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DEL MISMO SEXO

II

Emiliano González

Primera parte

 

En el cuento “Retrato de un desconocido”, del autor belga Thomas Owen, el filólogo, mago y visionario Sardov (llamado igual que un demonio asirio al que sacrificaban niños) echa por la boca un cordel con papeles que tienen anotaciones relativas a la Bestia Belial, “demonio de la pederastia, venerado en Sodoma”, y a “Abramelech, mulo con torso humano que también es el demonio Sardov”. El filólogo consulta bestiarios en que los demonios se mezclan con los animales. Después del bombardeo de Rotterdam (1940) el filólogo Sardov es hallado muerto, atravesado por un cuerno de unicornio que va de su ingle a su omóplato y que se pulveriza cuando alguien trata de separarlo del cadáver.

En mi caso particular, los Jefes Secretos han sido contrarios a la amistad, comunidad y otras virtudes mencionadas por Crowley y se acercan más a la descripción hecha por Mathers, pero no son humanos, con poderes terribles y sobrehumanos sino alucinaciones. Aunque mis escritos están dirigidos al público en general, no es porque yo crea que mucha gente ha visto u oído guerreros en alucinaciones, pero sé que los ha sentido de algún modo, pues de otra manera no leería literatura de horror, que es terapéutica. Otros lectores  ni siquiera son conscientes de que tienen esos guerreros en la mente, pero al leer cuentos de miedo se sienten mejor. Es bueno que sepan que todo el mundo los tiene, y unos dominan más que otros a esos guerreros (encarnaciones del mal), y los autores imaginativos los representan invisibles o amorfos porque a veces la gente no los ve ni los oye, pero los siente.

Entre las visiones que tiene Sardov antes de morir hay “bestias elegantes” que nos recuerdan el fragmento de Rimbaud, “circulaban bestias de una elegancia fabulosa”.

II
Es ella, la pequeña muerte, detrás de los rosales. – La joven madre difunta baja la escalinata. – La calesa del primo rechina en la arena. – El hermano menor (¡está en las Indias!) ahí, frente al crepúsculo, en el prado de claveles. – Los viejos que han sido enterrados totalmente tiesos en la muralla de alhelíes.
El enjambre de hojas de oro rodea la casa del general. Está en el sur. – Se sigue el sendero rojo para llegar al albergue vacío. El castillo está a la venta; las persianas están sueltas. – El cura habrá tomado la llave de la iglesia. – Alrededor del parque, las cabinas de los guardias están deshabitadas. Las empalizadas son tan altas que sólo pueden ser vistas las cimas rumorosas. Además, adentro no hay nada por ver.
Los prados suben hacia las aldeas sin gallos, ni yunques. La esclusa está levantada. ¡Oh, los calvarios y los molinos del desierto, las islas y los almiares!
Zumbaban las flores mágicas. Los taludes lo mecían. Circulaban bestias de una fabulosa elegancia. Las nubes se agolpaban sobre el alto mar hecho de una eternidad de lágrimas cálidas.

(«Infancia, II»; Iluminaciones)

Sardov cree que hay “bestias indecibles, entidades sin forma o bien fuerzas psíquicas “que condenan al hombre. Y siente que una de estas bestias, muy grande, se le  acerca gradualmente. Por fin, muere. El cuento se basa en el “Himno a Pan” de Crowley, en que figura el verso: “Nací para morir en el cuerno / del unicornio”.

En sus Confesiones, publicadas por completo en 1969, Crowley admite que tiene una reputación, “totalmente inmerecida, de anormal y homosexual”.

Yo supongo que quienes creen que Crowley era homosexual ofrecen como ejemplo el prólogo para el libro La tragedia del mundo (1910). El autor en este caso es un inmoralista, no un moralista como el reverendo C. Verey del prólogo para los poemas Nubes sin agua (1909). En este y otros casos, el prólogo es sólo una invitación a refutar que Crowley hace para que el lector colabore con él y ejercite su inteligencia. Crowley en su prólogo para La tragedia del mundo muestra cuál es la consecuencia del fanatismo religioso de sus padres: un inmoralismo nietzscheano, anti-cristiano, parecido al de Gide. Y aunque Crowley admite que Nietzsche es muy oscuro, superficial y filosófico, el autor alemán sale a relucir, de cualquier modo. En La tragedia del mundo –una obra de teatro– destacan la sátira, el humor negro y la poesía decadente de Crowley.

El carácter maniqueo de los Jefes Secretos nos hace pensar en la doble personalidad de Crowley, autor que se esfuerza para darle un control literario a esa dualidad por medio de personajes imaginarios. La personalidad buena tiende a la unión; la mala, a la dispersión, a la multiplicidad problemática, al exceso y al defecto de moral, al Dr. Jekyll y a Mr. Hyde.

La necesidad, la materia y la sociedad victorianas forman la materia prima para llegar al oro filosofal del deseo, la dialéctica y la personalidad de Crowley.

En Madrid, en 1908, Crowley termina su libro Hashish, la hierba peligrosa y lo firma Oliver Haddo, mago maligno de la novela El hechicero (1908) de Somerset Maugham, novela basada en la leyenda de Crowley. En su libro sobre el hashish, Crowley (es decir, Haddo) asegura que busca la piedra filosofal, que todo lo transforma, pero también nos recuerda al doctor. Moreau cuando dice que la Voluntad se ve amenazada por el hashish, confundiendo a esta droga con el opio. Dice que el hashish es narcótico y que pone a dormir.

Innumerables citas de Zoroastro conectan al libro con el irracionalismo. El libro es una mezcla de bien y de mal y, por así decirlo, de hashish y opio, ya que una traducción de “El poema del hashish” (de Los paraísos artificiales) de Baudelaire lo acompaña, y en ese poema el hashish es confundido con el opio. El espacio y el tiempo  se ven deformados, pues se alargan enormemente. Como en la República de Platón, Crowley (es decir, Haddo) rechaza la poesía, que tiene “vagos sueños e ideales”, y al poeta, “lunático inofensivo”, y prefiere al trabajador, que “le tuerce el cuello a la vida”.

Crowley-Haddo admite que por lo menos el hashish es la prueba de un “nuevo orden” de la conciencia. Lo del “nuevo orden” es repetido años después por los nazis, a propósito de otro tema: el gobierno alemán.

La sensualidad del hashish no existe para Crowley-Haddo, ya que “no hay germen alguno de lascivia” en su mente. Añade que si alguien excita, con cualquier estímulo, una imaginación sucia, “obtendrá pestilentes resultados”. En esto, el autor nos recuerda a Nietzsche, para quien “la perra sensualidad, cuando se le niega la carne, ataca al espíritu”.

Cuando escribe sobre las visiones que provoca el hashish, el autor se refiere a “las horribles formas del delirio” que obsesionan y destruyen al alma que no puede controlarlas, y también se refiere al Morador del Umbral, “que concentra en un solo símbolo la Desesperación y el Terror del Universo y del Yo”, dispuesto a “golpear a quien titubea o se desvía, aunque haya llegado casi a la última cima”. Este Morador del Umbral aparece en la novela Zanoni (1842) de Bulwer Lytton y, según Lovecraft, embruja a quienes tratan de entrar en “una vasta y desconocida esfera del ser”.

Luego, Crowley-Haddo afirma que la geometría no-euclidiana es posible y puede ser verdad.

Según él es una locura buscar en la bebida o en las drogas un paraíso, y quien lo hace sólo logra “agonía intensa, abyección gimiente y disgusto de sí mismo”. Sin embargo, el hashish es interesante porque podemos experimentar matando pensamientos “como un niño matando moscas”, podemos estar inmóviles por horas, controlando la respiración y las corrientes nerviosas y vitales, sin que los mensajes del cuerpo distraigan al cerebro. La  exaltación del alma culmina en la unión con lo Supremo, y la energía masculina se transforma en puro y perfecto vacío, en pura pasividad, como una mujer esperando al amado. El médico forense Krafft-Ebing, en su libro Psychopathia sexualis (1886), describe el caso de un hombre que al fumar hashish cree que se convierte físicamente en mujer. De casos particulares como ése proviene la idea falsa de que el homosexualismo y el hashish están relacionados. La palabra “mariguana” aparece de inmediato, en la mente de los modernos lectores mexicanos. En la antigüedad, hay un vínculo de los asesinos de Hassan con los templarios homosexuales.

La confusión entre hashish y opio se origina en la antigüedad griega. El guerrero-lobo de Esparta, chupado por las “Kerés” (vampiresas) en la ceremonia eleusina, luego es el poeta-lobo de Tracia (Orfeo, ya que licantropía y locura son la misma cosa) decapitado por las ménades, y después es el cazador-lobo de Tracia acuchillado por las ménades. Este último cazador-lobo es deformado por Platón en la República (393 a.C.), que lo vuelve el tirano-lobo democrático de Atenas. A partir de este tirano-lobo demócrata, inventado por Platón, la bruja que le da la droga de la ferocidad deja de ser espartana (como en Eleusis) o tracia (como en el ritual dionisíaco) y se vuelve ateniense.

Por otro lado, la droga de la ferocidad de Esparta es convertida tramposamente en la cannabis dionisiaca de Tracia, como si ésta implicara ferocidad. La droga dionisiaca se ve falseada. De ahí la “marifasa lupina” –en realidad napelo azul– del filme El hombre-lobo de Londres (1935). En la República el sacerdote-actor del ritual, que representa al hombre-lobo legendario de Tracia, no es relacionado con la droga positiva de los dionisiacos: la cannabis. La droga ficticia del sacerdote-actor (droga de la ferocidad) es confundida con la droga real del sacerdote-actor (cannabis, droga dionisiaca).

En la República hay un fragmento especial contra las descripciones del Averno (hechas por los iniciados de Eleusis) y contra las drogas de los hechiceros. Los gobernantes de derecha empiezan a tomar detalles de la República y a aplicarlos a sus propios gobiernos. La Inquisición es la principal consecuencia del rechazo a Eleusis y a las drogas de los hechiceros. Considerada corrupta, la Inquisición, que dura siglos, es finalmente eliminada, pero las actitudes en contra de la cannabis y de las descripciones eleusinas siguen en pie, en algunos países y estados de nuestros días.

Como el napelo ya no es novedoso, la amapola lo sustituye. Y es que la amapola (droga narcótica) era desgraciadamente usada en Eleusis, aparte de los hongos (enteogénicos y psiquedélicos). En la época del poeta Virgilio, la amapola ya era para el Cancerbero (perro mítico del Averno) y no para el humano. Sin embargo, algunos humanos la usaban sin finalidad médica, haciendo daño a sus organismos. En el siglo XIX, el inglés De Quincey critica duramente al opio, derivado de la amapola. Baudelaire traduce a De Quincey pero se muestra imprudente al recomendar un poco de opio unido al hashish (cannabis) en su libro Los paraísos artificiales (1860). El uso del opio en hospitales le da exceso de confianza a Baudelaire al hacer su recomendación. Cuando Julio Herrera y Reissig, el poeta uruguayo, experimenta con morfina se basa en algunos decadentes franceses que, imprudentemente, seguían experimentando con derivados del opio aun después de las descripciones infernales de De Quincey. Un decadente del siglo XX, Robert E. Howard, critica la mezcla de opio y de hashish en su cuento “Cara de calavera”. En el pasado, la mezcla de opio y de hashish constituía la droga de Hassan, el apodado “Viejo de la montaña”, que unía el irracionalismo de Zoroastro, a favor del fuego y de la guerra,  con los asesinatos de sus esbirros, los “hashishinos”. El poeta francés Gautier, siglos después de Hassan, trata de convertir la destrucción en creación cuando participa en el club de los hashishinos. Desgraciadamente, en una de sus experiencias, usa también opio y registra sus resultados en una breve crónica, aumentando la confusión, ya que el opio no parece tan grave, a pesar de la paranoia que provoca, pues Gautier alucina que sus compañeros del club son en realidad enemigos de él. En esto sólo en parte tiene razón, pues el doctor Moreau, que participaba en el club, se vuelve con el tiempo enemigo y publica un libro en contra del hashish, confundiéndolo con el opio.

Concluirá…

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Emiliano González

Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente (1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria (1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta (1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito (1989), Orquidáceas (1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I(2007) y Ensayos (2009).

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