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Bitácora de navegación del Nautilus 12

¿QUIÉN ESTÁ EN LA HABITACIÓN?

Marina Ortiz

 

Las cosas en la ficción nunca son estáticas. Las apariencias nos pueden confundir. Por lo tanto, cuando la tripulación del Nautilus encontró una anomalía en nuestros radares, nos pusimos a estudiar nuestros mapas y a interpretarlos con cuidado. Porque esa nebulosidad nos engañaba, ocultaba un paisaje tras su velo denso, y yo no pude evitar decirle a mis colegas: “¿Soy yo, o acaso veo que las mujeres en la ficción suelen estar rodeadas de hombres?” Nos adentramos en la nube de polvo.

En los géneros de la imaginación tal parece ser el caso: independientemente de la grandeza de una obra, hay menos personajes femeninos importantes y su presencia suele ser solitaria o aislada. Invito a que el lector piense en sus historias favoritas y verá que en cantidad y relevancia hay un desequilibro de género. Bien lo veo en obras de favoritos míos como Tolkien o Star Trek, incluso a Úrsula K. Le Guin. Sea este el caso, o si encontramos títulos con muchos personajes femeninos, la discusión no se cierra ahí, porque del “qué” debemos pasar al “qué significa”.

Hay que dejar muy claro que esto no es la norma, sino una tendencia. No se puede negar que el tema de la representación femenina es complejo y siempre enciende discusiones: que si cambiarle el género a un personaje icónico, que si el arquetipo de “la mujer ruda” ora es benéfico ora es perjudicial, que si se está “forzando la inclusión” en nuestras ficciones, etc.

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Al persistir nuestro desconcierto, revisamos nuestros instrumentos: primero nos preguntamos en qué espacios están los personajes. Encontramos la clásica dicotomía entre privado y público, o bien la categoría distintiva de “lo doméstico”. Así, empezábamos a vislumbrar que el paisaje no era llano y que tenía valles y ríos hacia otros lados. La clasificación binaria de los espacios nos ilustró que en efecto es mucho más común encontrar a las mujeres en espacios “domésticos” que en los públicos, con roles arquetípicos de lo familiar o lo romántico; en caso de que tuvieran una profesión, solían ser la única o parte de una dupla en el equipo.

Entonces, nos topamos una bifurcación. Por un lado, ¿qué acaso lo doméstico no es esencial y tiene un valor singular reconocido en la literatura? A lo que decimos que “sí” gracias a nuestros bancos de datos que así lo comprobaron. Por el otro, ¿estas representaciones tienen sentido o bien son verosímiles al contexto que retratan? El banco de datos dice: “no, no siempre”. Las mujeres siempre han participado de lo público, de forma directa e indirecta, por lo que su exclusión es forzada y su escasez una apariencia.

Luz Aurora Pimentel dice en El relato en perspectiva (1998):

“Pero la referencia es también un mito cultural. Mitos compartidos y transferidos: tanto el narrador como el lector proyectan un espacio que no es neutro sino ideológicamente orientado” (p.31).

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Toda ficción, ya sea que así lo pretenda o no, sea consciente o no, conlleva un trasfondo de ideas y significados, condicionado por las experiencias de cada autor. Así es como se reproducen los arquetipos, así es como se mantienen las estructuras clásicas de la ficción. Es por eso que algunas ideas sobre los personajes femeninos y sus espacios se mantienen, porque los arquetipos que no se reflexionan o cuestionan son, en realidad, estereotipos.

El desequilibro de género en la ficción es, por lo tanto, síntoma de una idea más compleja y profunda: una visión sobre el mundo y quiénes participan en él. ¿Qué orientación ideológica tiene una historia que no muestra a las mujeres de su tiempo o a las del presente? ¿Por qué retrata comportamientos inverosímiles, reduccionistas o equivocados? ¿Qué ideología es la que insiste en que las mujeres sólo pertenecen a una categoría de espacios? ¿Qué significa que una mujer se encuentre rodeada de hombres en un determinado contexto? ¿Cómo se comparten y se transfieren los mitos?

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Verónica Murguía

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Para cerrar esta exploración revisaré un texto (que sirva de preámbulo para una columna más extensa en el futuro). En la novela de fantasía Loba (2013), de Verónica Murguía, tenemos una sensible aproximación a este complejo tema, pues dos mujeres pasan de un espacio a otro y deben enfrentarse a problemas materiales y culturales. La protagonista, Soledad, sufre de su homónima condición, pues al morir su madre se queda bajo la tutela de su padre, un rey tan feroz que lo llaman el Lobo, y otros hombres de la corte. Crece así rodeada de modelos e ideales masculinos, pero a la vez es excluida de realmente pertenecer a las responsabilidades y privilegios de este género. Por otro lado, Ámbar es una chica de un pueblo del reino del Lobo cuyos intereses la alejan de cumplir con las expectativas de su género.

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Viven en un mundo de guerra, masculinizado para perpetuar el poder a través de la violencia. La reflexión sobre la fantasía medieval nos enfrenta a esta ideología de violencia que busca someter a las personas a partir del miedo en vez de edificar desde la justicia. Los espacios se permean de un sentimiento oscuro que no permite la libertad y la armonía. Las diferencias de género imponen sus limitaciones sobre los personajes y les dificultan vivir. La historia de Soledad es una de reconciliación, crecimiento y luz, donde las voluntades y sentimientos complejizan la relación que tienen las personas con los espacios que se les han “asignado”. Nos habla del verdadero alcance de la vida individual en la pluralidad de espacios.

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Ana Marina Ortiz Baker

Soy de Monterrey, Nuevo León, México.

Desde la licenciatura estudio la ciencia ficción y la fantasía, y estoy por terminar una maestría en Literatura Hispanoamericana.

Mi tesis de investigación fue sobre el cyberpunk mexicano, en específico el tema del espacio y su relación recíproca con los personajes.

Me gustan los temas del cuerpo, la mujer, la ciudad, los mitos, la magia y la naturaleza.

Los conocimientos que tengo, que son un tesoro para mí, aún tienen mucho que crecer.

Twitter: @maro_baker

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