablo ha transportado su alma al cuerpo de un conde rico. Con el aspecto del conde Rudolph trata de conquistar a Leonora y lo logra, después de otra aparición de la araña negra.

El padre de Leonora es asesinado por el Demonio (que se ha disfrazado del mayordomo del conde que ahora es Rudolph) y por ello se condena a un inocente: el mayordomo.

Rudolph quiere dejar buen nombre y una herencia para su hijo y el Demonio le pide que mate a un niño que le muestra. Rudolph lo hace y poco después se percata de que ha matado a su propio hijo, y mientras Rudolph perece en las agonías de la desesperación y de la muerte, aparece de nuevo la araña negra. Se convierte en el Demonio, que dice que ha tejido la tela como una araña para atrapar una mosca. Luego, desaparece.

La sátira de la alquimia que inicia el cuento nos recuerda la novela Los alquimistas, editada en el siglo XIV o XV por un editor chino en Sorprendentes aventuras de los tiempos antiguos y modernos o Kin-Ku-Ki-Kuán.

La medicina, la anatomía, la electricidad, el galvanismo, anticipan la novela de Mary Shelley Frankenstein, y los intereses de Poe. “La araña negra” es frenetista antes de Pétrus Borel y decadente antes de Rachilde. El juego anatómico y macabrista señala al autor de “La araña negra” como importante precursor de artistas raros.

La mujer letárgica y reanimada, Leonora, es un adelanto de los cuentos de Poe en que la mujer amada y muerta vuelve al mundo de los vivos.

El alma de Rudolph ocupando el cuerpo del conde es un detalle que anticipa “El caso del difunto Mr. Elvesham” de H. G. Wells e incluso El donador de almas de Amado Nervo.

La frase the demon vanished (que podemos ver en el cuento) y la araña le inspiran un poema a Lovecraft, “Lamento de Sir Thomas Tryout por la araña desvanecida”. La reanimación de cadáveres va a dar a “Herbert West, reanimador”, otro cuento de Lovecraft, basado también en “El aparato del Doctor Tolimán” de Alejandro Cuevas.

El poeta imaginario Sir Thomas Tryout confiesa que una araña le ha inspirado sus escritos. Y después de hacer un melancólico homenaje a ciertas arañas que han ayudado a los reyes, hace fantasías decadentes acerca de la reina del país de las arañas. Y es que la araña particular lo lleva a la araña universal y esencial, a la diosa-araña (horrible), a “lejanas provincias de telas y nieblas”, a palacios de hadas, a un templo donde los hilos del insecto rodean la cabeza de un faraón, a una negra cripta bajo la arena del desierto, a Tiro y a Cartago, a Babilonia y a Ur. Al final del poema Sir Thomas Tryout le pide al dios Pan que le devuelva su araña desvanecida y le ruega que se la traiga en primavera.

La araña inspiradora de escritos de este poema se ve anticipada por el escarabajo de mi cuento (del tríptico “La herencia de Cthulhu”), insecto que le dicta al narrador imaginario sus cuentos. No conocía yo el poema de Lovecraft al escribir mi cuento.

Otra Araña negra, de distinto argumento, es publicada en 1842. La firma Jeremías Gotthelf, autor alemán romántico. En esta novela corta, un “cazador verde”, que es en realidad el Diablo, pide a unos campesinos un niño sin bautizar a cambio de una buena cantidad de hayas, para plantar cerca del castillo de unos caballeros. Una mujer es besada por el “caballero verde”, y cuando da a luz un niño, una mancha negra aparece en el sitio besado, junto a la boca. La mancha crece hasta volverse una araña negra. De esta araña surgen otras, “como horribles flores alpinas”, negras también, que atacan el ganado y luego causan estragos en la población humana. Niños y viejos son víctimas del horror arácnido, que acecha en la hierba, cae del techo, se levanta del piso, cayendo de noche sobre las caras o apareciendo súbitamente en el bosque. La araña ataca a los niños bautizados.

Al final de la novela un caballero le ofrece al monstruo un niño sin bautizar y la maldición de desvanece por fin. Esta novela es bastante efectiva y Thomas Mann llega a considerarla uno de los ejemplos más sobresalientes de ficción narrativa en lengua alemana. La novela de Gotthelf comienza y termina haciendo un elogio del sol, pues la araña negra es una especie de sol inverso, negativo, que hace arder a sus víctimas.

El artista Edward Gorey elabora una portada buena para Relatos alemanes decimonónicos de Doubleday en que vemos la araña negra ardiendo con fuego rojo entre rayos nocturnos y árboles secos de miedo, sin hojas.

El narrador imaginario de Aurélia, de Gérard de Nerval, interpreta la realidad y une el macrocosmos con el microcosmos:

Todo vive, todo actúa, todo se relaciona; los rayos magnéticos emanados de mí mismo o de los demás atraviesan sin obstáculo la cadena infinita de las cosas creadas; es como una transparente tela de araña que cubre al mundo y cuyos hilos sueltos se enlazan de cuando en cuando con los planetas y las estrellas.

La serie de elementos que forman el cosmos es comparable con la obra de una araña cósmica, de un dios arácnido.

Como Novalis, el narrador cree ver surgir armonías ignoradas hasta entonces “de las combinaciones de las piedras, del dibujo de sus ángulos, de sus hendiduras y de sus grietas, de los bordes de las hojas, de todos los colores, olores y sonidos”.

Y Nerval, interesado por la Atlántida, va a dar a la Historia verdadera de Luciano y encuentra a Endymión y a la araña lunar.

El pensamiento del narrador en la novela viaja hacia la eterna Isis, que se le aparece como Venus antigua y como la Virgen cristiana.

Lo pequeño está en lo grande y lo grande en lo pequeño. “Un átomo”, escribe el narrador “puede destruirlo todo y a su vez puede también salvarlo”.

Pero antes, el narrador, al llegar a la plaza de la Concordia, piensa en suicidarse. Cree que las estrellas se apagan a la vez, como cirios en una iglesia, y que el fin del mundo ha llegado. Ve un sol negro en el cielo desierto y un globo rojo de sangre en las Tullerías.

Dios es el sol según el tío del narrador; podemos decir que el sol negro es la materia prima, el fango, el excremento, el opio.

Nerval observa que “la desesperación y el suicidio son el resultado de ciertas situaciones fatales para quienes en sus penas y sus alegrías no tienen fe en la inmortalidad”.

El narrador describe varios sueños. En uno de ellos se ve transportado a un oscuro planeta en que se agitan “los primeros gérmenes de la creación” y de la arcilla brotan “palmeras gigantescas, euforbios venenosos y acantos retorcidos”. Reptiles espantosos serpentean, se alargan y se enroscan, “en medio de la red inextricable de una vegetación salvaje”.

Al final de la novela el narrador sabe que ha sufrido pruebas que equivalen a un descenso a los infiernos.

Nerval termina su novela en 1855. Considerado loco, se quita la vida. En la novela, la amada Aurelia parece llamar al narrador desde ultratumba. Evidentemente, durante su vida Nerval es confundido con el narrador imaginario.

 

Continuará…

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Emiliano González

Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente (1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria (1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta (1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito (1989), Orquidáceas (1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I (2007) y Ensayos (2009).

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